AMLO presidente

“Nada material me interesa, ni me importa la parafernalia del poder”, dijo en el Congreso.

En esta imagen tomada el 20 de noviembre de 2017, el entonces aspiranten a la presidencia de México, Andrés Manuel López Obrador, llega al Auditorio Nacional, en la Ciudad de México. Foto: Marco Ugarte / AP.

En esta imagen tomada el 20 de noviembre de 2017, el entonces aspiranten a la presidencia de México, Andrés Manuel López Obrador, llega al Auditorio Nacional, en la Ciudad de México. Foto: Marco Ugarte / AP.

Andrés Manuel López Obrador, más conocido por sus siglas AMLO, acaba de tomar posesión como presidente. Lo hace al cabo de la crisis y el agotamiento del modelo neoliberal en México, inaugurado por la administración Salinas de Gortari.

Salinas llegó al poder después de un sonado fraude y se caracterizó por el binomio privatización/corrupción, problema que en el nuevo siglo no resolvió el fin de la hegemonía del PRI.

México ha hablado. La palabra “cambio” está en el aire, y es la fuerza motriz del momento. Por eso AMLO ha pasado a los libros como el presidente más votado en la historia moderna. Y llegado al Congreso reiterando esa visión alternativa que, definitivamente, lo caracteriza y que sin dudas va a marcar toda su gestión de gobierno: el regreso de la dimensión ética.

No vivirá en Los Pinos. Venderá el avión presidencial. Ganará solo el 40% del salario de su predecesor. Se someterá a consulta popular en dos años y medio. “Nada material me interesa, ni me importa la parafernalia del poder”, dijo en el Congreso.

No viene de lo alto sino de los de abajo, y del mestizaje, en tesitura con una de las culturas nacionales más poderosas de esa América que José Martí una vez pudo llamar nuestra. Y lo ha logrado después de perseverar tres veces y mediante un movimiento cívico-político de nombre programático: Morena, como la patrona nacional venerada de Chiapas a Monterrey.

Su gobierno tendrá, inevitablemente, resistencia y oposición: declarar que el Estado se encargará de lidiar con las diferencias sociales es una definición, no solo un postulado antineoliberal. Acompañada por un segundo objetivo: “Combatir la pobreza y la marginación como nadie lo ha hecho en la Historia”, pero no por ello sin  ecumenía social: “Respetaremos a todos, pero daremos preferencia a los mas humildes y los olvidados”. “No nos vamos a divorciar del pueblo. Debemos buscar la forma de hacerlo sin que se regrese a lo que era el partido de Estado”. Y hoy lo ha reiterado: “estoy preparado para no fallarle a mi pueblo. No tengo derecho a fallar”.

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Deberá lidiar contra la corrupción, la violencia y la impunidad, tres de los temas más complejos por estar ambos enraizados en la cultura. Pero reiteró que no habrá persecución desde el ejecutivo contra funcionarios “del pasado” que incurrieron en actos de corrupción. Lo fundamental era, dijo, “evitar los delitos del porvenir”.

Las autoridades judiciales desahogarán “con absoluta libertad” los casos de corrupción denunciados. “Que se castigue a los que resulten responsables pero que la presidencia se abstenga de intervenir”, subrayó.

Esta nueva etapa “la vamos a iniciar sin perseguir a nadie, porque no apostamos al circo y a la simulación. Queremos regenerar de verdad la vida pública de México. Además, siendo honestos, como lo somos, si abrimos expedientes nos limitaremos a buscar chivos expiatorios como se ha hecho siempre”.

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“No se va a gobernar solo para los mercados financieros”, ha declarado. Y dejado claro su condición de juarista, cardenista y maderista: cero segundas vueltas. Y va a producir un giro en U en materia energética, uno de los fallos más sonados del esquema hasta hoy vigente: “Esa política ya no aplica porque el pueblo de México eligió un nuevo gobierno. El plan energético diseñado en el periodo neoliberal no se va a llevar a cabo. Ya no van a existir la ZEE diseñadas con ese propósito. Lo que queremos es rescatar a Pemex y a la CFE. Nuestro plan es recuperar las industrias petrolera y eléctrica. Dejaron de invertir, partiendo del supuesto de que iba a llegar inversión extranjera y que no se iba a requerir la inversión pública. No llegó la inversión extranjera, eso fue una gran estafa”.

Ha recibido, por primera vez, el bastón de mando de pueblos indígenas. El inicio de la cuarta transformación.

México renace, en medio de nuevos desafíos y formidables peligros.

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