La sagrada familia

No se puede logotipar "el todo".

En el texto anterior comentamos la apariencia de un local del Sistema de Atención a la Familia. No quise hablar del logo porque lo consideré interesante para un texto aparte. No porque su identidad resulte más desastrosa que las del resto de las instituciones del mismo nivel o intención. Interesante es su aplicación puntual. La interpretación que cada cual hace del logo. Y de las cuales es posible deducir la cantidad y calidad de los recursos asignados a su activación.
 
Como se dijo, es un servicio que complementa la dieta de personas vulnerables y de bajos recursos. El nombre es un eufemismo para señalar los comedores populares, comunes en todas partes, en el mundo. No sorprende ya el giro lingüístico que propone el Ministerio de Comercio Interior para nombrarlos. Como vivimos pendientes del qué dirán, es inconcebible admitir que en un sistema que presume de ser de lo más equitativo del mundo, existan tantas personas que requieran la ayuda del estado para comer. Aquí falla un eslabón de la narrativa. A pesar de la supuesta voluntad igualitarista del gobierno la pobreza se ha extendido lo suficiente como para necesitar un sistema estatal de apoyo. No todos son minusválidos. 
 
Así una crisis brutal se convierte en un Periodo Especial y el reciente recrudecimiento de la escasez de alimentos y combustible se manifiesta como una “coyuntura”. Sin embargo, si precisamos hacer el logo del eufemismo brotan las esencias. Porque las palabras que utilizan no son graficables. No tienen sustento en la realidad. Un “sistema” no puede representarse gráficamente porque todo es un sistema. No se puede logotipar “el todo”.
 
Nuestro imagotipo se construye a partir de la estilización de una cazuela industrial. Esto ilustra alguna realidad. Una olla de semejante tamaño nos recuerda la popular caldosa. Un plato nativo y precolombino que permite cocer simultáneamente una gran variedad de géneros. Las hay buenas y malas dependiendo de los ingredientes, su calidad y el cocinero. Los ingredientes a utilizar atraviesan un calvario logístico y burocrático. De la idea a la mesa de los abuelos hay demasiadas regulaciones e intermediarios. No es difícil imaginar lo que tendrán que digerir.
 
Sobre la cazuela del símbolo las iniciales de Atención y Sistema se tocan las narices. La A parece derivarse de los cables que sujetan el caldero, o del cucharón que revuelve la mezcla. La S se conforma del humo que desprende el sopón. Influenciado por el hecho de tener muy cerca uno de esos comedores, veo además un mortero con su pilón. El logo revela que el Sistema no complementa la dieta. Es prácticamente la dieta. El relajo en la implementación del identificador verifica la penuria del producto. Refleja una velado voluntarismo de campamento, la anulación inevitable de la individualidad. 
 
En resumen: el genérico es elegante y bien vestido. El logo le destapa las vergüenzas. 
Salir de la versión móvil