¡Cuba sí! ¿Yanquis…?

En un balcón de La Habana, a partir de una fotografía de la agencia AP.

En un balcón de La Habana, a partir de una fotografía de la agencia AP.

Esta semana debo abrir un paréntesis para hablar de lo que todo el mundo habla. Mis cuentos de Belice pueden esperar siete días más. La noticia, obviamente, ha sacudido al país. Pocas, muy pocas veces, el Noticiero Nacional de la Televisión ha tenido una información tan contundente. Quizás debería hablar del pobre rol que desempeñaron los medios nacionales a la hora de cubrir el acontecimiento, por lo menos en los primeros momentos, pero la verdad es que ahora mismo no quiero hablar de periodismo en Cuba. Ya lo he hecho en esta misma columna y se ha generado un debate para el que ahora mismo no me siento preparado. Un amigo —cubano— que vive en Canadá me aconsejó: “por el momento disfrutemos la noticia, ya tendremos tiempo para fajarnos por lo que en realidad representa”. Tiene toda la razón. Vamos a regocijarnos como casi todos los cubanos en Cuba (casi todos, hay algunos, ya saben quiénes, que están muy molestos y se sienten profundamente traicionados por Obama; alguien llegó a decir: lo único bueno de este acuerdo es que liberaron a Alan Gross); vamos a confiar que todo esto marque un nuevo camino, una nueva era, una mano tendida, una oportunidad de cumplir los sueños de mucha gente, etc, etc, etc… Vamos a confiar, aunque a mí, francamente, no me queda muy claro. Por supuesto que me alegro de que Obama haya tomado esta decisión, aplaudo que llegara al acuerdo hablando personalmente con Raúl Castro, pienso que para entenderse hay que por lo menos dejar de agredirse, y sé que las medidas tienen un fuerte impacto en el ámbito de las relaciones internacionales, específicamente en nuestra región. Pero discúlpenme si no parezco demasiado optimista en cuanto en los efectos inmediatos en la vida del ciudadano de “a pie”. Algunos, los que tengan familiares y amigos cercanos —con dinero— en los Estados Unidos se podrán beneficiar del aumento de la cuota de las remesas. Pero de ahí a pensar que dentro de algunas semanas estaremos comiendo McDonalds en La Habana va un buen trecho. Y déjenme decirles, además, que las McDonalds, si es que llegan pronto, no van a ser mucho más baratas que las hamburguesas que ahora mismo venden las cafeterías de recaudación de divisas. El bloqueo (o el embargo, para no molestar a potenciales lectores) sigue ahí. Algunos creen que se cae mañana, yo digo que eso habría que verlo. Claro que el país tendrá más facilidades financieras, y que vendrán más estadounidenses a gastar sus dólares aquí… pero por inversiones serias, mutuamente provechosas, habrá que esperar un buen rato. (Y otro rato mayor para que esas inversiones se traduzcan en beneficios para la gente). Yo les voy a decir una cosa que a lo mejor se ha dicho muchas veces pero nunca está de más recordarla: los principales problemas de Cuba hay que resolverlos en Cuba. Yo quiero creer que tenemos reservas y potencial para hacerlo. Les digo más: el tan llevado y traído asunto de la necesidad de más empoderamiento del pueblo, tiene que ser, en primera y última instancia responsabilidad del pueblo. Nadie va a venir de afuera a cuadrarnos la caja. De acuerdo: debatamos, discutamos, negociemos en foros diplomáticos y entornos protocolares, no viene mal; pero el debate, la discusión más importante hay que potenciarla a lo interno. Casi tengo el convencimiento de que el diálogo con los Estados Unidos no va a mover muchas fichas del rutinario dominó de los cubanos que viven en Cuba. En fin, vamos a ver por dónde se mueven los toros. Yo lamento mucho que mi padre haya muerto. Le hubiera encantado ser testigo de todo esto. Una vez, en medio de las consignas de una marcha por el primero de mayo, me dijo: “Tú verás que un día nos vamos a arreglar con los Estados Unidos, eso será más tarde o más temprano, y los pioneros que ahora entonan eso de ¡Cuba sí!, ¡yanquis no! van a tener que cantar ¡Cuba sí, yanquis también!”. Estás exagerando, le dije entonces. Por lo pronto es mejor no llamar a los estadounidenses yanquis, ya sabemos que no les gusta ni un poquito. Mil perdones y que viva la inquebrantable amistad entre los pueblos de Cuba y de los Estados Unidos de América.

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