Máquina de enojos

La pobreza pasa, lo que no pasa es la deshonra.

Frase de Martí que desde que tengo conciencia mi familia aplica al dedillo y mi padre repite sin parar.

En un contexto como el nuestro, uno tiene, no sin pesar, que aclarar lo obvio constantemente. Del último plenario de la UPEC trascendió, según algunos medios digitales, y según el imparable cotilleo del tragicómico mundillo de la prensa, que algunos de los más talentosos y de los más jóvenes periodistas cubanos se estaban mudando para medios extranjeros, específicamente OnCuba, y que esto sucedía sobre todo por una cuestión lucrativa.

Esa es una idea peligrosa, y falsa en más de un sentido. Lleva implícita, y no tan implícita, la sugerencia de un tópico, digamos, mercantil: el rectorado del dinero. Yo no soy —qué locura— uno de los más talentosos periodistas cubanos —de hecho, descreo de la utilización del término—, pero sí soy uno de los más jóvenes, y, con seguridad, uno de los más honestos también.

No puedo hablar por el resto de los colaboradores, pero puedo hablar por mí. Creer que publico en OnCuba y no en La Jiribilla por una cuestión de dinero es un argumento mezquino. Mi salario en OnCuba apenas me alcanza para pagar un alquiler casi miseriento, y para sobrevivir a duras penas. No es esto una queja, naturalmente. Mi idea de la felicidad no comprende, en ningún caso, la búsqueda deliberada de beneficios o ganancias materiales. Estoy hasta cierto punto satisfecho porque me paguen más de lo que me pagarían en cualquier medio estatal, pero sobre todo porque publico justamente lo que pienso y cómo lo pienso, algo que por otra parte en la prensa cubana actual me resultaría imposible.

Creer que alguna opinión mía, cualquiera que esta fuere, es una opinión lanzada al ruedo por el mero afán de ganar cinco o diez dólares, me parece una idea que solo podría provenir de aquellos que han sustentado una posición o una comodidad gracias al enarbolamiento de determinadas banderas (políticas, por supuesto). De aquellos que encima de su pensamiento han parqueado un carro, construido una casa, asegurado unos megas de Internet. Pero al menos yo, y lo digo sin rastro de pretensión, no me encuentro en tal disyuntiva porque ni un carro, ni una casa, ni Internet, son fines para mí. Mi único fin son precisamente mis ideas y son mis ideas la única propiedad sobre la que nunca me podría parar, no entran en negociación. En ellas no se viaja, no se habita, no se navega. Solo cobraría un salario si interesan así, como vienen (por alguna razón a OnCuba le interesa mis ideas como vienen), sin el mínimo compromiso con la moral o el poder, sin el mínimo compromiso conmigo.

Supongo que la sospecha nace porque el país —jugar irresponsablemente con sus posibles futuros— se ha vuelto para miles un negocio explícito. Pero yo no convierto a Yoani Sánchez en heroína y luego la SINA me obsequia un salario por ello, yo no viajo a unos Juegos Olímpicos ni a ningún Mundial pasando alevosamente por encima del deporte cubano, omitiendo su verdadera situación, la fosa profunda en que lo hicieron caer, y argumentando, para peor, la idea malvada de que se permanece en el puesto no por beneficio propio, sino por el mejoramiento del periodismo nacional, o porque para criticar a la prensa hay que hacerlo desde adentro (parafraseemos Resumen de noticias: si alguien que me lee se viera retratado, sépase que se hace con ese destino). Que usted le saque una tajada ya es suficiente, pero que además lo justifique como si fuera un sacrificio, una labor ecuménica, me parece demasiada injuria.

Reto a cualquiera a que encuentre un párrafo, una línea, una palabra, una tilde mía prostituida en alguno de mis textos, desde que publiqué la primera crónica en Cubadebate, en el invierno del año 10, hasta la columna actual. Pero si uno publica y trabaja sin cobrar un centavo, tal como hicimos mis amigos y yo durante bastante tiempo en Cubadebate (nunca he sido tan feliz dentro del periodismo), si uno es capaz de mantener la libertad solo por la libertad, si uno es capaz de decir solo por la necesidad de decir, entenderá luego que el dinero no es realmente algo que pueda corromper. Exponerte, y cobrar por ello, es mucho menos difícil que exponerte y no cobrar, que exponerte solo porque crees que hay algo que hacer o algo que no se ha dicho como debiera decirse. Cualquier cambio en mi periodismo, puedo asegurarlo, sigue la evolución, la línea lógica de un pensamiento, no las intempestivas rupturas que provoca un contrato. Al menos de mí, los periodistas y los funcionarios sabrán sin muchas dudas cómo pienso, algo que, si tomamos en cuenta la cantidad de jefes de página o de militantes ejemplares que han abandonado el puesto en coberturas especiales, no podría asegurarse de los correctos, siempre homogéneos.

Antes no entendía a los estudiantes que publicaban solo por la falsa recompensa del reconocimiento público, por ver sus nombres aunque fuera en una nota oficial. Ahora no entiendo a los periodistas que de un modo u otro, bajo los más disimulados ropajes, negocian con el periodismo, cuando hay oficios mucho más lucrativos, y en los cuales, si es eso lo que se quiere, uno no tiene que entregar la palabra, ni reducirse a objeto de un propósito que no sea la más absoluta honestidad.

Que OnCuba haya logrado reunir periodistas como Charly Morales, Yuris Nórido o Alejandro Rodríguez; que OnCuba haya publicado crónicas como Sitio Yera, es menos un mérito de la revista que una falta de la prensa estatal, y eso el plenario de la UPEC bien que lo debe saber. OnCuba no los ha recogido tanto como que la prensa cubana los ha dejado ir. Porque, y este ejemplo lo recuerdo con nitidez, si Rosa Miriam Elizalde no hubiese rescatado a Michel Contreras cuando el periódico El Habanero cerró, hace ya tres años, y lo hubiese llevado a Cubadebate, Contreras hubiera terminado en la revista Mujeres, o en la sala de su casa. Aquí, obviamente, hay dos preguntas que tienen una misma respuesta. ¿Cómo es posible que Contreras, el mejor periodista deportivo cubano de Eladio Secades hasta hoy, fuera a terminar en una revista de temática tan ajena al deporte como Mujeres? ¿Y qué hacía Contreras, anteriormente, en un periódico provincial como El Habanerocuando debía estar publicando, pero de lejos, en Granma o Juventud Rebelde?

Que yo pueda decir desde el propio OnCuba que el éxito de su gestión es indirecto, que no les corresponde únicamente a sus editores o jefes (aunque quizás una parte importante les corresponda, ¿no?), es ya, me temo, un argumento suficiente para tomarla en cuenta. De cualquier manera, si alguien sigue creyendo que el tema OnCuba es estrictamente dinero, y no, probablemente en primera instancia, la posibilidad de un periodismo más decente, ofrezco trasladar inmediatamente mi columna (si no talentosa, al menos honesta y joven) a las páginas de un medio nacional, sin cobrar un solo centavo, y con la única condición de que donde yo diga que la casa se está cayendo, no me vengan a imponer que la foto está desenfocada.

Igual, en cualquier momento suelto todo y me voy a rumiar a tiempo completo, en un cuarto encerrado, mis novelas y mis versos, que es, según la profecía, mi única misión en la tierra, desvariar un poco, y es algo, además, las novelas y los versos, que a ningún plenario interesa demasiado. Pero si así no fuera, si en OnCuba me hago millonario, no me condenen luego, que fueron ustedes quienes me lanzaron al lujo y no me concedieron la luminosa oportunidad de la pobreza.

Salir de la versión móvil