Un “Cubanito” en la Little League

Rafael Rosendiz, uno de los pequeños peloteros que en 1959 ganó la lid nacional con el equipo Banco Pedroso, de Florida, Camagüey, y derrotó a una selección de estrellas de la Little League, ofrece su testimonio a OnCuba.

Rafael Rosendiz. Foto: Oreidis Pimentel

Rafael Rosendiz. Foto: Oreidis Pimentel

En varias ocasiones ha visitado Estados Unidos. Bien conoció antes los grandes rascacielos neoyorkinos, avenidas, taxis amarillos y autobuses, esos que lo llevaban rumbo a un sencillo sitio de Pennsylvania donde otros chiquillos como él pululaban por la media luna de un campo de juego. El tiempo pasó, pero hace poco, en uno de esos viajes al norte, la suerte quiso devolverlo a los tiempos de antaño: “Encendí por casualidad el televisor y ponían la transmisión de la World Series Little League ¡Coño, el mismo estadio, con las mismas cosas! Me erizo. Eran 40 años… ¡Lo han mantenido, lo mantienen todo! Yo tengo fotos y cuando miro es el mismo lugar, no se toca… ¡Yo le lancé y les gané allí a los americanos!”

Tras el hilo conductor de una anterior crónica sobre la historia del béisbol infantil y el proyecto de los Cubanitos, hoy OnCuba propone el testimonio de Rafael Rosendiz, uno de aquellos pequeños peloteros que en 1959 no solamente consagró al equipo Banco Pedroso, de Florida, Camagüey, como campeón nacional, sino que derrotó a una selección de estrellas estadounidense de la Little League e incluso al equipo de la Pony League, una categoría superior.

“Yo progresaba como segunda y pitcher. Jorgito Hernández, que fue jugador de Series Nacionales, era el short, éramos la mejor combinación entre aquellos niños. Sobresalí en el colegio de Artes y Oficio y entonces me captaron para el club de la asociación Rotario, patrocinado por el cónsul norteamericano de Paul Tate, presidente también del Colegio Episcopal en Camagüey.

El estadio de Williamsport, en Pennsylvania, despierta la nostalgia de Rafael Rosendiz.
El estadio de Williamsport, en Pennsylvania, despierta la nostalgia de Rafael Rosendiz.

“Los equipos de los Cubanitos tenían diferentes nombres. Era gente que pagaba para que representaran a su firma, pero no era que se preocuparan tanto por nosotros. Se jugaba con tenis o sin almorzar, no importaba, el ambiente nos inhibía del entorno de pobreza en que vivíamos algunos, era como un sueño. Siempre nos daban malta y bocaditos y eso te hacía sentir placer, motivación en aquella época difícil. Claro, cuando Rotario ganó, los afiliados sí nos llevaron al Gran Hotel, que era un súper lujo entrar porque era el más caro de la ciudad.

“A pesar de todo, considero con absoluta certeza que Cuba todavía no ha logrado semejante organización y trabajo después de aquella experiencia. En el 1961 estuve en mi último juego, luego me dediqué al estudio y a la política. Sin embargo, hoy me digo ¡Pero qué distinto era entonces! ¡Cuando aquello no había dinero, el Estado no daba dinero, y este gobierno lo gasta todo el deporte, lo apoya, pero los resultados no están!”

Aunque Rosendiz era pitcher con el equipo Rotario, el campeón en su provincia fue el Banco Pedroso, por encima de ellos y de las novenas Leones, Shell y Compañía Cubana de Fianzas. Como él había sido líder en promedio de carreras limpias (1.22) y en anotadas (24) lo incluyeron como refuerzo, a la postre el arma secreta de los floridanos.

Rafael Rosendiz (izquierda) tras uno de los partidos decisivos de 1959. Foto: Archivo de Rafael Rosendiz
Rafael Rosendiz (izquierda) tras uno de los partidos decisivos de 1959. Foto: Archivo de Rafael Rosendiz

El torneo final entre seis provincias transcurrió entre el 1ro y el 6 de agosto de 1959. Felipe Guerra (director de la DND) lanzó la primera bola, en una inauguración a la cual asistieron Clemente Inclán, (rector de la Universidad de La Habana), José Llanusa (alcalde), el embajador estadounidense Philips Bonsal, el empresario Bobby Maduro, el director de deportes de la Universidad Central de Las Villas, Alfredo Pino Puebla, y Álvaro Álvarez, el representante de la empresa La Tropical.

Con la dirección de Eufracio Caro, los niños del Banco Pedroso no creyeron en Los Jimaguas de Tallapiedra, subcampeones Cubanitos de 1958, campeón habanero en el 59; ni en K-Listo de Banes, Oriente; Firestone, de Santa Clara; Shell, de Artemisa (entonces provincia de Pinar del Río); ni en los chicos del International Harvester, de Versalles, Matanzas.

“Cuando ganamos, nos dieron una comida a todos los Cubanitos en el salón Hevia de La Tropical. Fue tremendo, y nos regalaron a cada uno un libro del Quijote y otros suvenires. Luego nos llevaron de recorrido por La Habana, nos mostraron la embajada norteamericana, el Malecón, la esquina de la famosa Engañadora, un banquete en el Coliseo de la Ciudad Deportiva y también al Club Náutico Internacional. Muchos no conocíamos la capital, había niños muy humildes. Fue bonito. Todo lo dirigió Bobby Maduro, aunque no lo crean, él sí que les dedicaba tiempo a los niños a pesar de sus responsabilidades en la Liga Cubana y el Marianao.”

Entonces fueron llevados a Estados Unidos, costeado por la dirección nacional del Banco Pedroso de Cuba, la Dirección General de Deportes y la Dirección General de Educación Física del Ministerio de Educación.

El recorrido con Cubana de Aviación los llevó a Nueva York, Pittsburgh, Washington y Williamsport, siendo recibidos por los respectivos alcaldes, con coberturas en periódicos como el New York Times: “Allá tuvimos el placer de tener una clínica con ídolos como Pedro Ramos, Camilo Pascual y Willie Miranda, algo fantástico. Paseábamos por las avenidas, podíamos comunicarnos con la emigración puertorriqueña, compartir con otros niños, viajar en taxis y entrenar con nado en las piscinas, algo nuevo respecto al estilo cubano.”

La visita había coincidido con la celebración de las respectivas finales de la Little y Pony League, por tanto los organizadores decidieron enfrentarlos a sus estrellas.

Así Rosendiz encandiló a los scouts, pues derrotó 6-2 al Washington All Star (Pennsylvania), niños de su categoría, ante 15 000 personas y después, en el estadio Bryanwood, con solo 12 años, blanqueó al equipo de la Pony League (mayores en edad), e incluso se dio el lujo de dar el batazo decisivo. Le dieron apenas un hit en siete innings, con 16 ponches. Enseguida José “Mako” Pérez, coordinador nacional de la Asociación de Base Ball Infantil Cubanitos, recibió ofertas por su pupilo.

Equipo Banco Pedroso que ganó la Serie Nacional Cubanitos en 1959. Foto: Cortesía de Rafael Rosendiz
Equipo Banco Pedroso que ganó la Serie Nacional Cubanitos en 1959. Foto: Cortesía de Rafael Rosendiz

“No era para ir a los profesionales, sino para formarme como atleta y seguir los estudios en una escuela en Pittsburg. Gonzalo, nuestro cátcher, sí aceptó, pero yo regresé.”

Desde el inicio tengo la pregunta en el tintero: ¿por qué se truncó una prometedora vida beisbolera? “Por mi mamá. Me comuniqué por teléfono y mi papá tampoco quiso que yo me quedara. Cuando regresé a Cuba mencioné la posibilidad, pero ya había problemas con Estados Unidos. No le hice mucho swing, lo mío era Cuba.

“Sin embargo, toda mi vida había visto pelota de Grandes Ligas y… ¡Hombre yo quería jugar eso! No tenía previsto ser ingeniero o técnico. Se cortó la relación con Estados Unidos, lo dijo Fidel, y vinieron muchos acontecimientos. Ahora sobre esa área, de quedarse allá, venir y volver, no pasa nada, como mismo hago ahora con mi familia y no me voy a quedar. Antes sí era complicado. Me hice técnico en construcción, luego especialista en la Empresa de Construcción e Ingeniería ECOI 18, director de obras tales como un edificio para la biotecnología, una sala de terapia intensiva y una casa de visita.”

De aquellos pequeños campeones salieron profesionales formados por la Revolución. Seguramente todos guardan hoy ese recuerdo y… ¿quién sabe por dónde estarán? Tal vez sean de esos personajes que en la esquina del barrio hablan de pelota y cuando se les ocurre decir que cuando su niñez jugaron con los Cubanitos en los Estados Unidos no les crean.

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