El largo viaje de Lázaro Ramírez

Lázaro Ramírez olvidará muchos días en su vida, pero el 23 de junio de 2016 siempre estará en su mente. Cambió en un segundo la ilusión por la realidad. Llegó a la oscura síntesis del miedo y la incertidumbre, antes de pensar que significaba. Él sabía que quería y a la vez no sabía las direcciones ni los nombres de las calles por donde iba.

Sus pensamientos viajaban como el corazón del colibrí, a 80 latidos por segundos, pero tenía la decisión tomada. Entonces, el corazón resistiría. Ramírez fue el último beisbolista que abandonó un equipo Cuba de mayores en plena competencia.

Existen abundantes historias sobre la emigración del béisbol cubano en salidas furtivas. Meses antes, los Gurriel se fueron en una profunda noche de febrero.

Los hermanos Gourriel dicen adiós

Meses después, tocó el turno a Lázaro, el mejor primer bate de Cuba. Era un chico de 24 años que desafió las leyes del juego en los playoffs de la 55 Serie Nacional de Béisbol como refuerzo de Pinar del Río. Allí corrió, defendió, cortó y bateó jonrones a lanzadores como Vladimir García. Dejó línea ofensiva de 338/394/387 entre Villa Clara y Pinar del Río en ese 2015.

No hubo, tal vez, declaraciones de prensa ni alocuciones en el Noticiero Estelar sobre la partida. “Lazarito” Ramírez salió por una puerta trasera y distinta a la de Arocha, Ordoñez, Ametller, Contreras, Kendrys, Alexei o Chapman. Esta vez fue la puerta de una tienda.

“Tras abandonar el equipo en New Jersey me fui a Miami a entrenar tres meses” dice.

Horas después el periódico Vanguardia publicó una nota sobre la salida de Ramírez. Esta nota llegó al ávido lector antes de verse alguna letra escrita por la Comisión Nacional.

Para ese momento, ya Lazarito iba en el carro que lo redirigía hacia el Estado del Sol.

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“No quiso continuar con esta bonita batalla que tenemos aquí en Estados Unidos y Canadá” señaló el entonces Comisionado de Béisbol, Heriberto Suárez, desde el Museo Yogi Berra.

Él hombre que dijo estas palabras, Suárez, ya no continúa en su puesto de antes. Mientras, ya 23 franquicias de Grandes Ligas han observado a Lázaro Ramírez.

Ramírez vistiendo el traje del equipo Cuba. Foto: El Nuevo Herald.

“Él decidió abandonar la delegación. Esa es su decisión, él no está en el ‘roster’ (la alineación). Cuando se fue, el equipo luchó más. A nosotros nos esperan 11 millones de cubanos y representamos a 11 millones de cubanos, él sólo es una piedra” añadió Suárez.

Tras la destitución de Suárez como comisionado me pregunté si él también se habría convertido en una piedra. La misma que citaba la tarde que habló sobre la salida de Ramírez.

Ningún periódico ni cable que abarcó la noticia se centró en la parte deportiva. Nadie dijo que Ramírez era un excelente prospecto, más del tipo subestimado, pero con las herramientas genuinas para cumplir su sueño de llegar a MLB; ese mismo que sus antepasados siguieron.

La imagen del muchacho se utilizó para hacer política. Luego de ese día, quizá ningún periódico o página web volvió a recordar el nombre de Lázaro Ramírez.

El zurdo del pequeño poblado de Vueltas, en Villa Clara, no tenía pensado abandonar el equipo Cuba en New Jersey.

“Fue una decisión que tomé estando fuera de Cuba”, señala.

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Cuando terminaron de desayunar aquella mañana, los miembros del equipo Cuba fueron de compras. Cada jugador recibió dinero para este fin y los llevaron a un complejo de tiendas cercano al hotel, donde no existía mucha vigilancia.

Las personas que buscaban a Ramírez sabían que en cualquier momento saldría de la tienda. Esperaban que tomara la decisión. Ahora muchos podrán clasificar este tipo de desenlaces en decisión correcta e incorrecta. No existe tal tipología. Ramírez tomó su decisión.

Él podía elegir quedarse dentro de la tienda y regresar a Cuba. Y quizás ser cortado del equipo Cuba que iría al Clásico en marzo de 2017 -bajo la excusa de que Roel Santos era zurdo también- y a pesar de haber sido el líder de los bateadores y de estafas.

Podía elegir regresar a su pueblo donde ya era un ídolo del equipo Cuba de béisbol.

El coche estaba fuera y Ramírez dentro. Era cuestión de un segundo que él saliera de la tienda y se montará en el auto. ¿Salir de una tienda y montarse en un auto? ¿Cuántas veces se hace esto en una vida?

“Me salí de la tienda. Caminé hacia el parking y me monté en el auto que me esperaba. Ahí si ya me puse bien nervioso, pero la verdad no pudiera decirte en que pensaba”.

Su mente se puso en blanco. Por la carretera al máximo de 100 millas, el auto corrió despavorido y los pensamientos de Ramírez brotando sin detenimientos pasaban a la velocidad del tiempo. Le asomaba el miedo de tener que regresar a Cuba y enfrentar los enjuiciamientos de las instituciones y la gente.

No había arrepentimientos. Para su madre y su familia fue muy duro saberlo.

Ramírez persigue las Grandes Ligas y el terreno de béisbol es un campo de ensueños infinitos.

“Mi futuro y mi carrera solo depende del esfuerzo y dedicación que le ponga día a día para mejorar en el béisbol. Quiero llegar y hacer una buena historia de mi carrera y demostrarle a todas las personas que luego de mi salida del equipo Cuba pensaron que acabaría y no lograría mis sueños”.

Tras los meses de estancia en Miami, Ramírez marchó a México para obtener la residencia por un tercer país y aspirar a la agencia libre. Entrena en la academia de los Toros de Tijuana de lunes a sábado. En la memoria perviven aquellas horas de estremecimiento, de ideas bloqueadas y mentes en blanco.

Lázaro, durante un desafío en la Liga del Norte de México con los Tiburones de Puerto Peñasco.

Su entendimiento de la zona de strike es completo y su swing es liviano y corto. Su tiempo de juego en la Liga del Norte de México con los Tiburones de Puerto Peñasco ratifica el talento. Ramírez batea para 333 de average (40-132) con ocho dobles y dos jonrones. Participó hace una semana en el Juego de Estrellas de esta liga y sus progresos se aprecian, junto a la pasión de reforzar su debilidad.

Aquella tarde del 23 de junio continúa viviendo en él. En una región donde lo fortalece. Aquella ruta tormentosa de no tener certeza no lo persigue más.

“Es una decisión un tanto difícil dejar toda tu familia detrás. Tus amigos, tu patria, las personas que siempre estuvieron apoyándote”.

En las disimiles fases del largo camino estará la libertad de no traicionarse a sí mismo.

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