Pero Micaela vive recordando

¿Cómo interpretar este singular ejercicio de "naming"? ¿Cómo enlazar "conga" y "camarones"?

¿Che cos’è la Conga?

Debemos revisar los signos y el contexto donde encontramos la marca: un envase en una tienda MLC. En lo visual encontramos varios azules, fríos; un blanco que se lava las manos y un rojo atónito. Un producto que encontraremos siempre en refrigeración. De momento frío, mucho frío. Leemos “Langostinos”, El genérico en cuatro idiomas. Queda claro que el producto ha sido concebido para el mercado externo. Pero nada más. ¿Por qué Conga?

Si me encuentro en el contexto natural del producto, dispongo de tiempo y de un Smartphone, puedo realizar una búsqueda rápida en Internet. Las primeras referencias me dirigen a una empresa norteamericana especializada en gestión de documentos online. Conga permite la creación de documentos digitales personalizados en los que se pueden incrustar medios, combinar datos de fuentes diversas y relacionarlos en bases internas o externas. También, sobre estructuras predeterminadas, permite a compañías involucradas acceso colectivo a distancia, presentar registros o reportes, discutirlos y firmar documentos vinculantes. Almacenarlos por supuesto, en estructuras lógicas y comprensibles para facilitar el acceso rápido. No parece algo que encontraremos en las neveras del Súper.

¿Qu’est-ce que le Conga?

Así le llaman igualmente —según se suceden las referencias— a un instrumento de percusión cubano de raíces africanas. La tumbadora. Fundamental en la interpretación de la salsa, el merengue y la timba. Por ahí tampoco.

What the hell is a Conga, damn it?

¡La Conga santiaguera! El ritmo de comparsa que vuelve herejes a los creyentes y los arroja a las calderas del Averno. La Conga baja arrasando con todo a su paso y dependiendo de su tamaño y dirección puede acabar hasta con el feudalismo de Estado. Nació en Los Hoyos, uno de los más poblados asentamientos negros de Santiago de Cuba. En sus orígenes fue una taciturna celebración religiosa en honor al patrón de la ciudad, el apóstol Santiago. Tras la misa en la Catedral salía la procesión. Andas con manguetas portaban el paso apostólico entre invocaciones y cánticos discretos. Cuando las autoridades permitieron la incorporación de los negros continentales a finales del XVII la piadosa manifestación se les fue de las manos en un cuarto de una hora y arrolló con grande estrépito por Santo Tomás hasta el Parque de la Alameda donde aguardaban pipas de hidromiel. Poco más tarde, en 1848, Wáng Shūshu llegaba con su corneta al barrio del Tívoli.

¿Cómo interpretar entonces este singular ejercicio de “naming”? ¿Cómo enlazar “conga” y “camarones”?

En un ejercicio docente nada común el envase avisa de que se trata de la especie Litopenaeus vannamei. El camarón blanco del Pacífico, o patiblanco. Cuya reproducción artificial se logró por primera vez en La Florida, en 1973. Tras algunos ajustes empezó a cultivarse en Sudamérica, Hawai y en el resto de los Estados Unidos. Aunque son originarios del Pacífico, empezaron a reproducirse con éxito en la costa atlántica, cosechando excelentes resultados en Brasil, Colombia, Panamá y Venezuela. Terminaron llegando a China —donde sabemos que se toman muy a pecho la temática reproductiva.

Llegan a Cuba a principios del tercer milenio. En el golfo de Guacanayabo se iniciaron los primeros estudios para determinar la viabilidad del cultivo de la variedad schmitti. Pero el éxito global del vannamei, sus rendimientos y crecimiento superior dirigió la industria por ese rumbo. Las primeras larvas llegaron a Mosquito, en el Mariel, en 2003 y de allí pasaron a los estanques de engorde de Yaguanabo, en Cienfuegos. Es de imaginar que algo lograron porque si bien el camarón es un producto distante de la mesa cubana promedio, sí que parece llegar a Europa de lo más fresquito.

¿Cómo justificar en este minuto, ante la ira del Cancerbero de las Synopsis, nominar Conga a un apretado racimo de camarones? Bueno… pudiera argumentar que, dentro del mundo de la acuicultura, la cría del camarón patiblanco transcurre en el interior de vastas estructuras asentadas en el fondo marino. Allí, en circuitos cerrados dan vueltas y vueltas sin importarles la certeza de que no irán a ninguna parte. Cómo la mente del camarón es simplona, sospecha que el plancton y el fitoplancton están siempre ahí delante, a la vuelta de la esquina. Y allá se atropellan en masa, en un goloso e inocente jolgorio. Su excitado desplazamiento, unido al oleaje marino, exhibe una singular cadencia que nos recuerda…

Salir de la versión móvil