Desnudos

Desnudos

Desnudos / Foto: Yuris Nórido

Lo extraño es que todavía nos escandalicemos ante la visión de un cuerpo desnudo. Lo extraño es que sintamos culpa, apocamiento, desazón. Un cuerpo desnudo es la esencia misma. Un cuerpo hermoso (y que conste, asumo la belleza en su espectro más amplio, con todas sus implicaciones) es un regalo para los sentidos. Lo extraño es que a estas alturas haya tanta gente prejuiciada. Y no hablo, por supuesto, de los que sienten vergüenza por mostrarse sin ropas. Ese es un sentimiento perfectamente comprensible. Está profundamente arraigado en nuestra cultura, en nuestra educación. Hablo de los que atacan cualquier manifestación de desnudez, descalifican sin matices, embisten desde una militancia ultraconservadora y pacata. La cosa es: te gustan o te disgustan los desnudos. Es tu opción. Pero no asumas que todo el que accede a hacer un desnudo más o menos público (obviamente, no hablo de los exhibicionistas) es un depravado. No digas que todos los desnudos son un atentado a la moral. No repitas tan a la ligera expresiones al estilo de “eso es pornografía”. La gran polémica sigue en pie: ¿dónde termina el erotismo y comienza la pornografía? La frontera es confusa. Me parece que a veces incluso llega a ser ficticia… Pero ese puede ser tema de otra columna.

Hace un tiempo la prensa nacional reflejó una situación problemática. Un hombre fue expulsado de su centro de trabajo porque guardaba en la computadora una serie educativa sobre la sexualidad. Tenía desnudos, era de esperar. Se adujo que en la computadora no se podía guardar nada personal. Pero yo estoy casi convencido de que si en vez de la serie hubieran encontrado en los archivos varios capítulos de Caso cerrado o de una telenovela mexicana, el hombre en última instancia hubiera recibido solo un regaño. Está claro, al trabajo no se va a ver fotografías. Al trabajo se va a trabajar. Son tan culpables los que pierden el tiempo jugando solitario como los que lo pierden viendo fotos de desnudos. Pero no es saludable aplicar las reglas a rajatabla solo cuando hay desnudos de por medio. (Y fíjense, que no estoy hablando de películas pornográficas. Cualquier persona con sentido común sabe que hay espacios para todo…). No es saludable porque refuerza el prejuicio. Afortunadamente el hombre escribió a los medios. Afortunadamente los medios exigieron respuestas. La injusticia, hasta donde sé, fue reparada. Pero estoy casi seguro que otros no han tenido tanta suerte. Lo bueno sería, digo yo, que todo el mundo tuviera una computadora personal en casa.

Yo hago desnudos. Me explico: no poso desnudo (y no por razones “morales” sino más bien por razones estéticas). Pero hago fotografías de desnudos. Cumplo con mis obligaciones, con mis responsabilidades. Y hago las fotografías en mi tiempo libre. Aunque ahora que lo pienso, hacer esas fotografías no es simplemente un hobby, es una legítima forma de expresión. Nunca he hecho una sesión en mi oficina: no es el lugar. Pero sí actualizo mi blog en el trabajo, porque lamentablemente no tengo Internet en la casa. No es una actividad clandestina: mis jefes lo saben. Es más, admiran mi trabajo. Ya sé que todo el mundo no tiene jefes tan comprensivos y desprejuiciados. Una muestra más de todo lo que nos falta por avanzar. Que conste, no estoy abogando porque todo el mundo se quite la ropa. Es más, creo que en la mayoría de los contextos hacerlo sería irrespetuoso. Pero sería bueno que nos relajáramos. Que apreciáramos (descubriéramos) la belleza indiscutible del cuerpo desvestido. Y que haya espacios concebidos para disfrutar el desnudo, para estar desnudo, más allá de los ámbitos “artísticos”. ¿Por qué no puede haber en Cuba una playa nudista? ¿Por qué Spencer Tunick no puede hacer sus fotografías en una plaza pública? ¿Alguien me apoya?

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