¿Qué pasó en Barranquilla 2018?

La lucha, en sus diferentes modalidades, fue el deporte que más títulos aportó para Cuba en Barranquilla 2018. En la imagen, el cubano Daniel Gregorich (i) se enfrenta al venezolano Jorgen Cova en los 97 kg de la lucha grecorromana. Foto: Ricardo Maldonado / EFE.

La lucha, en sus diferentes modalidades, fue el deporte que más títulos aportó para Cuba en Barranquilla 2018. En la imagen, el cubano Daniel Gregorich (i) se enfrenta al venezolano Jorgen Cova en los 97 kg de la lucha grecorromana. Foto: Ricardo Maldonado / EFE.

Los Juegos Centroamericanos y del Caribe Barranquilla 2018 ya son historia. Luego de dos semanas de porfía, México destronó a Cuba como líder de la región, y lo hizo con suficiencia y solidez, tras mantenerse en la cima a lo largo de todo el evento.

Aun cuando tuvo un repunte en la segunda mitad de las competencias, la delegación cubana no pudo alcanzar a la mexicana –que le sacó 30 títulos de ventaja– y quedó por debajo de sus pronósticos, que le otorgaban la cúspide por países con unas 115 medallas de oro.

Ni siquiera la veintena de cetros de la penúltima fecha fueron suficientes para maquillar la derrota, para recortar la distancia definitiva y dar –al menos– un susto a los virtuales campeones. Por más que se apelara al optimismo y al orgullo nacional, el triunfo de México nunca se vio en peligro.

No fue, ciertamente, el escenario esperado, al menos no por las autoridades deportivas cubanas, que solo ante la inevitable caída variaron su discurso para ensalzar lo hecho por sus atletas y los rivales, y empinar la golpeada moral de los aficionados de la Isla.

Cuba valora su segundo lugar como “demostración de fortaleza”

Una lectura fría, cuantitativa, apunta a un declive –cierto, ineludible– del movimiento deportivo de Cuba. Sobrepasar a duras penas el centenar de coronas, quedar por debajo incluso de Colombia en el total de medallas, y perder el trono general por primera vez en 48 años –en 2002 y 2010 había sucedido, pero no por presentación– son argumentos tan contundentes como el iceberg del Titanic.

Sin embargo, por más tentadora –ante la arrogancia que negaba cualquier posibilidad de fracaso– que sea esta respuesta, no basta por sí sola. Otros factores también se combinaron, en mayor o menor medida, para cambiar el paisaje atlético del área y romper la burbuja en que ha flotado en los últimos años el deporte cubano.

Considerar estos factores, por separado y como conjunto, brinda una idea más precisa de lo ocurrido en Barranquilla, y ayuda a poner en perspectiva el presente y –sobre todo– el futuro del desempeño deportivo de la Isla a nivel internacional.

OnCuba les propone una mirada a cuatro de los aspectos más importantes a nuestro juicio.

Infografía: @Bquilla2018 / twitter.
Infografía: @Bquilla2018 / twitter.

1- La actuación de Cuba

La primera flecha no puede apuntar en otra dirección que hacia dentro. A fin de cuentas, fueron los deportistas cubanos los que no pudieron repetir los números de ediciones anteriores y –al margen de la organización del calendario– estuvieron siempre a la saga de los indetenibles aztecas.

Pero, ¿puede hablarse de una mala actuación de Cuba en Barranquilla 2018? Más allá de deportes y figuras puntuales que quedaron a deber, y de alguna que otra estrategia fallida, sería injusto decirlo así.

No llegar a los ya anecdóticos 115 títulos, parece más el resultado de una previsión ficticia, sobredimensionada, que de una comprensión del escenario deportivo en el que compitieron los cubanos.

Desde Veracruz 2014, cuando Cuba impuso su ley por países con 21 pergaminos dorados más que los de ahora, el entorno regional ha cambiado y también lo ha hecho el deporte de la Isla, con una renovación visible en sus filas –más del 60 por ciento de los atletas cubanos asistieron en Barranquilla a sus primeros Centroamericanos–, y un retroceso en disciplinas y modalidades tradicionalmente fuertes.

La jugadora de Colombia Mabel Martínez (izq) disputa el balón con la cubana Marlene Cepeda en la final de baloncesto femenino en los Juegos de Barranquilla. Foto: Luis Eduardo Noriega / EFE.
La derrota ante Colombia en baloncesto femenino fue una de las notas negativas de Cuba en Barranquilla 2018. Foto: Luis Eduardo Noriega / EFE.

El insuficiente fogueo internacional, las carencias de implementos, la fragilidad de las bases y la imposibilidad de mantener a los mayores talentos, entre otras dificultades, han venido pasado factura a varios deportes en el último cuatrienio –y desde antes también–, un arrastre que en muchos casos no se puede suplir con una preparación intensiva, por muy científica que sea.

Aun así, hubo disciplinas que rompieron pronósticos y dieron signos de alentadora recuperación, como la esgrima y el taekwondo; otras que confirmaron su crecimiento, como la gimnasia y el bádminton; otras que se mostraron inapelables y extendieron su dominio regional, como la lucha y el boxeo –a pesar de la sorpresiva derrota de Arlen López–; y otras que sacaron la casta para evitar males mayores, como el tiro y el ciclismo.

En contraste, otras como el remo y el judo quedaron por debajo y necesitarán replantearse sus estrategias futuras, mientras los representantes del atletismo cedieron la corona ante Colombia, en una muestra de sus potencialidades reales frente a rivales que les exigieron más de lo esperado.

Salvo los dos relevos largos y Rose Mary Almanza en los 1,500 metros, solo vencieron los que parecían a priori campeones indiscutibles.

En cuanto a los deportes colectivos, otrora bastión para Cuba en los eventos multideportivos, el performance del hockey y el voleibol de playa –que retuvieron sus cetros en uno y otro sexo– mejoró el pésimo arranque en la primera parte de los Juegos. Los títulos en polo femenino y balonmano y softbol para hombres, completaron la cosecha y permitieron igualar las siete coronas sumadas en Veracruz.

La imagen más negativa la ofreció el voleibol de sala, incapaz siquiera de colgarse un bronce y con un inédito y lamentable séptimo lugar para las muchachas; en tanto el tercer puesto del baloncesto masculino mejoró el sabor tras el increíble revés de sus compañeras en la final ante las colombianas.

2- La actuación de México

Tal vez Cuba pudo ganar algunos oros más en Barranquilla. Pero, ¿hubiesen sido suficientes para derrotar a los mexicanos?

El desempeño de México en los Centroamericanos fue sobresaliente, espectacular. Estuvo muy por encima de las previsiones de Cuba –que jamás imaginó que los aztecas mejoraran lo hecho en Veracruz–, de las de Colombia y, muy seguramente, de las propias. Sus cifras en cantidad de cetros y total de medallas, cercanas a los récords conseguidos en ausencia de la Isla –en San Salvador y Mayagüez, respectivamente–, hablan por sí solos.

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Los mexicanos recogieron los frutos no de una preparación de última hora sino de un crecimiento sostenido, y apostaron en grande a los Centroamericanos con sus principales figuras en la mayoría de los deportes. Cierto que se beneficiaron de disciplinas y modalidades que no son olímpicas –como el racquetbol, el squash y varias especialidades de la gimnasia rítmica y la natación artística–, pero a la par mostraron una eficiencia que les permitió aprovechar cualquier resquicio dejado por sus contrincantes.

Aunque no ganaron el fútbol y el baloncesto masculinos, dos de sus símbolos como delegación, sí lo hicieron en la natación, el ciclismo y el clavados, que por la suma de medallas eran más importantes. También sacaron una renta satisfactoria en el tiro y el tiro con arco, e incluso desbancaron a los cubanos en el remo y le arrancaron un oro a Colombia en el patinaje de velocidad.

En total, ganaron más deportes que Cuba y supieron aprovechar mejor las oportunidades que les brindó la competencia. De esta forma, inclinaron a su favor la balanza y cumplieron con la lógica, que los colocaba a la cabeza tanto por su mayor pujanza económica –un elemento cada vez más determinante en el deporte– como por su apabullante ventaja demográfica.

Puede que de cara a los próximos Panamericanos y los Juegos Olímpicos esta clarinada sea insuficiente, pero lo sucedido ahora no es un tiro al aire: es la confirmación de lo riesgoso que resulta la subestimación en los pronósticos y de que –a menos que el programa de los Juegos cambie radicalmente– destronar a México en Panamá 2022 no será cosa de coser y cantar.

3- La calidad de los Juegos

Los Juegos de Barranquilla no fueron, como regla general, una competencia menor. Cayeron decenas de marcas regionales y la mayoría de las pruebas exhibieron buena calidad para el nivel del área y, en algunos casos, hasta resultados de alcance universal.

Cuando el agua estaba al cuello para la delegación de la Isla y, luego, cuando ya era imposible alcanzar la cima del medallero, las autoridades deportivas cubanas echaron mano a este argumento como quien descubre el agua tibia. Como un comprensible error de cálculo, como una tabla de salvación.

En un encuentro con la prensa a falta de una jornada para el cierre del evento, Antonio Becali, presidente del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (Inder), reconoció que aunque esperaban unos Juegos de alta calidad, estos en realidad habían estado por encima de lo previsto por su institución.

Sin embargo, ¿cuán sorpresivo fue en verdad el nivel de las competencias?

Pues no tanto, ni siquiera en los casos en los que realmente fue alto.

Las autoridades deportivas de la Isla debían saber que, por lógica y orgullo, los anfitriones colombianos pondrían casi toda la carne en el asador y que México, envalentonado tras su crecimiento frente a Cuba en Veracruz, tampoco regalaría nada. Así aparecieron en Barranquilla medallistas olímpicos y mundiales como los cafeteros Caterine Ibargüen, en el salto triple, Yuberjen Martínez, en boxeo, y Alex Cujavante, en patinaje de velocidad; y los aztecas Iván García y Paola Espinosa, en clavados, y la arquera Aida Román.

Pero ya ellos habían estado antes en juegos centrocaribeños, así que su presencia no fue, en realidad, inédita. Como tampoco lo fue la de otros deportistas de primer nivel como la jamaicana Alia Atkinson, que en Barranquilla se convirtió en la nadadora con más títulos en la historia de estos eventos regionales; el esgrimista venezolano Rubén Limardo, rey en Londres 2012 y un espadachín habitual en las lides centrocaribeñas; y la tenista puertorriqueña Mónica Puig, monarca en Mayagüez 2010 y Veracruz 2014 antes de ser campeona olímpica en Río 2016.

Más llamativo fue el caso del atletismo, en el que se inscribieron figuras como el sprinter jamaicano Nesta Carter, el jabalinista trinitario Keshorn Walcott –campeón olímpico en Londres 2012–, el cuatrocentista dominicano Luguelín Santos, el vallista corto barbadense Shane Brathwaite, y el vallista largo Kyron McMaster, de Islas Vírgenes Británicas, uno de los líderes de su especialidad en el mundo y que estampó un tiempazo de 47,60 segundos. Su presencia, junto a los mejores exponentes de Cuba, México y Colombia, elevó la temperatura en el estadio Rafael Cotes, pero no lo suficiente como para igualar a Barranquilla 2018 con un certámen de estándar mundial.

Fue una buena competencia, emotiva en muchos casos, reñida –sobre todo en las especialidades sin la presencia de un archifavorito– en otros, pero no fue una Liga del Diamante.

La colombiana Caterine Ibargüen fue una de las estrellas universales en Barranquilla 2018, donde reinó por partida doble salto largo y triple. Foto: @elespectador / twitter.
La colombiana Caterine Ibargüen fue una de las estrellas universales en Barranquilla 2018, donde reinó por partida doble salto largo y triple. Foto: @elespectador / twitter.

En cualquier caso, inédito o no, sorpresivo o esperado, el nivel de estos Juegos viene a confirmar que los Centroamericanos y del Caribe ya no son un torneo más y mucho menos el paseísto apacible para los deportistas cubanos –salvo para extraclases como Mijaín López, cuya presencia fue más una guapería psicológica que una necesidad deportiva– de épocas anteriores. Son el primer paso hacia una meta mayor, un escalón cada vez más necesario para el crecimiento y consolidación de los atletas de cara a los competitivos sistemas de clasificación para las citas panamericanas y olímpicas.

Por ahora, y quizá para siempre, se terminaron los paseos para Cuba.

4- Las disciplinas no olímpicas

Si en Barranquilla 2018 se hubiese competido solo en los deportes y las modalidades que estarán en Tokio 2020, Cuba hubiera sido el campeón. Cerradamente, pero lo hubiera sido. No es una justificación, es una realidad.

La delegación cubana se ausentó en 91 pruebas de las 450 incluidas en el calendario, la mayoría en disciplinas que no pertenecen al programa olímpico. Esta variable, sin embargo, estaba en los pronósticos precompetencia de los autoridades cubanas, pero –contrario a lo previsto incialmente– terminó siendo decisiva.

Deportes no olímpicos como racquetbol y el squash, fueron de amplio dominio mexicano, al igual que modalidades que estarán ausentes en Tokio a pesar de que sus deportes sí verán acción en la capital japonesa. En gimnasia rítmica, por ejemplo, en la que México se colgó siete oros, solo dos de ellos podrían sumarse –el oro de Cuba en conjunto de 3 pelotas y dos cuerdas tampoco sería válido–, mientras que en la natación artística sucedería exactamente lo mismo: dos de siete.

México sacó una gran renta en la gimnasia rítmica. Foto: @TD_Deportes / twitter.
México sacó una gran renta en la gimnasia rítmica. Foto: @TD_Deportes / twitter.

También bajarían su cosecha otras disciplinas importantes para los aztecas como el tiro, el tiro con arco –solo el arco recurvo es olímpico–, el ciclismo y el taekwondo, en el que el número de divisiones se reduce drásticamente. Incluso en el remo los de México verían como los cubanos los adelantan, a pesar de haberlos vencido según el programa de Barranquilla.

En las pesas, por su parte, habría que cambiar la metodología, pues en los eventos centrocaribeños se premian los dos movimientos por separado –arranque y envión–, mientras que en los Juegos Olímpicos solo se entrega un cetro a la suma de ambos: el biatlón. Y en esta cuenta, los mexicanos también perderían ante Cuba.

En otros deportes faltan aspectos por precisar antes de 2020 –en el boxeo, por ejemplo, se debe reducir el número de divisiones masculinas–, por lo que, para estos cálculos, mantuvimos lo establecido hasta ahora. No obstante, medallas más o medallas menos, salta a la vista que el aporte de las disciplinas y modalidades no olímpicas fue mucho más signficativo para la delegación mexicana que para la de la Isla.

Sin embargo, lo cortés no quita lo valiente.

Los Centroamericanos y del Caribe no son los Juegos Olímpicos ni tienen por qué serlo. Responden a otra realidad, a otro contexto, y en este escenario todas las medallas –valgan o no en Tokio– cuentan. Y, casi seguramente, seguirán contando en el futuro.

Si Cuba no apuesta por los deportes y modalidades no olímpicas –con todo su derecho y toda la lógica también, por lo que financieramente significaría hacerlo para sus menguadas arcas–, tendrá que matizar entonces sus pronósticos y su discurso triunfalista y resignarse a ver cómo México y otros países los utilizan como combustible para sobrepasarla en el medallero.

No hay indignidad en ello, solo pragmatismo.

Con los Panamericanos de Lima 2019 al doblar de la esquina, y un panorama futuro cada vez más complejo, el deporte cubano tiene mucho que replantearse. La disyuntiva mayor parece ser adecuar o no las expectativas a las posibilidades –económicas, deportivas–, más allá de que se renueven las estrategias de formación y las tácticas competitivas, y se concilie –con inteligencia, sin resquemores– el regreso de muchos de los que partieron por su cuenta, pero no han perdido el deseo de competir por Cuba.

Barranquilla 2018 deja muchas lecciones. Solo hay que saber –y querer– aprenderlas.

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