Miles de moscovitas acudieron este sábado a despedir al primer y último presidente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, fallecido el pasado 30 de agosto a la edad de 91 años.
Fueron muchos los que madrugaron para darle el último adiós al líder soviético en una ceremonia en la Casa de los Sindicatos de la capital rusa, en presencia de su familia, y a la que asistieron artistas, políticos y otras celebridades.
No obstante, las honras fúnebres no tuvieron rango de funeral de Estado y no contaron con la presencia del presidente Vladimir Putin, quien se despidió antes del fallecido exmandatario y depositó una ofrenda floral en su honor previamente a un viaje por razones de trabajo a la región de Kaliningrado.
Aunque la cúpula del país estuvo representada por el vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia y expresidente Dmitri Medvédev, muchos tomaron la ausencia de Putin como una especie de desaire, aunque no fue una sorpresa en el contexto de la situación actual de Rusia y el conflicto con Ucrania y Occidente.
Para Moscú y buena parte de sus 15 millones de habitantes este sábado fue un día cualquiera, pero no para los que hicieron cola para entrar al recinto, casi todos por más de una hora. La fila alcanzaba el cercano teatro Bolshoi, a más de 500 metros.
Aunque predominaban los rostros de personas entradas en años que seguramente vivieron la era de la perestroika, no fueron pocos los jóvenes que se acercaron, bien por respeto o curiosidad. Muchos de los asistentes llevaban flores para colocar a la entrada, siempre en cantidades pares, tal como manda la tradición rusa para los fallecidos.
Entre los rostros conocidos estuvo el de Alla Pugachova, estrella de la música pop soviética y rusa.
Gorbachov fue enterrado en el cementerio Novodevichi, donde descansa su mujer, Raiza Gorbachova, y no en la muralla del Kremlin, como la mayoría de los líderes rusos y soviéticos.
A pesar de ser un día soleado de principios de otoño, justo durante el tiempo que duró el entierro cayó un fuerte chubasco que terminó al bajar el ataúd.
Algunos rusos, tan propensos a las supersticiones, se preguntaban si era algo más que casualidad.