Miaming

Miami. Foto: Osbel Concepción.

Miami. Foto: Osbel Concepción.

Como Frank Delgado, yo siempre escuché hablar de la otra orilla.

En mi primera expedición a Miami, por dos semanas, cada día trae nuevas experiencias. Desde mi arribo a esta tierra mítica, poblada por gente ruidosa y sencilla, que habla del país como si lo hubiera diseñado personalmente aunque la inmensa mayoría no es nativa de acá, he recorrido sus calles con esa sensación de aventura que embarga al explorador en riberas remotas y desconocidas. Así debieron sentirse Marco Polo en China, Leif Erikson en Vinland o un amigo mío que se divorció hace poco y tuvo que mudarse de Miramar a San Miguel del Padrón.

Miami es una ciudad que más que construida parece derramada. Si esa otra urbe exótica que es Nueva York puede y debe ser recorrida a pie o en Metro, si allá tener auto es más bien un estorbo, en Miami es imposible ir andando de un sitio a otro: las distancias son inmensas, las aceras mínimas cuando no inexistentes, en ciertos barrios el caminante no encuentra sitios de interés durante cuadras y cuadras, solo viviendas aisladas. El transporte público, en comparación, apenas existe.

No le preguntas a un miamense si tiene auto, de la misma manera en que no le preguntas si tiene riñones. De hecho, es más probable que no tenga riñones.

Aunque el gusto es a menudo restallante y excesivo, se trata de una ciudad bella, hasta paradisíaca. La zona de la playa es un regalo para los sentidos, y la línea de rascacielos impresiona por su modernidad y audacia. En lo tocante a la cultura, si bien hay un montón de instituciones culturales, es mucho más lo que pasa por aquí que lo que se genera acá. Programa más o menos, la televisión local es horrible, y abunda en artistas cubanos haciendo cosas que dan vergüenza ajena.

Las costumbres de los nativos-que-no-son-nativos pueden en ocasiones causar extrañeza al viajero civilizado: así como todo el mundo se mueve en auto, todo el mundo anda de prisa. Han importado no solo costumbres y hábitos dietéticos, sino edificios enteros, de tal suerte que te encuentras la Funeraria Caballero, el restaurante La Carreta o la pizzería Bella Napoli. Hay una pasmosa vocación monárquica: cualquier negocio se publicita como El Rey de esto, los Reyes de lo otro. Han preservado platos clásicos de la cocina cubana con el mismo tesón con que se aferran a credos y mentalidades rígidos y congelados en el tiempo: para muchos de ellos, su país natal se detuvo en el instante en que lo dejaron. Todos se alegran de estar entre conocidos pero se quejan del cubaneo. Todos se esfuerzan por demostrarte lo maravillosa que es su vida, cada uno sabe exactamente cuál es la solución al problema de Cuba, pero después de hablar un rato largo del comunismo, los habitantes empiezan a despotricar contra el ritmo de vida acá, de que suben los alquileres y bajan los salarios, de lo cretino que es el jefe o alguien que decide.

Aunque sus habitantes no se detienen, Miami se mueve poco. Por fortuna, en los últimos tiempos ha renacido el teatro –o al menos, cierto tipo de teatro– de la mano de artistas como Alexis Valdés. Y el Consejo de Ancianos del Versailles, si bien conserva mucho poder, ya no es la única voz en la aldea. Al parecer, acá algunas posturas son más democráticas que otras. No son pocos los cubanos pro Trump que ven la mano comunista controlando Univisión y hasta Facebook, que tienden celadas a los artistas coterráneos de paso, los conspiranoicos delirantes.

Por otra parte, también he conversado con gente razonablemente abierta, gente culta y cálida que no te organiza un mitin de repudio con polaridad invertida solo porque vivas en Cuba. Gente curiosa que te hace preguntas y acepta la diferencia. Gente que te advierte: te voy a llevar a una librería que vende muchos libros en español, pero trata de no hablar con la dueña porque es feroz y encima cree que Trump es lo mejor que le ha pasado a América.

Y me he reencontrado con muchísimos amigos. Uno, por cierto, me dijo cuando estuvo seguro de que nadie lo oía: “Aquí también hay que hablar bajito…”.

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