Marionetas de hielo en busca del sentido de la vida

Las marionetas, dotadas de una vida limitadísima por lo efímero del material de que están hechas, deben ser fundidas para cada función, a partir de una estructura de cobre tejido.

Leovaldo Díaz Fernández y Carmela A. Núñez en Dos en una república. Foto: Aguilarjlr.

Leovaldo Díaz Fernández y Carmela A. Núñez en Dos en una república. Foto: Aguilarjlr.

Títeres de hielo es la pieza escogida por Teatro Viajero para su temporada de febrero en la sala de El Ciervo Encantado. Se trata de un espectáculo concebido en tres historias a partir de textos de tres autores distantes en el tiempo: Hamlet, de William Shakespeare (1564-1616); Pinocho, de Carlo Collodi (1826-1890), y La República del Caballo Muerto, de Roberto Espina (1926-2017). 

La dramaturgia de Títeres… se debe a Carmela A. Núñez, quien versionó, adaptó y ensambló los fragmentos de las obras originales. Ella, además, es la directora general del grupo y la directora artística de la puesta, que tuvo su estreno mundial en mayo de 2019 en la sala Adolfo Llauradó.

Shakespeare y Collodi son harto conocidos. De Espina habría que decir que fue un importante dramaturgo, actor, titiritero y mimo argentino que fijó el concepto de teatro incompleto, título que la casa editorial Tablas-Alarcos escogió en 2017 para presentar entre nosotros una antología con veinte de sus obras más significativas.

Según el dossier de prensa al que he tenido acceso, “la obra indaga sobre la búsqueda de sí mismo, los desafíos que propone la otredad y los hallazgos de la identidad; así como en el permanente cuestionamiento de la existencia, el dilema del ‘ser o no ser’ de la vida.”

Lo que recibí como espectador es un espectáculo de discurso fragmentado (recurso tan caro a la postmodernidad), en ocasiones de difícil comprensión, actuado sin estridencias, con un excelente manejo de los muñecos y una escenografía mínima, eficiente. 

No me refiero a la complejidad en la intelección de cada segmento en sí, sino a la que debe llevarse en la conciencia una vez que cae el metafórico telón. La búsqueda atormentada de Hamlet, que no es otra que la de nosotros mismos, en el transcurso de nuestro plazo. La retórica pregunta sobre el sentido de la vida. La azarosa aventura de Pinocho, que se lanza a un viaje existencial, fuera de su ámbito, con más preguntas que respuestas. El constante cuestionarse entre sí de los dos personajes que se debaten en una república de rencores, recriminaciones y sospechas: fragmentos de una máscara (forjada en hielo) que nunca llegan a integrarse en un solo cuerpo. Eso es lo que más o menos sacamos en limpio, relacionándolo —no hay otro modo— con la experiencia propia.

Máscaras de hielo para representar la versión del texto del argentino Roberto Espina. Foto: Aguilarjlr.
Máscaras de hielo para representar la versión del texto del argentino Roberto Espina. Foto: Aguilarjlr.

El hielo

Lo peculiar de la puesta, lo que le da su carácter novedoso, es el uso de marionetas (en este caso, de bastón) confeccionadas con hielo, las que tienen una vida limitadísima y hay que fundir para cada función, a partir de una estructura de cobre tejido. Una clara alusión al inexorable paso del tiempo, a la indetenible consumición del yo, mucho más allá de la sala oscura.

El único antecedente que encontré en el uso de hielo para la realización de títeres data de 1996. Ese año, la compañía de Émilie Valantin escenificó una versión de El Cid, de Cornielle, con marionetas de varillas de este material efímero. 

Al habla con Carmela y Leovaldo, de Teatro Viajero, ellos aseguraron no conocer esto cuando se lanzaron a soñar sus muñecos “fríos”. Sostienen que sus marionetas tienen más movilidad que las de la francesa, de la cual tuvieron noticia recientemente gracias a un ejemplar de la Enciclopedia Mundial de la Marioneta que recibieron como regalo. Se trata, pues, de una coincidencia feliz.

Abundan los titiriteros criollos que antes habían visto usar hielo en escena, pero el títere —construido con materiales convencionales— estaba dentro de un bloque de hielo que los manipuladores rompían.

Leovaldo Díaz Fernández en Hamlet. Foto: Aguilarjlr.
Leovaldo Díaz Fernández en Hamlet. Foto: Aguilarjlr.

Teatro Viajero

La compañía se fundó en La Habana en 1999. Entre sus propósitos iniciales está “la búsqueda de un lenguaje que permita sobrepasar las fronteras espacio-temporales en la conquista de nuevas formas expresivas”. 

Trabajan “a partir de la gestualidad del actor combinada con el empleo de diferentes elementos en sus maneras convencionales y no convencionales, como son los títeres en sus múltiples técnicas de animación”. Y “abordan la creación partiendo de una dramaturgia espectacular interesada en temas nacionales y universales”.

En sus veinticinco años de trabajo, han llevado espectáculos a casi todas las provincias del país, además de México, Brasil, Perú y Chile (online), por los que ha recibido numerosos reconocimientos.

Para Títeres de hielo se contó con los diseños de Javier López de Lázaro y la banda sonora de Djoyvan.

Un espectáculo a ver, que, aunque opine lo contrario la publicidad desplegada, escapa al nivel de comprensión de niños y adolescentes.   

Carmela A. Núñez en el episodio Hielocho. Foto: Aguilarjlr.
Carmela A. Núñez en el episodio Hielocho. Foto: Aguilarjlr.

Dónde: Sala de El Ciervo Encantado. Calle 18 e/ Línea y 11, El Vedado

Cuándo: Febrero. Sábados 10 y 17 a las 7:00 p.m.; domingos 11 y 18, a las 5:00 p.m.

Cuánto: 50 CUP

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