Periodismo en Cuba

¿Para qué los voy a engañar? ¿Para qué me voy a engañar? El periodismo en Cuba es malo, estoy tentado a decir que muy malo, a pesar de los deseos y las capacidades de algunos periodistas. El público lo sabe, los funcionarios lo saben, los periodistas lo saben. Lo saben dentro y lo saben fuera. Nuestra prensa escrita es muy gris, aburrida, esquemática, cacofónica, simplista, grandilocuente en sus elogios, tímida en sus críticas. La radio y la televisión no están mucho mejor. Sobre todo la televisión, el otro día lo escribí en mi blog: me parece de un cinismo exorbitante el hecho de que la primera información de un noticiero cubano sea el cumplimiento del plan de producción de arroz en una provincia cuando todos sabemos que el arroz que consumimos es malo y es caro. Alguien me lo dijo el otro día: el periodismo en Cuba parece que habita otra dimensión, está claro que no es la misma que vive el cubano de a pie. Intenté matizar, intenté encontrar explicaciones (las encontré, de hecho, pero no convencieron a mi interlocutor), quise tirarle la toalla a mis colegas (que es lo mismo que tirarme la toalla a mí mismo, que soy parte de todo este esquema), pero terminé por darle la razón. De todos los medios en Cuba, los que están haciendo un mejor periodismo son los digitales, allí por lo menos de cuando en cuando uno encuentra acercamientos polémicos y problemáticos al día a día; pero ya sabemos cuántos cubanos tienen acceso a internet (o incluso a una intranet) en Cuba, por las razones que sean. Voy a decir algo que he dicho en todas partes: el periodismo en Cuba tiene que reinventarse. Pero para eso, señores y señoras, no basta con las buenas intenciones de los periodistas, con los buenos deseos de los lectores, radioyentes y televidentes. Es un problema que en buena medida nos trasciende. No digo que los periodistas tengamos que quedarnos cruzados de brazos. Pero si no los mueven también más arriba…

En fin, no me quejaré más. Eso mismo que acabo de escribir se lo he escuchado (con mucha más contundencia) a respetables periodistas de nuestros medios en asambleas y congresos. Hubo un tiempo en que yo era más romántico, pensaba que en las manos de los jóvenes estaba el cambio. He chocado muchas veces ya con el muro de la realidad. Les confieso: no quiero chocar más (lo que no quiere decir que no tenga necesariamente que volver a chocar puntualmente). Decidí que debía hacer mi trabajo lo mejor posible. Me cansé de hablar en reuniones y talleres. Y eso no quiere decir que no aplauda a los que no se han cansado. ¡Suerte en el empeño! Es más, pueden contar con mi modesto concurso, pero en todo caso en esa batalla seré soldado, nunca capitán. Yo por ahora solo quiero responderle a un amable lector de esta columna que hace unos días averiguó mi correo personal y me envió una enfática diatriba, acusándome de doble moral. Lo cito: “Dices en OnCuba lo que no te atreves a decir en los otros lugares donde escribes. En los demás lugares mientes, o te obligan a mentir”. Mi fidelísimo lector (asegura que lee todos mis artículos), puedo asegurarle que no miento en ningún lugar en los que escribo. Ni aquí en OnCuba, ni en el portal CubaSí, ni en el periódico Trabajadores, ni en la revista Alma Mater, ni en mi blog personal. Ni miento, ni me han obligado a mentir. Puedo suscribir palabra por palabra todo lo que me han publicado a lo largo de estos años. Quizás no he podido hacerlo mejor, reconozco que a veces no he tenido las fuerzas o los deseos para hacerlo mejor. Pero nunca he vendido, como usted sugiere, mi pluma ni mi lengua. Y de paso respondo su última pregunta: “¿por qué te dedicas al periodismo en Cuba?” Es simple: porque creo que puedo hacer algo porque este país sea mejor. Algo muy pequeño quizás, algo quizás casi insignificante, pero algo. No bastará, de acuerdo. Pero algo es algo.

Ilustración a partir de una foto de Javier Roche

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