…con su impecable función…

Chris Cornell.

Chris Cornell.

Recuerdo el encabronamiento de mi socio Luis Alberto García por haberse perdido el concierto de Audioslave en La Habana, el 6 de mayo de 2005. Estaba filmando un corto estudiantil en la EICTV de San Antonio de los Baños y no pudo zafarse. “Y encima tocaron ‘Black hole sun’, una de mis canciones favoritas”, añadía con amargura.

Yo sí estuve. Y valió cada minuto. Por entonces veía con ojos de veterano a “esos grupitos grunge” y discutía a menudo con jóvenes para quienes Nirvana, Faith no More, Soundgarden y Pearl Jam constituían el non plus ultra del firmamento rockero. Cada generación necesita inventarse a sí misma antes de descubrir lo que le precedió: yo aprecié a Elvis y Chuck Berry tras haber resobado a Deep Purple y ELP… solo entonces, después de conocer el pasado, se puede ir en dirección contraria. Así, esa noche en la Tribuna Antimperialista la voz de Chris Cornell me sacudió de pies a cabeza. No era un producto fabricado, un triste remedo de su desempeño en los discos… más bien todo lo contrario. Cornell cantaba como un padre fundador, con una vibración telúrica: en su voz podías hallar a la vez su dolor personal y el dolor del mundo. Tom Morello estuvo muy bien, Tim y Brad me parecieron fantásticos, pero Cornell era el tipo.

Luego estuvo, entre muchas grabaciones con diversas bandas y en solitario, aquel bootleg de un concierto acústico en Suecia, donde ofrecía, junto a revisitaciones de Zeppelin y Audioslave, una versión de “Billie Jean” a mi juicio superior a la original, una lectura lenta y agónica hasta el punto de resultar irreconocible durante un buen trecho.

Y ahora se va a los 52 años, la edad que estaba a punto de cumplir Santiago Feliú cuando nos dejó en febrero de 2014. No está bien. No puede ser. Me conmovió la partida, hace también unas horas, del escritor Guillermo Rodríguez Rivera, a quien conocí y traté de tarde en tarde; me laceran todas las muertes, solo que la de aquéllos que se marchan tan escandalosamente antes de tiempo, sin haber terminado lo suyo, cuando rebosan talento y energía, es inaceptable. No deja de ser irónico que las agencias que reportan la muerte de Cornell citen un comentario suyo en el sentido de que le deprimía la pérdida reciente de muchos amigos talentosos y relativamente jóvenes. Coño, Chris, ¿y ahora nos haces esto?

Tienen que ser el agujero en la capa de ozono y el calentamiento global, que han vuelto loco a Dios. Es su única excusa para lo que viene haciendo últimamente.

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