La Eufórica Legión de Solidarios con el Prójimo

Mientras Mario Gotze marca un espléndido gol en el Maracaná, la noche del 13 julio, Israel bombardea el cementerio del barrio de Askula. El gesto es redundante. No el de Gotze, sino el de Israel. Bombardear un cementerio es como querer asesinar muertos. Cierta escuela de pensamiento, que yo no sabría clasificar, hace precisamente eso: bombardea cementerios. Y los bombardea no con el desgano del agresor, sino con el ímpetu del agredido. O sea, como si ellos fueran el muerto. Y de alguna manera lo son.

El paralelismo entre el fútbol y el conflicto en la Franja de Gaza es, en principio, tentador. Después, supongo, es, o debiera ser, repulsivo y oportunista. Hay en su mero planteamiento una condena moral: “mientras prestas atención al Argentina-Alemania, un niño palestino muere.” Lo que no nos queda muy claro es qué se supone que hagamos para combatir nuestra indolencia. ¿Apagamos el televisor y punto? ¿Decimos adiós al Mundial y con ello el niño palestino sobrevive? ¿Nos cerramos con llave y nos autoflagelamos recitando de memoria el Corán?

La izquierda (digo la izquierda por ponerle un nombre, la verdad. Aunque bien podríamos acuñarla, ya usted debe sospecharlo, como la Eufórica Legión de Solidarios con el Prójimo, es más inclusivo. Digámosle así: la ELSP) es pródiga en ese tipo de asociaciones festinadas. La ELSP disfruta echándonos en cara su penitente activismo. Aunque al parecer, la ELSP no está tan pendiente de los niños palestinos como de que nosotros no estamos pendientes de los niños palestinos. Salvo muy puntuales casos, están tan atentos a la Copa del Mundo como nosotros (los Lobotomizados miembros de la Asociación del Ocio), pero los desprestigia confesarlo.

Apenas cayó el primer misil sobre Gaza, la ELSP ocultó su lado débil y comenzó a echar pie en tierra, con sus típicas pancartas para tiempos de emergencia. Repito: “mientras prestas atención al Argentina-Alemania, un niño palestino muere”. Existe más de una razón por la que descreo, y, más que descreer, por la que detesto ese tipo de jugarretas que intentan provocarme remordimientos o que pretenden, desde su falso humanismo, imponerse como se impone un deber.

Las enumero, para que la ELSP, que lee mejor en plecas, comprenda:

1-Todos los días mueren personas injustamente. Por hambre, por balas que los atraviesan, por inanición, por culpa de gobiernos, por culpa de mafias, por culpa de capos, por culpa de presidentes, en el cruce de una frontera, en naufragios; asesinados, mutilados, corroídos, torturados. La podredumbre del mundo es tan sistemática, tan ininterrumpida, tan ubicua, que nada indica que debamos culpar al fútbol por ello.

2-La podredumbre del mundo es tan sistemática, tan ininterrumpida, tan ubicua, que, ya que nos vamos a poner serios, no solo tendríamos que echar a un lado el Mundial de Fútbol, sino también todos nuestros placeres e incluso nuestros ridículos conflictos personales. En ese lema didáctico cabe cualquier cosa, cualquier reproche: “por cada vez que metes y sacas tu ilustre pene del sexo rosado de tu adorable esposa, diez mujeres del África subsahariana mueren de SIDA”. O este: “mientras la Aduana de tu país te prohíbe entrar cosméticos o champús, mientras la Aduana y tú se entretienen en esas naderías, hay cientos de musulmanes en Guantánamo padeciendo innumerables torturas”. O este otro: “mientras te exasperas por la mierda de prensa panfletaria que te rodea, hay miles de niños centroamericanos intentado cubrir solos una ruta de muerte para reencontrarse en los Estados Unidos con sus padres inmigrantes”. La podredumbre del mundo es tanta que, si queremos exterminarla, no nos quedaría tiempo para nada más. Ni para leer este artículo ni para escribirlo. Solo que, por alguna razón, el mundo está configurado de manera tal que revertir su orden no es tan fácil ni tan rápido como salir y barrer el portal de tu casa. Ni tan simple como privarte del Mundial de Fútbol. De la misma manera, la voluntad real de mejorarlo es algo más compleja y menos estentórea que gritar a voz en cuello desde tu Facebook en Contramaestre (una metáfora, naturalmente) todo lo que te duele el genocidio perpetrado en Gaza.

3-Ese tipo de lema didáctico, abanderado por alguien que denuncia siempre las grandes injusticias ocurridas a miles de kilómetros, y nunca las pequeñas injusticias que se acometen a su alrededor, me parece el escalón primero de la hipocresía, o si lo prefieren –pobre Guevara-, la consagración definitiva del hombre nuevo.

4-En ese tipo de lema didáctico, aparentemente inofensivo, se esconde la génesis de programas de gobierno y teorías políticas que yo me conozco bien. La exigencia de una militancia directa y participativa. Se empieza condenando el Mundial de Fútbol, y luego se termina purgando escritores, o enviándolos a una fábrica.

5-Ese tipo de lema didáctico tiende a subestimar, digámoslo simplemente, mi curiosidad. Supone que prestarle atención a Messi implica manifestar desinterés por otros temas. Es el tipo de compromiso unidimensional que les pedían a los comunistas de los setenta –que eran casi todos- en sus congresos partidistas, aunque no sé si todavía se los pidan. Trabajo ideológico. Cero mujeres. Trabajo ideológico. Cero bebidas. Trabajo ideológico. Cero deslices. Carlos Pérez Sigfredo –protagonista de Las iniciales de la tierra– recala en un central azucarero porque después de tres noches de insomnio, trabajando a tiempo completo, comete el pecado de templarse a su secretaria.

6-Ese tipo de lema didáctico incita a que repitamos los lemas didácticos como fórmula de salvación. El truco reside en yuxtaponer dos ideas de categorías distintas. Cuando le decimos al alguien que “mientras presta atención al Argentina-Alemania, un niño palestino muere”, pretendemos demostrarle que está haciendo algo injusto. Que ese alguien le haya prestado atención al Mundial es, en este caso, una frase verdadera, y lo que nos interesa de la muerte del niño no es si es verdadera o falsa, si no si es justa o injusta. Más sencillo. Dice Lyotard, en Qué es lo posmoderno: “Hay dos grupos de frases, unas que obedecen a las reglas de verdad y falsedad y otras cuyas reglas son las de lo justo e injusto. Y ambos grupos son independientes, no es posible traducir de uno a otro.”

Concluido el primer bloque, creo que podemos pasar a un segundo, igualmente por plecas, pero más breve y centrado en el capítulo que nos concierne. Copa del Mundo 2014 y conflicto palestino-israelí:

1-Desde el pasado abril, mucho antes del comienzo del Mundial, ya habían cesado, sin resultado alguno, las últimas conversaciones para un acuerdo de paz. Que una mínima chispa prendiera la mecha otra vez –en este caso fue la muerte de tres estudiantes israelíes, presumiblemente secuestrados por Hamás-, era cuestión de tiempo. Pero -dato curioso- la ELSP lo ignoraba. Yo también lo ignoraba, solo que no me lleno la boca parloteando.

2-El 14 de julio, ya concluido el Mundial, murieron otros seis palestinos. Hoy, 16 de julio, cien mil palestinos deberán evacuar sus casas. ¿A quién le cargamos estas vidas? ¿Con qué evento las ponemos en una balanza? ¿Son menos importantes estos muertos y estos refugiados porque no nos los podemos reprochar? ¿Acaso lo que nos interesa es satisfacernos después de confirmar nuestra capacidad para identificarnos con el sufrimiento ajeno? Pregunto.

3-Los dos últimos ataques del ejército israelí a territorio palestino ocurrieron en 2012 –por aire- y en 2009 –por tierra. En ninguno de los dos años hubo Mundial de Fútbol.

4-Creer o sugerir que, en este caso, la coincidencia de ambos eventos es premeditada, parece más bien otra muestra de paranoia y de sobreestimación de nuestras fuerzas (cuando digo nuestras fuerzas, ¿a qué me refiero?), porque incluso, sin eventos que nos entretengan, las injusticias y los genocidios siguen ocurriendo a diario en nuestras caras.

5-Siguiendo esa lógica, saltan evidencias. El gobierno cubano parece haber reservado la publicación de sus nuevas y draconianas medidas aduanales para el momento cumbre del Mundial.

Me pregunto desde La Habana, por el vicio de preguntar, qué podría hacer yo para acercarme un tanto más, pero acercarme de verdad, a los cientos de víctimas que ha dejado en Gaza esta escalada reciente del ejército israelí. No encuentro más solución que sobreponerme a ese monolítico y maniqueo muro de información que la prensa cubana levanta entre nosotros y las profundas causas de un conflicto traumático y complejo como probablemente no haya ningún otro. No encuentro más solución  que sobreponerme al tedio y averiguar qué hay, qué se dice más allá de un noticiero al que parece interesarle el conflicto, sobre todo, porque le permite demostrar cuán perverso es Occidente (algo que de tanto saber ya olvidamos, y que de tanto aprender ya desaprendimos). Resulta muy difícil mostrar interés real por los problemas ajenos, sin dudas mucho más traumáticos y de más larga data que los nuestros, cuando se sospecha que los problemas ajenos importan solo porque ayudan a disimular o a ocultar o a dejar de hablar de los problemas nuestros. Otra asociación repulsiva, y muy en boga, es la siguiente: “nuestro médicos no son lo que eran, pero no nos quejemos, porque en Haití los niños mueren de diarreas”.

No pienso confirmar aquí que la ola de bombardeos sobre la Franja de Gaza, con el correspondiente saldo de muertos, la mayoría civiles, muchos de ellos niños, me parece un despreciable y abusivo acto de genocidio. Resulta obvio. De acuerdo, la ELSP es lerda por naturaleza. Si prefieren, lo aclaro: los bombardeos israelíes sobre la Franja de Gaza, que cada día es más estrecha, me parecen un despreciable, absoluto y abusivo acto de genocidio. No obstante, creo más saludable, para nuestro contexto, filtrar un par de matices que la televisión nacional no transmite, y que quizás al menos nos ayuden a entender que no sabemos de qué hablamos cuando hablamos a la ligera de un Israel malo y un Palestina bueno, sin historia mediante, sin cultura mediante, sin religión mediante, sin antecedentes mediante.

Hamás, con su andanada de misiles estériles, desoyó este martes un cese al fuego convocado por Egipto. Noam Sheizaf, activista israelí, escribe desde Tel Aviv: “A mí ver los aviones bombardeando no me llena de orgullo y satisfacción, sino que me horroriza y me deprime”. Sheizaf no logra encabezar manifestaciones de más de cuatro mil personas, pero es un judío que se opone a Netanyahu.

En cualquier caso, mi punto es más humilde. Y es este: decirle a alguien que “mientras presta atención al Argentina-Alemania, un niño palestino muere”, entraña ante todo un error metafísico de bulto. Yo sé que la ELSP ningunea esas cosas. A estas alturas me queda una sola bala y sinceramente no la pienso gastar, pero si ya estamos en plan lemas didácticos, me gustaría arriesgar uno. Ahí lo dejo: el día que la izquierda asuma a Schopenhauer, no será bombardeado ningún otro muerto.

 

Nota:

Recomiendo con insistencia que pinche en este texto de Edgar Keret, escritor israelí, y lea.

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