Aquí hubo un águila

Estaba haciendo unas fotografías en el Monumento a las víctimas del Maine y se me acercó un anciano.

—Yo estaba aquí el día en que tumbaron el águila que estaba ahí, encima de esas columnas. ¿Tú sabías que ahí había un águila antes?

Lo sabía, claro. Y he visto varias veces en el cine la secuencia del derribo. Pero noté que el señor quería hacer su historia, así que le di pie.

—Algo me han dicho, pero no me había encontrado con nadie que hubiera sido testigo.

—Pues yo trabajaba en una cafetería de la calle 23. La cosa estaba muy mala, yo creía que nos iban a bombardear de un día para otro. Todo el mundo estaba muy nervioso. Y un día, cuando salgo de la cafetería, vi cómo tumbaban el águila. Se desbarató cuando cayó al piso. Pero esto estaba cerrado por los milicianos, así que no pude llegar a ver los pedazos.

—¿Le pareció bien que la derribaran?

—Había que tumbarla, chico, los americanos nos estaban haciendo mucho daño. Y esa águila era el símbolo de los americanos.

—Sigue siendo, de hecho.

—Sí. Ahora que nos estamos haciendo amigos de nuevo, a lo mejor les dan permiso para que la vuelvan a poner.

—No lo creo.

—Vivir para ver. A mí me da lo mismo. Pero creo que las columnas se ven lindas así como están. Un artista famoso, creo que fue Picasso, dijo que iba a hacer una paloma para ponerla en lugar del águila.

—El símbolo de la paz.

El anciano se echó a reír:

—Yo no sé a quién se le ocurrió que las palomas son el símbolo de la paz, con lo breteros y buscapleitos que son esos bichos. Pero bueno, a lo mejor la paloma iba a lucir bonita…

—Al final, ni paloma ni águila.

—Yo hubiera puesto mejor un ángel, con las alas abiertas, como los del cementerio.

—Hubiera sido bonito.

—Pero yo te digo, ahí van a volver a poner el águila, ya tú verás. ¿No volvieron a poner a Tiburón en el monumento de la calle G?

—No es exactamente lo mismo.

—Sí es lo mismo. Ponte a pensar para que veas. Los monumentos están para recordar la historia.

—¿El derribo del águila no es parte de la historia?

—¿Y que nos volvamos a arreglar con los americanos no es parte de la historia?

Sonreí y le di la razón.

—De todas formas —se despidió—, tú y yo no vamos a decidir nada aquí. Eso se cocina mucho más alto.

Y se alejó despacito, cojeando de una pierna.

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