No me molestan las comparaciones con Mario Guerra

Gran acogida ha tenido la nueva versión de Delirio Habanero dentro del segmento De la buena memoria que recogió, como parte de la edición número 15 del Festival Nacional de Teatro de Camagüey, propuestas devenidas hitos en la escena cubana. En exclusiva para OnCuba el actor Yasel Rivero habla sobre su personaje de El Bárbaro en el nuevo montaje de Teatro de la Luna.

 

 

Las luces se encienden y aparece sobre el escenario un mítico personaje: bastón en mano, traje ancho, sombrero alón. Comienza la representación y se confunden actor y personaje. Así lo soñó desde la escritura el dramaturgo Alberto Pedro, autor de la pieza Deliro Habanero.

“Raúl Martín me hizo la propuesta. Lo habíamos hablado varias veces pero siempre estaba ocupado. Hasta que me dijo que había llegado la oportunidad de presentar la obra en Habanarte. Aunque estaba agotado por otros procesos teatrales,  acepté porque ese personaje me encanta”, confiesa el actor Yasel Rivero quien interpreta a El Bárbaro.

Yasel es joven, natural de Santa Clara, pero parece estar poseído por el espíritu de Bartolomé Maximiliano Moré, Benny Moré. Le ha tocado encarnar un rol difícil, extenuante. Más aún cuando tiene que enfrentar el peso de las comparaciones. Para nadie es un secreto que anteriormente, la puesta fue defendida por ese gigante de la actuación que es Mario Guerra.

“Estoy contento porque muchas personas de mi generación no rechazan ninguno de los dos montajes. Algunos se involucran más con nosotros. No sé si por un problema de energía, de modos de pensar. Respeto mucho a los primeros actores que estuvieron nueve meses en un proceso de montaje muy serio. No me molestan las comparaciones porque traté de enfrentarlo con seriedad. La respuesta del público me hace sentir muy bien. No estoy totalmente complacido porque podemos hacer mucho más”.

¿Cómo asumiste la preparación del personaje?

“Comenzamos a ver el video y observar las estructuras básicas de entradas, salidas, coreografías. Durante dos semanas trabajamos en el montaje para ver si podíamos llegar a los personajes. Desde el aprendizaje de la coreografía primaria surgieron nuestras propuestas personales sobre determinadas situaciones, atmósferas, soluciones.

“Me llevo muy bien con Mayito (Mario Guerra) desde que era estudiante del ISA (Instituto Superior de Arte) donde él era profesor. Partí de la idea planteada por Mayito porque me identifico mucho con ella.

“Después de ver las grabaciones incorporamos las canciones y la gestualidad del Benny para ver cómo funcionaba desde mi registro vocal. De alguna manera, podía confundirse con él porque El Bárbaro lo ha estudiado tanto y lo admira al punto de llegar a creerse que es el Benny. Me parece poco inteligente asumir el personaje pensando que era el Bárbaro del Ritmo porque soy blanco, la Reina lo dice en uno de sus momentos de crisis.

“Para mí este personaje es el símbolo de un lugar en decadencia. Se canaliza a partir del alcohol, de padecimientos psiquiátricos, cierta esquizofrenia. Es muy complejo porque en él se mezclan los caracteres de un borracho y los del Benny. Como resultado de su delirio confluyen esos elementos y entran sin avisar, de una manera nada coherente. Él menciona, como un elemento folclórico y tradicional, a los espíritus de músicos famosos muertos. Sin embargo, hay un discurso detrás de todo eso: como el elemento Abakuá, cuando se habla sobre los muertos”.

¿Consideras este personaje como el más difícil o has tenido otros desempeños como este?

“Es uno de los personajes más difíciles que he interpretado en mi carrera pero también lo es el de Horts, dentro de la obra teatral Bent. Este último lo realicé desde otro punto de vista, con unadinámica diferente. También me resultó muy complejo de representar. Era un personaje muy distante de mí, un tipo de trabajo que nunca había hecho anteriormente. Sin embargo encarnar al Benny me resultó más fácil porque me gusta mucho”.

¿Satisfecho con la reacción del público camagüeyano?

“Al principio sentí que estaba a la expectativa –no con un sentido oscuro- era como una especie de prueba para ver si me encontraba en el nivel esperado. También nos sucedió en La Habana. Yo sentí ese peso pero cuando uno está seguro y se involucra de verdad todo evoluciona de manera positiva”.

¿Quiénes han influido en tu formación como actor?

En mi adolescencia fue muy bonito pensar el teatro desde lo realista y el método de Konstantín Stanislavski con un profesor que estudió en Rusia. Después me influyó toda la zona experimental barbiana de la ENA (Escuela Nacional de Arte) en Santa Clara donde se impartían muchos talleres con Magdalenas sin fronteras. Esos talleres me abrieron el espectro a lugares desconocidos. Tuve profesores que admiro muchísimo.

“Las zonas más fuertes de mi formación fueron el trabajo con Alexis Díaz de Villegas –alias el Majá- en La otra orilla. Fue un tiempo de entrenamiento, de búsquedas. Otra zona importante durante mi etapa de estudiante del ISA fue el proyecto Tubo de ensayo que me enseñó a entender el teatro desde otras maneras y me obligó a estudiar más porque ensanchó mi universo cultural”.

¿Existe algún nuevo proyecto con Raúl Martín?

“Por el momento queremos seguir poniendo la obra. La disfrutamos mucho. Hay cantidad de personas ansiosas por verla porque se considera como una obra museo que debe conservarse en el repertorio de Teatro de la Luna y no me gustaría que muriera. Después Raúl quiere hacer algo nuevo con Yordanka Ariosa, Luis Manuel Álvarez y yo. Todavía no sabemos que será. Me gustaría participar en otros montajes de Raúl”.

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