Israel y Palestina se enfrentan a un choque de efectos devastadores tras el ataque de Hamás

La creencia de que el grupo militante Hamás evitaría una confrontación militar a gran escala con Israel quedó hecha añicos con un ataque sorpresa el sábado por la mañana por aire, tierra y mar.

La ciudad de Gaza después de que aviones de combate israelíes atacaran la torre Palestina en la ciudad de Gaza el 7 de octubre de 2023. Foto: EFE/EPA/MOHAMMED SABRE

Por Eyal Mayroz, University of Sydney

Hace medio siglo, Israel no supo anticipar el estallido de la guerra del Yom Kippur de 1973, un ataque contra sus fronteras por parte de una coalición de Estados árabes.

Ahora, parece que los aparatos de inteligencia del país han vuelto a ser víctimas de una falsa sensación de seguridad.

La creencia, ampliamente compartida en toda la sociedad israelí, de que el grupo militante Hamás evitaría una confrontación militar a gran escala con Israel para protegerse y evitar más sufrimiento y daños a los residentes de Gaza quedó hecha añicos con un ataque sorpresa el sábado por la mañana por aire, tierra y mar.

El ataque comenzó con una andanada de más de 2 mil cohetes lanzados contra Israel. Al amparo de los cohetes, una operación terrestre a gran escala, cuidadosamente coordinada, partió de Gaza y atacó más de 20 ciudades israelíes y bases del ejército adyacentes a la franja.

Las pérdidas israelíes, estimadas actualmente en más de 300 muertos y hasta 1 600 heridos, seguramente aumentarán en las próximas horas y días.

Las reservas militares de Israel han iniciado una movilización masiva mientras se llevan a cabo bombardeos aéreos contra instalaciones y puestos de mando de Hamás en Gaza. Hasta el momento se han registrado más de 300 bajas palestinas en Gaza y cerca de 2 mil heridos, según la Autoridad Palestina.

[NdelE: En las últimas horas se reportan más de 600 fallecidos en Israel, además de más de 100 personas secuestradas por Hamás.] 

El ataque con misiles sobre Israel deja esta escena en Tel Aviv. Foto: EFE/EPA/ABIR SULTAN

Cálculos detrás del ataque

Al igual que en el caso de la guerra de Yom Kippur, en las próximas semanas, meses y años se llevarán a cabo numerosos análisis e investigaciones sobre los fallos de inteligencia, operativos y políticos que permitieron el desarrollo del ataque de Hamás. Al parecer, el asalto no fue detectado inicialmente por Israel, y durante horas se encontró con fuerzas israelíes insuficientes o no preparadas.

Al igual que en la guerra de 1973, el momento elegido a propósito, un sábado y la festividad judía de Sucot, proporcionan pistas iniciales, aunque muy parciales, sobre la imprevisión israelí.

Los cálculos estratégicos de Hamás al lanzar el ataque son inciertos en esta fase. Sin embargo, la severidad garantizada de las represalias de Israel contra el grupo –y, en consecuencia, contra la población civil de Gaza– hace probable que entraran en juego consideraciones que van más allá de la mera venganza.

El secuestro de israelíes para intercambiar prisioneros con militantes de Hamás encarcelados en Israel, por ejemplo, ha sido uno de los objetivos más deseados de las operaciones militares del grupo en el pasado.

En 2011, un solo soldado israelí, Gilad Shalit, que llevaba cautivo en Gaza desde 2006, fue canjeado por más de mil prisioneros palestinos. Entre estos prisioneros se encontraba Yahya Sinwar, actual líder de Hamás en Gaza, que había cumplido 22 años en una cárcel israelí.

Partidarios de Hezbolá levantan los puños mientras portan banderas palestinas y de Hezbolá durante una manifestación para expresar solidaridad con los palestinos en la Franja de Gaza, en Beirut, Líbano. Foto: EFE/EPA/WAEL HAMZEH.

Los informes de docenas de israelíes cautivos en el asalto de este fin de semana –muchos de ellos civiles– sugieren que éste puede haber sido un motivo central del ataque. Un número indeterminado de rehenes retenidos durante horas por militantes de Hamás en dos ciudades del sur de Israel fueron liberados posteriormente por fuerzas especiales israelíes.

Otro objetivo más amplio de Hamás puede haber sido socavar las negociaciones en curso entre Estados Unidos y Arabia Saudí sobre un acuerdo para normalizar las relaciones entre el país árabe e Israel.

Frustrar estas conversaciones supondría una gran ventaja para Irán, uno de los principales apoyos de Hamás, y sus aliados. Aunque Teherán ha manifestado que apoya los ataques de Hamás contra Israel, en este momento sigue siendo incierto si Irán o Hezbolá (el grupo militante de Líbano que mantiene una creciente asociación con Hamás) abrirían nuevos frentes contra Israel en los próximos días.

Cualquier escalada del conflicto por parte de Irán o Líbano sería muy problemática para Israel. Lo mismo ocurriría si la guerra con Hamás exacerbara aún más las ya elevadas tensiones y los violentos enfrentamientos entre Israel y los grupos militantes palestinos en Cisjordania.

Los palestinos inspeccionan los alrededores destruidos de la Torre Palestina después de que aviones de combate israelíes la atacaran en la ciudad de Gaza, el 7 de octubre de 2023. Foto: EFE/EPA/MOHAMMED SABLE

¿Qué podría ocurrir a continuación?

La ofensiva de represalia de Israel contra Hamás en Gaza probablemente durará mucho tiempo. Los retos a los que se enfrenta son enormes.

Además de la necesidad de restablecer la confianza de la opinión pública israelí y de resucitar la destrozada disuasión militar contra Hamás y otros enemigos, es probable que el gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu tenga que hacer frente a otras complejidades:

También podría resultar difícil mantener el apoyo internacional a una operación agresiva en medio del creciente número de víctimas civiles palestinas.

Yemeníes sostienen una gran bandera palestina durante una manifestación que muestra apoyo a las facciones islámicas palestinas, en Sana’a, Yemen. Foto: EFE/EPA/YAHYA ARHAB.

La actual ronda de violencia apenas ha comenzado, pero podría acabar siendo la más sangrienta en décadas, quizá desde la guerra entre Israel y los palestinos en Líbano durante la década de 1980.

Como se ha señalado, los israelíes considerarán de vital importancia recuperar la capacidad de disuasión militar de su país frente a Hamás, lo que puede hacer necesaria una toma militar de Gaza. Esto tendría consecuencias más devastadoras para la población civil de Gaza.

Para muchos palestinos, los acontecimientos de este fin de semana ofrecen a los israelíes una pequeña muestra de lo que han sido sus propias vidas bajo décadas de ocupación. Sin embargo, es probable que las primeras celebraciones se conviertan pronto en ira y frustración, ya que el número de víctimas civiles palestinas seguirá aumentando. La violencia engendra violencia.

Yemeníes pisotean una bandera israelí durante una manifestación que muestra apoyo a las facciones islámicas palestinas, en Saná, Yemen. Foto: EFE/EPA/YAHYA ARHAB

A corto y medio plazo, el trauma del ataque sorpresa de Hamás tendrá consecuencias trascendentales para la política interior de Israel.

Todavía es demasiado pronto para evaluar las posibles repercusiones a largo plazo del ataque sobre los israelíes y su sensación de seguridad. Pero una cosa está clara: las ya difíciles perspectivas de creación de confianza entre los pueblos israelí y palestino acaban de sufrir un golpe devastador.

En sus memorias de 2022, Bibi: Mi historia, Netanyahu escribió sobre su decisión durante la operación “Pilar de Defensa” de Israel contra Hamás en 2012 de evitar un ataque terrestre israelí en Gaza.

Tal ataque, advirtió, podría provocar muchos cientos de bajas en las Fuerzas de Defensa israelíes y muchos miles de bajas palestinas, algo a lo que se opuso rotundamente. Autorizó incursiones terrestres en otras dos ocasiones (operaciones “Plomo Fundido” en 2008 y “Borde Protector” en 2014. Pero su tendencia a la cautela prevaleció en otros casos frente a fuertes presiones militaristas.

Podría decirse que el trauma nacional por la ofensiva de Hamás y la composición radical del gobierno de derechas de Netanyahu le harán muy difícil mostrar una moderación similar en los próximos días.The Conversation


Eyal Mayroz, Senior Lecturer in Peace and Conflict Studies, University of Sydney

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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