Los forros

Hace poco veía en YouTube una compilación de fragmentos de canciones en inglés con traducciones disparatadas al español. Me hizo recordar cómo cantábamos, allá por los 70, los temas que nos gustaban. Ahora conozco muchos adolescentes que desgranan con soltura la lengua de Shakespeare, pero cuando estudiaba en la Lenin prácticamente nadie a mi alrededor –ni siquiera aquellos que recibían inglés y no ruso como idioma básico– entendía el más simple estribillo parapetado tras los aullidos de Led Zeppelin o Deep Purple. ¿Qué nos habríamos hecho, pues, sin aquellos gloriosos forros? Y no solo nosotros, los oyentes: la mayoría de los vocalistas nativos cultores del género, al clonar, digamos, Whole lotta love, cantaban algo como Ajouri kitti mailof guanajo leve leve

No es que fuésemos más brutos: a fuer de justos, hay que admitir que escuchábamos esa música en la radio o en cintas de baja calidad, en grabaciones de tercera generación en adelante. Fuera de copiarlas de las fundas de los acetatos, no teníamos otro medio de examinar las letras… y los acetatos eran rarísimos. No ocurría solo con la música: tampoco existía un sistema de conservación privada de películas –el video Beta nació a mediados de los 70, y como otras tecnologías antes y después, esperó a ser bastante mayorcita para visitarnos– de manera que no podíamos volver atrás en una película para enterarnos de lo que dijo el tipo o repetir una escena que nos gustara o dejar la película en un punto para retomarla luego: tenías que morir con la televisión o el cine, y en el cine conformarte con copias resobadas y llenas de arañazos. Por si fuera poco, no había apenas turistas que hablaran inglés, y si los encontrabas era mejor no acercarte mucho. Vaya, que el inglés no era fácil de aprender, y mucho menos de practicar.

Así, había que ponerle imaginación –imaginación ignorante– a todo, incluidos los nombres de los intérpretes: el vecino de una prima mía de Pinar del Río me mostró, ufano, un cassette con la leyenda “lo último de Pomar Cane” manuscrita por un lado. Sic. Me tomó un tiempo comprender que se trataba del Band on the run de… Paul McCartney. Y en época más reciente escuché anunciar un tema “de la popular banda irlandesa Usted también”. Vale, U2 es no solo el nombre de un avión sino un juego de palabras, pero al traducirlo así se elimina, justamente, la riqueza de significados.

De vuelta a los textos, otra categoría de apropiaciones era la que se relacionaba con los antedichos videos de YouTube: a saber, aquella que convertía las frases clave de la canción en oraciones con sentido en español, solo que con un sentido absolutamente inesperado, esperpéntico, que a nivel popular operaba como sucedáneo del título real del tema, forros consensuados que levantaban coros y movimientos maliciosos en las fiestas.

Es fácil evocar en esa línea muchísimos ejemplos: “Abre las patas y goza” (por Another one bites the dust), “Se me cae la trusa” (por Shake your body down to the ground), “Señor Führer” (por Shake your booty), “El gato mudo” (por You got to move), “No hay fa y Dónde coño tú vives” (por Belfast), “Maní Maní” (por Money money), etcétera. Cuando no se trata del estribillo sino de fragmentos al azar el fenómeno, sin dejar de ser divertido, se personaliza: “Singar aquí” (por sing out of key, en With a little help from my friends) “Un chinito pecando” (por then she lit up a candle, en Hotel California), “Yo besé a mi prima” (por you may say I´m a dreamer en Imagine), “Quiero quiero irme” (por can I get a witness, en Somekind of wonderful), “No hay que embarajar” (por Nothing but a heartache, en It´s a heartache), etcétera. Y lo mejor es que después, por más que haya pasado mucho tiempo y uno sepa lo que en verdad dice la letra, no hay manera de librarse de la variante espuria.

Si era difícil en inglés, peor resultaba con otros idiomas tan impenetrables como el húngaro. El tema Ringasd el magad de Locomotiv GT, que pasaba con frecuencia en la radio cubana, la gente lo llamaba Ringo se mudó. Y hablando de Ringo, el Beatle, al final de Helter Skelter el batería se queja I got blisters on my fingers!, pero yo seguiré oyendo (%&$%&) “¡Manda pinga!” por el resto de mi vida.

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