Luberta

Alberto Luberta (a la derecha), junto a su esposa Caridad Martínez y al multifacético realizador Iván Pérez, ambos compañeros suyos por muchos años en Radio Progreso. Foto cortesía de Manuel Alejandro Rodríguez Yong.

Alberto Luberta (a la derecha), junto a su esposa Caridad Martínez y al multifacético realizador Iván Pérez, ambos compañeros suyos por muchos años en Radio Progreso. Foto cortesía de Manuel Alejandro Rodríguez Yong.

¿Cuántas sonrisas provocó Alberto Luberta a los cubanos? ¿Cuántas carcajadas a mandíbula batiente? ¿Cuántas reflexiones nacidas de su humor?

¿Cómo se las ingenió para escribir por más de cincuenta años un libreto diario? ¿Para captar el espíritu de lo cotidiano? ¿Para crear argumentos de actualidad que lograban ser, a la vez, universales?

¿Cuántos personajes popularizó en sus Alegrías de Sobremesa? ¿Cuántas frases incorporó al acervo nacional? ¿Cuántas tomó de este y les dio una nueva dimensión, un nuevo sentido, gracias al encanto de la radio?

¿Por qué persistió en trabajar siempre para la radio? ¿Cuánto logró engrandecerlo con su obra? ¿Cuánto le entregó de sí, de su talento, de su voluntad, de su carisma, de la sustancia misma de la vida?

Su ausencia repentina no puede responder ninguna de estas preguntas. Pero su obra sí.

Alberto Damián Luberta Noy falleció este lunes en La Habana. Su vida se apagó mientras el mar desbordaba el malecón. Murió “víctima de una enfermad crónica”, reseñan hoy varios medios de prensa.

Tenía 85 años y premios como los nacionales de la Radio y el Humor. Pero más aún, tenía un público fiel y agradecido. Y una familia –la propia y la extendida, la de Radio Progreso– de la que fue orgullo y horcón.

Muchos realizadores, jóvenes y no tan jóvenes, son deudores de su hacer. La palabra maestro, en su caso, nunca será un elogio gratuito.

Salir de la versión móvil