Delegado

Desde que salgo en la televisión soy más popular en mi barrio. Gente que antes ni siquiera se fijaba en mí cuando le pasaba por el lado, ahora me saluda muy amablemente, hasta me detiene de vez en vez: “¿Cómo está periodista? Muy buenos sus comentarios en el Noticiero Cultural”. Es pura amabilidad, me parece. Dudo mucho que la mayoría de mis comentarios en el Noticiero les interesen a la mayoría de mis vecinos. “Tú hablas para un público muy especializado”—me dijo mi prima. “Solo uno de cada diez televidentes entenderá lo que estás diciendo; yo misma no entiendo casi nada”. ¿Qué le voy a hacer? Nos han dicho toda la vida que nuestro pueblo es muy culto (y de cierta manera lo es), pero a mí me queda muy claro que el arte sigue siendo ámbito de elegidos. Si hablara de pelota, o de la falta de papas en el puesto de viandas, o de la telenovela del momento (bueno, de la telenovela del momento sí hablo de cuando en cuando en el noticiero), seguro que tuviera mayor auditorio.
Pero el caso es que salgo por la televisión, por lo menos dos veces a la semana. Ya soy casi una celebridad en mi edificio. Lo simpático es que justo ahora fue que se enteraron muchos de mis vecinos de que yo era periodista. Algunos, incluso, pensaron que estaba recién graduado (honor que me hacen, parece que todavía no luzco tan viejo). Obviamente, no han sacado la cuenta: vivo en esa casa hace once años, los años que llevo de graduado; si hubiera estado estudiando hasta el curso pasado, ellos me tendrían que haber conocido de niño.
Una señora es particularmente efusiva. Me la encuentro un día sí y otro también y siempre me dice lo mismo: “Amigo periodista, ¿cuándo vas a hablar en tu noticiero de los problemas de nuestra circunscripción? ¡Mira cómo están esos contenedores repletos de basura! Hace más de una semana que no pasa el camión de recogida. ¿Cuándo vas a hablar de los salideros? ¿Y de los baches de la calle? ¿Y de los problemas con la distribución del agua? Ayúdanos, periodista, para que tengamos un barrio mejor. Recuerda que la prensa es el cuarto poder”.
Yo no sé qué poder será la prensa en Cuba, pero estoy seguro de que el cuarto no es… pero eso lo pienso, no se lo digo a la señora. Le digo, eso sí, que no puedo hablar de esos problemas en el noticiero porque el noticiero es de arte y literatura, es el Noticiero Cultural. “Amigo (la señora siempre tiene una respuesta debajo de la manga), ¿a ti no te dijeron que la cultura es todo? Vivir en comunidad también es un arte”. Me parece tan ingeniosa la respuesta, que me comprometo a hablar de esos temas tan acuciosos en otros medios donde trabajo, en esta misma columna, por ejemplo. Mis lectores habituales son testigos. Pero la señora no tiene acceso a internet e insiste en que debo abordarlos en la televisión.
El otro día se me ocurrió decirle que tendríamos que canalizar algunos de esos problemas con el delegado de la circunscripción. Se me rió en la cara. “Aburrida estoy de eso. El pobre, hace lo que puede, que es muy poco”. Nos pusimos a hablar sobre los obstáculos que tienen los delegados para hacer su trabajo y de pronto se me queda mirando: “¿Sabes qué? Te voy a proponer para candidato en las próximas elecciones. A lo mejor a ti, que eres periodista, te hacen más caso”. Por poco me caigo de espaldas por el susto: “Ni se le ocurra, yo no tengo salud para eso, ni salud ni tiempo… Y tampoco tengo agallas, ni carácter, ni dotes de orador, ni habilidades para el liderazgo… Le pido por favor que no me proponga”.
A regañadientes logro que me prometa que no me propondrá. Pero no la convenzo del todo: “Por eso estamos como estamos, si los jóvenes no quieren asumir responsabilidades de dirección en cualquier nivel, no avanzamos como país”. Ya sé que tiene algo de razón, ya sé que los jóvenes (de edad o de espíritu) deberían tomar más riendas en la “cosa” pública. Pero hay que tener cierta vocación, ciertas aptitudes, ¿no? Yo creo que estaré mejor haciendo lo que más o menos sé hacer, que es escribir. “De acuerdo (ella siempre tiene una respuesta); pues escribe de estos problemas para tu noticiero”.
Y ahí empezamos con lo mismo.

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