“¿Qué habrá pasado?”

Foto: Desmond Boylan (detalle).

Foto: Desmond Boylan (detalle).

La pregunta sigue a la noticia, a muchas noticias. Por ejemplo, se sabe que seis voleibolistas cubanos están retenidos en Finlandia, como presuntos autores de un delito grave. “¿Qué habrá pasado?”, se pregunta el lector de una nota que solo informa generalidades y abre más vacíos que los que debería llenar. Se dice que se ha reducido al 50 por ciento la asignación de combustible a empresas y unidades presupuestadas estatales, y que la mayoría solo podrá trabajar medio día durante julio y agosto. Se agrega, incluso, que quienes violen la prohibición (que incluye el uso de aires acondicionados) podrán ser multados. “¿Qué estará pasando?”, se pregunta la gente, y lo más natural es que busque –que busquemos– de inmediato explicaciones en la difícil situación que atraviesa Venezuela. El ministro de Cultura ha sido “liberado de sus funciones”, se lee en una “Nota oficial” de brevedad espeluznante.

Hace exactamente veinte años, tuve el placer de publicar en La Gaceta de Cuba el texto de Jorge Luis Hernández “Puro juego, puro fuego”, en que evocaba a su amigo y maestro José Soler Puig. Jorge Luis contaba allí, entre otros muchos recuerdos, los días difíciles y finales en que permaneció junto a Soler en el Cardiocentro de Santiago de Cuba. Alguna noche veían en la televisión un partido de voleibol femenino. “Me preguntó si yo sabía por qué habían sustituido al director del equipo, después de tantos años y de haberlo hecho campeón olímpico dos veces”, rememora Jorge. “Por una actitud antideportiva”, le dije. “Así dice el periódico –me contestó–, pero esa no es una razón sino un calificativo”.

La sentencia de Soler Puig, un novelista agudo, que conocía muy bien el valor de los hechos por encima de las conclusiones, podemos repetirla hoy, cada día, ante esas “notas” que, como las estadísticas y el bikini, parecen mostrarlo todo y ocultan lo más importante.

Quienes, a lo largo de varias décadas, han establecido esas reglas del juego, no comprenden el efecto boomerang que provocan, y se quejan cuando los rumores se propagan, cuando la supuesta noticia rebota en sus destinatarios y regresa a ellos deformada. Entonces, por supuesto, la culpa se le echa al enemigo o a los escépticos.

Tal vez en el medioevo las cosas eran más controlables, pero en un universo interconectado, donde todo, mal o bien, termina sabiéndose, no hay cómo evitar que las personas se inquieten, traten de saber más, llenen los vacíos que ese discurso basado en calificaciones está tratando de ocultar. La curiosidad es parte de la condición humana. Leemos novelas, vemos películas y series de televisión porque somos arrastrados por el querer saber: la pasión por el chisme nos domina. La palabra “chisme”, ya lo sé, siempre arrastra una carga de banalidad. Pero sucede que en ocasiones los asuntos por los que nos inquietamos son muy graves, y tocan aspectos cruciales de nuestras vidas. Aspectos sobre los que, además, tendríamos el derecho de opinar y, en ocasiones, de intervenir, de participar en la toma de decisiones.

Para comenzar por lo menos importante (aunque abre muchas interrogantes para quienes trabajamos en el sector), a las pocas horas de publicarse la “Nota oficial” sobre los cambios en el Ministerio de Cultura, corrió el rumor de que junto al ahora ex ministro había sido “liberado de su cargo” el viceministro responsable del área económica. La asociación es inevitable: algunos estarán imaginando episodios de desfalco, de robo, de dilapidación de recursos, y quién sabe (yo no) si todo eso está lejos de la realidad. Por supuesto, a estas alturas la catarata de especulaciones es imparable.

Un poco más esencial es el asunto del combustible. ¿Quién duda de que el Período Especial dejó huellas traumáticas en todo cubano que lo soportó dentro del archipiélago? Confieso que cuando supe de la drástica reducción confié en que se hacía para evitar los apagones durante el verano, según se ha explicado ahora. Pero como los argumentos llegaron días después de las medidas, me parece natural que muchos temieran lo peor: vendrá de nuevo una ola de apagones. También, que de esa posibilidad derivaran conclusiones aún más sombrías. No guardamos muy buenos recuerdos de algunos veranos, y una vieja sentencia reza “Piensa mal y no te equivocarás”. Los refranes, las sentencias, a veces tienen en el fondo un pensamiento conservador, pero nadie puede acusar al “enemigo” de ser el autor de algo que pertenece a la sabiduría popular.

En una vieja película argentina, La historia oficial, Alicia, la protagonista, cuenta que sus padres murieron en un accidente cuando ella era niña. Los familiares le dijeron que habían ido de viaje. Un largo viaje. Alicia se sintió abandonada y los odió. Al conocer la verdad, no solo sintió el dolor por la muerte de ellos, sino la vergüenza por haberlos odiado.

La otra cara de las muchas que pueda tener este asunto es el llevado y traído derecho a la información. En el documento Conceptualización del modelo económico y social cubano, que hoy se debate en todo el país, se reconoce que entre los “principios de nuestro socialismo que sustentan el Modelo” se destacan “el derecho al trabajo, la salud, la educación, la seguridad ciudadana, la información, la comunicación social…” (párrafo 69). Y más adelante: “La información, la comunicación y el conocimiento constituyen bienes públicos y derechos ciudadanos que se ejercen responsablemente” (p. 111).

Reconozco que en la lectura de ese importante documento encontré dificultades de orden gramatical. Al estar escrito en tiempo presente, me resulta casi imposible entender lo que sus gestores proponen como transformación y lo que dan por sentado que ya es así, que se ha logrado. Por ejemplo: las personas naturales cubanas “pueden constituir (…) empresas privadas de mediana, pequeña y micro escalas” (pp. 180 y 182). Como ese tipo de entidad económica aún no existe, comprendo que se trata de un cambio, aunque el tiempo verbal sea el presente (“pueden”).

En el caso de la información, sin embargo, no estoy muy seguro. El hecho de que, pese a todos los reclamos, la política informativa del Partido y el Estado cubanos haya permanecido invariable, permite suponer que algunos (¿pocos?) creen que ya gozamos de tales derechos, mientras otros (¿la mayoría?) aún los reclamamos. La contradicción pone de manifiesto también que las nociones sobre términos como “derecho”, “libertad” o “responsabilidad” son muy diferentes entre un grupo y otro.

En la Conceptualización… esperaba, también, se teorizara sobre el socialismo al que aspiramos. Desde hace mucho tiempo, la palabra “socialismo” tiene demasiados significados. “La dignidad, igualdad, y libertad plenas” (p. 58) son imprescindibles, pero no suficientes. China y Corea del Norte se declaran socialistas. En uno de ellos, los millonarios pertenecen al Partido Comunista. En otro, perviven formas casi feudales de dominio de una dinastía que se ha apropiado del país sobre los ciudadanos.

El derecho a la información (como la definición del tipo de democracia que necesitamos) es una piedra angular de ese edificio en que deberíamos ser a un tiempo más libres, y más responsables de nuestro destino.

Salir de la versión móvil