Anón

¿Cuándo fue la última vez que te comiste un anón? O quizás sería mejor preguntar: ¿Alguna vez en tu vida te has comido un anón? Yo conozco a más de uno que no, que no tienen la menor idea de cómo sabe, que nunca lo ha tenido en las manos, lo ha palpado suavecito para ver si está maduro, lo ha partido en dos, se ha embriagado con su perfume, se ha metido la pulpa blanquísima en la boca, ha escupido las semillas…

Gente de ciudad, criaturas de asfalto. Gente joven que solo conoce las frutas que venden en los puestos y los mercados agropecuarios: naranjas, mangos, piñas, guayabas, frutabombas; pero no sabe de anones, caimitos, nísperos, marañones…

¿Cuándo fue la última vez que te comiste una fruta debajo de la mata? Recién arrancada, todavía húmeda por el rocío. Fresca, fresquísima. ¿Cuándo fue la última vez que te subiste a la mata, de rama en rama hasta llegar a la fruta prometida, a la chirimoya más voluptuosa, la que está a punto de reventar y caer al piso?

O quizás sería mejor preguntar: ¿alguna vez te has subido a lo más alto de una mata a coger una fruta madura? Porque yo conozco a más de uno que no, que no ha experimentado nunca la deliciosa sensación de comerse un mango a seis metros del piso, temeroso de caerte y fracturarte las costillas.

A uno, que prácticamente nació en el campo, que vivió toda su infancia cerquita de las arboledas, esas cosas le parecen naturales. Recuerdo a mis primos de La Habana cuando iban de visita a la casa de mi abuela, en Sabanita, un caserío que no aparece ni en los mapas. Nos veían subir a las matas como monos y se quedaban abajo, azorados, esperando a que le lanzáramos mameyes o anoncillos.

Nos íbamos de excursión campo adentro (en realidad no nos alejábamos mucho de la casa, no fuera a ser que mi abuela se preocupara) hasta una arboleda pequeña que había en medio de un sembradío.

Yo me sentía importante porque mis primos se aparecían con un caimito en la mano y preguntaban: ¿esto se come? Claro que se come. ¿Está maduro? Más o menos. ¿Me lo como con cáscara o sin cáscara? Te lo comes así…

Debió haber sido una experiencia maravillosa esa de probar una fruta por primera vez en la vida, una fruta que nunca antes habías visto, que ni sabías que existía, decidir si te gusta o no te gusta, comerte otra si te quedaste con ganas. Es algo que yo nunca he experimentado: no puedo acordarme, por ejemplo, de la primera vez que me comí un anón.

Pensándolo bien, tampoco puedo acordarme ya de la última.

Salir de la versión móvil