Noticieros

Lester me trajo algunos de los últimos documentales del Noticiero ICAIC Latinoamericano, esa obra magna de Santiago Álvarez. Los vimos uno detrás del otro este fin de semana. Son todos de finales de los ochenta y principios de los noventa. En blanco y negro, sin grandes pretensiones esteticistas. Más que documentales, son auténticos reportajes. Un testimonio único de esos años.
Hay uno sobre el matrimonio y el divorcio (ahí descubrí entre las entrevistadas a una amiga que ahora trabaja en el Ballet Nacional); otro sobre la situación del transporte (que a juzgar por las imágenes, en 1989 no estaba mucho mejor que ahora); otro sobre el desabastecimiento de viandas en los puestos de venta de la ciudad (ya podrán imaginarse); uno sobre la construcción de una comunidad en un antiguo barrio insalubre; otro —muy simpático— sobre lo que define al habanero, y el último (conmovedor, escalofriante) sobre las personas que tienen que vivir en albergues debido al deterioro de sus viviendas.
Contra lo que uno pudiera pensar, no hemos cambiado tanto en estos veinticinco años. O sea, este país ha cambiado lo suyo, pero esos cubanos que ofrecen su testimonio son muy parecidos a los que ahora aparecen en las emisiones del Noticiero Nacional de Televisión. El mismo optimismo, la misma rabia, el mismo desaliento, la misma alegría de vivir, el mismo sentido del humor, la misma ironía, el mismo choteo, la misma buena cara, la misma mala cara, la misma jerga, el mismo disimulo, la misma combatividad, la misma inercia, las mismas ganas de discutir, la misma costumbre de cuidar bien lo que se dice, el mismo desparpajo de decir lo primero que viene a la mente…
Alguien me dirá: es muy poco tiempo para que un pueblo cambie. Pero también es evidente la manera en que el país se ha transformado en estos años. Por eso llama tanto la atención una circunstancia: Hasta cierto punto es otro el contexto, pero los problemas —en buena medida— son los mismos. Muchos de estos reportajes pueden ser transmitidos esta noche por los espacios informativos de la televisión. (Ni siquiera hay que editarlos, el nivel de la crítica es perfectamente admisible para la norma vigente en nuestras redacciones). Es más, algunos son muy parecidos a los trabajos de la sección Cuba dice.
Yo estoy francamente asombrado de nuestra propensión a chapotear en las mismas aguas. ¿Cómo es posible que tantos funcionarios y dirigentes sigan dando las mismas respuestas veinticinco años después? ¿Por qué los periodistas seguimos sin ir al fondo de las cuestiones? ¿Por qué tienen tan poca repercusión los trabajos “críticos” entre los entes decisores? ¿Hasta cuándo vamos a estar discutiendo sobre las formas de pago en la agricultura y la industria? ¿Cuándo habrá una red de transporte urbano funcional? ¿El principal debate ciudadano tendrá que seguir ocurriendo en las colas? ¿Algún ministro se animará a responder a demandas puntuales de la ciudadanía? ¿Alguien asumirá responsabilidades ante políticas erradas?
Estoy preguntando casi por el placer de preguntar; no tienen que responderme…

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