Segundo, tercero, cuarto…

Todavía no han terminado los Juegos Panamericanos de Toronto y muchos de mis amigos ya muestran su desaliento en las redes sociales. “Del cuarto lugar no nos saca nadie, ya lo verán”, asegura uno. “Es una vergüenza para este pueblo, muestra de la crisis de nuestro deporte”, se lamenta otro. “¿Y nosotros no éramos una potencia del deporte en el continente?”, pregunta, no sin ironía, un tercero. Yo soy un poco más optimista que mis amigos. Yo creo que perfectamente podemos aspirar a un tercer lugar. El segundo es más difícil, pero milagros se han visto…

Pero quiero, de todos modos, expresar mi más modesta opinión: un tercero, un cuarto, incluso un quinto lugar no estaría mal para esta isla. Sería honroso, sería más que digno, seguiría siendo glorioso, para estar a tono con las consignas que se enarbolan.

Porque, compatriotas que me leen, ¿de verdad creen que el desarrollo del deporte de alto rendimiento que exhibimos durante décadas estaba en correspondencia con el desarrollo integral de nuestra nación? A todas luces, no. Nuestro deporte era uno de nuestros grandes orgullos (sigue siéndolo, nadie lo dude), era nuestra apuesta (otra más) por sobresalir en el concierto regional, fue un esfuerzo de todo un sistema… pero yo les digo que no es normal que Cuba gane más medallas que Brasil y Canadá en unos juegos Panamericanos.

Somos una isla de once millones de habitantes. Bastante nos hacemos escuchar en este mundo.

Yo no quiero lanzar un balde de agua fría. Yo también me emociono cuando suenan las notas del himno nacional en una ceremonia de premiaciones. Yo estoy más que orgulloso de nuestros atletas, disfruto sus victorias y lamento sus derrotas. Pero quiero poner los pies sobre la tierra. No es, necesariamente, que nuestro deporte esté peor (aunque, viendo por ejemplo los descalabros de nuestra selección de béisbol, uno comprende que no está en sus tiempos de oro), sino que los de otros países están mejor. Y en alguna medida (sabemos que tenemos fama de ser un país solidario) por el concurso de entrenadores cubanos.

Acostúmbrense, señores y señoras, a la idea de los terceros, los cuartos y hasta los quintos lugares en los Panamericanos. Puede que sí, puede que no, ojalá que nos mantengamos en la élite, pero está claro que muchos países de la región (Brasil a la cabeza) le están dando un impulso serio a sus capacidades.

Y muchos de nosotros deberíamos abandonar esa actitud de superioridad. Deberíamos ser más pragmáticos, deberíamos intentar brillar en disciplinas con tradición y resultados… Y trabajemos para que siga teniendo sentido aquello de “El deporte, un derecho del pueblo”, una de las conquistas de estos años. Yo preferiría que todos los niños tuvieran con qué jugar fútbol y pelota a que unos pocos privilegiados sean los únicos con acceso a elitistas modalidades.

De cualquier forma, que no cunda el desánimo, bien alta la moral: una potencia deportiva parece que vamos a seguir siendo, al menos en esta parte del mundo. Y los Centroamericanos, está clarísimo, vamos a seguir ganándolos.

Falta que nos haría ser también una potencia económica. Pero eso no viene al caso ahora, ya lo sé…

Salir de la versión móvil