Generaciones y derechos

Ciertos procesos tecnológicos avanzan a mayor velocidad que los conceptos morales y/o jurídicos y viceversa, lo cual genera interrogantes y contradicciones que sólo el tiempo y la práctica social pueden resolver.

El fundador de Telegram, Pavel Durov, fue presentado ante un juez francés el 28 de agosto en París, de cara a un posible proceso después de días bajo custodia policial. Durov fue arrestado el 24 de agosto en el aeropuerto Le Bourget por los vacíos en la moderación de su plataforma. Foto: EFE/EPA/MOHAMMED BADRA.

La detención y probable enjuiciamiento en Francia de Pável Durov, ciudadano y multimillonario ruso, fundador y director general de Telegram, relanza un antiquísimo debate acerca de la libertad de información y la privacidad de la correspondencia y las comunicaciones individuales. Estas prerrogativas, no por conocidas y respetadas como fundamentos de la convivencia, frecuentemente, las autoridades que deben protegerlas, las ignoran y las pisotean aludiendo diversos pretextos, los más socorrido son la seguridad nacional y el orden público.

La libertad de información supone la libre circulación de las ideas, el acceso al conocimiento de los hechos y la expresión de la opinión en la prensa y los medios de difusión, así como la protección de la privacidad en los negocios, el secreto bancario, las relaciones de los abogados con sus clientes, los contactos entre médicos y pacientes, así como creyentes y confesores. Un precepto esencial es la protección de las fuentes por los periodistas.

Estas prerrogativas, junto a las legislaciones que obligan a los gobiernos y a los estados a la transparencia en la gestión pública, también señalan límites al poder y preservan a los ciudadanos de la intromisión en su privacidad, entre otros por los gobiernos y los agentes del orden, especialmente policías y jueces que no son omnímodos ni omniscientes.    

La libertad de información forma parte de la primera generación de derechos humanos y ciudadanos codificados a partir del siglo XVIII en documentos trascendentales. Se trata de la Declaración de Independencia de las Trece Colonias de Norteamérica, las Diez Primeras Enmiendas a la Constitución de los Estados Unidos, adoptadas en 1789, así como la Declaración de los derechos del Hombre y del Ciudadano de la Revolución Francesa de 1789 y la Declaración Universal de los Derechos Humanos de Naciones Unidas de 1948.

Esta última resume lo alcanzado por la humanidad en esa área y es parte del proceso de formación de un orden internacional consensuado y que dio lugar a la adopción de la Carta de la ONU y a la propia organización, así como a la creación de diversas agencias y acuerdos —vinculantes o no— que regulan la convivencia internacional.

Esta familia de derechos, no agotan otros que han emergido en la trayectoria de la humanidad como son los de carácter económico y social, los derivados de la lucha contra el racismo y todas las formas de discriminación, los asociados con las mujeres y las niñas, los relacionados con el género y las discapacidades, así como los asociados al medio ambiente, la ecología, el clima y la paz, y otros, que puedan ser identificados en el futuro, los cuales deberán ser codificados e incorporados al consenso universal.

El proceso judicial iniciado en París, cuya identidad parece asociarse tanto a derechos de primera generación como a otros surgidos del auge de la digitalización y la informatización de las sociedades, del acceso, tanto a los medios de difusión convencionales como a las nuevas tecnologías de la información y que implican a un joven y exitoso creador y ejecutivo ruso de proyección internacional, que puede o no haber cometido las faltas que se le imputan, pero que  ha ejercido y gestionado áreas que forma, parte de un debate tan contemporáneo como universal.

Este capítulo se asocia a la publicación en 1971 de los papeles del Pentágono realizada por Daniel Ellsberg (†) quien por aquella acción llegó a ser considerado por la administración del presidente Nixon como “El hombre más peligroso de los Estados Unidos”. Su falta a los ojos del gobierno, fue revelar contundentes verdades sobre la guerra en Vietnam. Esa zaga incluye la penalización de Edward Snowden, Chelsea Manning (antes Bradley Edward Manning) y el más trágico por los sufrimientos que acarreó y notorio por su novelesco final que involucró a WikiLeaks y Julian Assange y, con razón o sin ella, amenaza a otros altos ejecutivos de redes sociales, aplicaciones y entidades asociadas a la comunicación.

En el examen de estos y otros cuestionamientos, es preciso tener en cuenta que algunas de estas personas, dotadas de talentos excepcionales, espíritu de innovación y ambiciones personales que, además de fundar imperios empresariales, y acumular multimillonarias fortunas, realizan importantes aportes al progreso general de la humanidad.

La fama y los servicios no los absuelve ni le conceden patentes para cometer faltas. No obstante, en virtud de sus aportes y sus servicios, merecen ser tratados con respeto y consideración. Tengo la certeza que, a algunos de ellos, como Bill Gates y Steve Jobs y otros de su generación, se les recordará y se honrarán como se hace con Edison, Ford, Benjamín Franklin, Louis Pasteur, los hermanos Lumiére, Nikola Tesla, y otros que con su impronta marcaron una época magnífica.

Los fenómenos que, como los derechos humanos y civiles, en este caso la referencia a libertad de información y la preservación de la intimidad que operan a escala de toda la sociedad son históricamente condicionados y objeto de mutaciones en ocasiones trascendentales. En el siglo XIX que una dama mostrara la rodilla era objeto de sonrojo y un discreto escote un atrevimiento de escándalo. Entonces el correo postal operaba mediante sobres cerrados y sellados y era entregado en mano propia por uniformados carteros, mientras hoy, sin apenas intervención humana viajan por el éter, dando lugar a la creación del ciberespacio.

Debido al progreso, a las posibilidades que ofrecen la escolarización, el acceso a las tecnologías y la disposición a la socialización, los comportamientos sociales, incluidos los asociados a la información y la intimidad han cambiado y lo han hecho también los juicios morales y los preceptos judiciales.

A pesar de que los administradores de redes advierten que es difícil garantizar la seguridad de las comunicaciones por el ciberespacio, se generalizan las consultas legales, médicas, los debates políticos “on line” en los cuales se ofrece una enorme diversidad de opiniones y se divulgan toneladas de informaciones.

Es frecuente que cientos de millones de personas aireen en las redes sociales asuntos que antes eran conservados en la intimidad, soliciten consejos para adquirir créditos e incurrir en deudas, contraer matrimonio o divorciarse, y pedir y recomendar remedios para prevenir embarazos y el asunto de los abortos es parte del debate social y de manifestaciones públicas. Esas mismas personas también se pronuncian por la protección de la intimidad.

No es extraño que ciertos procesos tecnológicos avancen a mayor velocidad que los conceptos morales y/o jurídicos y viceversa, lo cual genera interrogantes y contradicciones que sólo el tiempo y la práctica social pueden resolver. Es pronto para saber cuáles son las verdades y la gravedad real de las imputaciones contra Pável Durov, pero, del mismo modo que la ley lo considera inocente mientras no se demuestre lo contrario, por mí parte le concedo el beneficio de la duda. Allá nos vemos.    

 


Este artículo fue publicado originalmente en Por Esto!

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