Los regalos navideños que necesita el béisbol en Cuba

Rescatar el pacto con MLB, dar vida al Salón de la Fama, establecer vínculos sólidos con su emigración, solucionar problemas estructurales internos... todo eso y un poco más necesita el béisbol cubano para resurgir.

Los problemas del béisbol cubano van mucho más allá que cambiar la estructura y recuperar la calidad de la Serie Nacional. Foto: Otmaro Rodríguez.

Los problemas del béisbol cubano van mucho más allá que cambiar la estructura y recuperar la calidad de la Serie Nacional. Foto: Otmaro Rodríguez.

Se acaba el 2019, otro año miserable para el béisbol cubano, que fracasó de punta a cabo en cuanto torneo se presentó. Para colmo de males, los despropósitos organizativos empañaron a más no poder el concierto doméstico, deslucido y carente de valores cualitativos, al margen de la rivalidad entre los conjuntos involucrados.

En un intento por maquillar el desastre, se puso un nuevo rostro –Ernesto Reynoso– en la Dirección Nacional de Béisbol (DNB), un movimiento presumiblemente estéril porque en el cambio solo se sacrificó la anterior cabecera (Yovani Aragón fue el “sacrificado”), sin tocar ninguna de las estructuras visiblemente dañadas de la organización.

Después, se convocó a una consulta popular que, a juzgar por los datos, parece haber sido cualquier cosa menos popular. Poco más de 3.000 opiniones recogió la camarilla beisbolera, cifra irrisoria teniendo en cuenta los millones de personas que, en Cuba, pueden dar un criterio constructivo sobre el pasatiempo nacional.

En fin, una desinflada y ficticia demostración de democracia –si no dices lo que quiero escuchar, te multiplico por cero–, un visible ejercicio propagandístico, una estrategia perfecta para desviar la atención de la pésima gestión hasta la fecha de la DNB.

Pero en medio de este panorama (mayormente sombrío), llegan las luces de Navidad, y el béisbol cubano tiene una inmensa lista de deseos (o necesidades), las cuales intentaremos ilustrar.

Más capital para la base

Aunque Cuba logre insertar a sus mejores peloteros en el mercado internacional y conservar los vínculos con ellos de cara a los eventos foráneos, la crisis del béisbol continuará en tanto no se consiga potenciar como Dios manda los sistemas de iniciación en la Isla.

Rescatar la base debe ser una de las prioridades de las autoridades del béisbol cubano. Foto: Getty Images.

El paso fundamental en el resurgimiento de la base está directamente vinculado a una importante inversión monetaria, la cual propiciaría mejores condiciones en los terrenos de barrios y municipios, más implementos para los chicos que comienzan en el deporte, y mayor remuneración económica para los entrenadores de categorías menores.

A simple vista, es una ecuación sencilla, una inversión segura, pero las limitaciones económicas del país han impedido que la base sea el eslabón más importante de la cadena, aplastada también por el eterno triunfalismo de los que dirigen.

Cambiar este panorama debería ser una de las prioridades para la DNB y la Federación Cubana, que por concepto de contratos han ingresado no poco dinero en los últimos años. Además, ahora cuentan con el importante apoyo de la renacida Industria Deportiva.

En aras de cumplir sus deseos, las dos organizaciones deberían ser también un poco más transparentes respecto al estatus del acuerdo con las Pequeñas Ligas –se firmó en marzo y no se ha dicho nada más de su evolución desde entonces–, mediante el cual, en teoría, se podría crear todo un sistema organizado de captación de talentos y un marco competitivo inexistente ahora mismo en la nación.

Asociación de Jugadores ya

Muchos dicen que mejorar las múltiples cuestiones organizativas que comúnmente fallan en la Serie Nacional es fundamental para elevar la calidad del máximo torneo beisbolero de Cuba. Sin embargo, vital en ese salto cualitativo deberías ser también la creación de una Asociación de Jugadores que represente y defienda los derechos de los atletas.

El surgimiento del sindicato de peloteros no puede postergarse más, porque hoy por hoy los protagonistas del juego no cuentan con una manta que los ampare ante las situaciones más insospechadas que se dan en el concierto beisbolero antillano.

Los peloteros cubanos necesitan unirse y demandar la creación de un sindicato de jugadores. Foto: Ricardo López Hevia / Archivo.

Sanciones disciplinarias aplicadas con muy poco sentido común (a veces excesivas, a veces simbólicas), partidos al mediodía, acumulación de dobles programas, juegos a siete innings o injusta política de pago, son algunos de los aspectos que, de existir una Asociación de Jugadores, se habrían discutido mucho más y probablemente nunca habrían sido aprobados.

Quizás por ello el surgimiento del sindicato de peloteros no es un deseo de la Dirección Nacional ni de la Federación Cubana, en cuyas mentes lo último que necesitan es a un grupo organizado de jugadores que exijan sus derechos y cuestionen decisiones erradas de cabo a rabo.

Los propios peloteros, tanto activos como retirados, deberían ser los primeros en reclamar por la creación de la Asociación, imprescindible para ayudar a regular los roles en el ámbito doméstico.

¿Quieren un Comité de Árbitros?

Como mismo sucede con los jugadores, los árbitros necesitan tener un Comité propio, el cual serviría, entre otras cosas, para equilibrar la balanza en la Serie Nacional, donde ahora mismo todo lo controla el ojo de Sauron de la DNB.

Este sindicato de los jueces les permitiría negociar, por ejemplo, sueldos decorosos que acaben de una buena vez con los poco más de 30 pesos por partido que hoy cobran en los duelos de primer nivel. Además, independizarse les ayudaría a estar menos comprometidos con las acciones de la DNB.

Por otra parte, el surgimiento de un Comité representaría un paso decisivo en la creación de una Escuela Cubana de Arbitraje, proyecto del que muchas se ha hablado, pero que no se ha concretado. Ese sería un espacio de formación, especialización y superación de todos los jueces vinculados al sistema competitivo nacional, desde las categorías menores hasta el máximo escalafón.

Esta idea tampoco figura en la lista de deseos de las autoridades beisboleras, aunque les traería múltiples beneficios. Por solo citar uno, la DNB tendría menos compromiso a la hora de pedir cuentas por equivocaciones marcadas de los jueces, que pueden ir desde un mero error de interpretación de reglas hasta abuso de poder en el terreno. De todo eso vemos hoy en la Serie Nacional y no pasa nada.

Los árbitros cubanos no pueden seguir siendo parte de la Dirección Nacional de Béisbol. Foto: Ricardo López Hevia / Archivo.

¿Cuándo llegarán las escalas salariales?

Los tiempos en que un pelotero cubano estaba emplantillado en una empresa estatal y cobraba según la plaza que allí ocupara han terminado. Ahora todos los jugadores de la Serie Nacional reciben una remuneración tras firmar contratos con la DNB.

Pero sucede que esos contratos son una burla, una carga de exigencias para los jugadores a cambio de un pago irrisorio e igualitario, sin que medien los roles de los propios atletas. No hay distinción entre los salarios de suplentes y titulares, de estrellas y reemplazos, de peloteros ya eliminados del campeonato y los que todavía siguen en la pelea.

Esta situación irrita a los protagonistas, quienes esperan por un brusco giro de timón de las autoridades, mucho más ahora que se habla de un inminente cambio de estructura para el 2020.

Si no se altera el futuro, el próximo año se desarrollará la Serie Nacional como torneo central de primavera y verano, mientras a finales de curso llegará una parada superior con la Liga Invernal, a priori un evento similar al del resto de los circuitos del Caribe.

Ese torneo debe tener otros contratos, salarios superiores y diferenciados, aspecto este último que habrá que aplicar también en la Serie Nacional.

Si abordar este tema no es una prioridad para Ernesto Reynoso y compañía, entonces seguiremos sumergidos en una espiral de graves problemas.

Dando vueltas al Salón de la Fama

Cuidar la memoria histórica no ha sido, precisamente, una virtud de las autoridades del béisbol cubano, y la prueba más clara es la obstinada censura al Salón de la Fama que periodistas, especialistas, historiadores y artistas han intentado rescatar en más de una ocasión durante la década que recién termina.

Otro swing al aire del béisbol cubano

Si bien se logró realizar una exaltación en el 2014, los intentos posteriores no fructificaron por decisiones que se escapan, incluso, de las manos de los directivos beisboleros. “Instancias superiores” han vetado la entrada, por ejemplo, de Antonio Pacheco, quien por números e impacto –tanto de jugador como de manager– merece un espacio junto a los inmortales de la nación.

Acabar con esa resistencia debe estar en la lista de prioridades de la DNB y la Federación Cubana, dos organizaciones a las que les urge despojarse de miedos y rencores, y trabajar de conjunto con todos los especialistas para sacar a flote el moribundo Salón de la Fama.

Mientras, el tiempo sigue pasando y decenas de peloteros, managers y árbitros de impecable trayectoria deportiva, leyendas vivientes del pasatiempo nacional, permanecen sometidos a una cruel espera para entrar al templo de inmortales.

Unir a la diáspora beisbolera

La crisis de la pelota cubana en las dos últimas décadas ha empujado a cientos de peloteros hacia otros países. Lejos de la Isla han intentado superarse profesional y económincamente, dos de los puntos más flojos del sistema beisbolero antillano.

El éxodo ha sido tal que lo mismo podemos encontrar a grandes estrellas en Estados Unidos, Japón, México, Venezuela, República Dominicana y Puerto Rico, o a figuras emergentes que han sido pioneros del deporte en Rusia, Gran Bretaña o Alemania.

Muchos de esos jugadores, aunque mantienen lazos sentimentales con Cuba, no volverían a representar a su país, pues tienen un compromiso muy grande con las naciones que les abrieron las puertas cuando su camino estaba despejado.

Unir a los peloteros de aqui y allá en una selección nacional es una tarea pendiente para las autoridades del béisbol cubano. Foto: Getty Images / Archivo.

Sin embargo, otro mayúsculo grupo, independientemente de dónde se encuentre, sí desea vestir la casaca de las cuatro letras o regresar a su tierra para jugar con el equipo provincial que le abrió las puertas de los diamantes.

Dar vida a esos sueños no puede ser solo responsabilidad de los atletas, también debe existir la voluntad política para dejarlos entrar sin tantos requisitos y sin tanta dilación. Pavel Quesada, miembro de la última selección nacional, estuvo casi un año (o más) a la espera de sus papeles de repatriación, tiempo muerto, tiempo que el sureño vio los toros desde la barrera y no pudo aportar nada a sus Elefantes.

Situaciones de este tipo no deberían darse, como tampoco debería suceder que las autoridades beisboleras (o quien quiera que sea que tome las decisiones de peso) se sienten en sus sillas a esperar que los jugadores vengan a solicitar su reinserción. Ese no es el camino.

Si Cuba realmente quiere unir a su diáspora beisbolera, necesita mostrar una actitud más conciliadora, abrirse al diálogo, presentar sus argumentos y exigencias, y aceptar también las condiciones de esos jugadores que, en muchos casos, fueron empujados hacia afuera por el propio sistema deportivo de la Isla.

Quizás este sea un deseo de todos los que dirigen el béisbol, quizás no, pero lo que sí puedo asegurar es que millones de aficionados esperan por el día en que por fin se abra el puente que una a todos los cubanos, sin importar nada más que el deporte.

Rescatar el pacto con la MLB

El 2019 empezó con la sensación de que las cosas podían ir mejor para el béisbol cubano, que presumía de un importante acuerdo con la MLB para normalizar el flujo de peloteros hacia los sistemas organizados de Estados Unidos.

Sin embargo, la administración de Donald Trump vetó el pacto antes de materializarse, volvió la incertidumbre y creció nuevamente el número de salidas de la Isla luego de una desaceleración marcada a finales del pasado año.

Cae el Acuerdo con la MLB, vuelve la zozobra

De momento, no hay pistas sobre un posible rescate del pacto y las vías de solución son pocas, al menos mientras Trump siga en la presidencia estadounidense y mientras la Federación Cubana no demuestre realmente su estatus de organización no gubernamental, uno de los puntos clave en el acuerdo.

Béisbol y autonomía, ¿van de la mano?

En Cuba, millones de personas dedican un momento de sus días a discutir de béisbol en una esquina, en peñas, en centros laborales, en escuelas. Y también millones de personas dedican un momento de sus días a ver o escuchar al menos unos innings de cualquier partido, ya sea en el estadio, por televisión o por radio.

Ahora bien, de esos millones, un enorme por ciento apunta insistentemente a la gestión de Higinio Vélez, presidente de la Federación Cubana, y lo ubica como el máximo responsable de los descalabros del deporte nacional en los tres últimos lustros.

Hasta cierto punto, yo también culpo a Higinio –y a otros tantos– por muchos males de la pelota cubana, pero, en realidad, no podemos cegarnos. Durante años, él ha operado bajo las estrictas indicaciones de esas misteriosas “instancias superiores”, las que verdaderamente deciden los rumbos del béisbol en la Isla.

Todos culpan a Higinio Vélez, pero en realidad los problemas del béisbol cubano trascienden su figura. Foto: Swing Completo / Archivo.

El santiaguero, con una historia riquísima como manager, ha sido simplemente la cara visible del desastre, el hombre que opera con mano dura bajo instrucciones precisas de otras personas, las mismas que, a cambio, lo han inmortalizado en el cargo a pesar de la presión popular.

Y justamente ahí estaría el mayor pecado de Higinio. Muchas de las decisiones que le ha tocado implementar solo han perjudicado a los peloteros, a los protagonistas del juego, a los ídolos de la fanaticada.

Lo mismo pudo suceder en su momento con Heriberto Suárez, Yovani Aragón o ahora con Ernesto Reynoso, los directores nacionales que también han cargado con su buena dosis de críticas al ser los rostros representativos de muchos instantes amargos.

Todos ellos, de alguna manera, deberían levantarse y pedir autonomía, pedir libertad para implementar sus ideas, las cuales, probablemente, sin tanto matiz político, puedan cambiar el panorama hoy sombrío del béisbol cubano.

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