Stones pá ti

Era más fácil pensar en una nave extraterrestre descendiendo en el Comité Central del PCC. O en la carne de puerco volviendo a valer cuatro pesos la libra, como en los ochenta.

Lo cierto, sin embargo, es que los Rolling Stones vienen a Cuba, para cerrar su gira latinoamericana Olé! Tour 2016. Es, de lejos, la banda rockera más importante que nos ha visitado jamás (asumamos que no se jode nada a última hora), y uno de los acontecimientos culturales, sociales y políticos más significativos en los últimas décadas.

Los he visto tres veces: en Seltzweg, Austria, 1995; Munich, Alemania, 2003, y en 2007 en Madrid. Privilegio múltiple, si se considera que son mi banda favorita (junto a los Beatles, que están más allá de todo pero se mantuvieron juntos menos de la quinta parte de lo que han durado los Stones), que vivo en Cuba y, last but not least, las entradas para sus conciertos no son exactamente baratas. Supongo que eso me autoriza para recomendarlos.

¿Qué puede esperar el cubano promedio, que no conoce su obra mucho más allá de Satisfaction, de los Stones? No son Jagger y sus compañeritos bardos o profetas, por más que algunos de sus textos irradien no poca belleza y, sobre todo, un exquisito cinismo; tampoco se trata de los intérpretes que uno buscaría para escuchar ejecuciones virtuosas, al mejor guitarrista o mejor cantante o al mejor batería o lo que sea.

El estilo de la banda no se centra en derivaciones jazzísticas, en solos diseñados para el lucimiento de los instrumentistas, sino en ráfagas nerviosas en que las dos guitarras entretejen figuras sin rivalizar entre sí, la sección rítmica va a lo suyo con feroz minimalismo, y la voz se arrastra, potente y sensual como la banda sonora de un sueño erótico. Los Stones, y en particular su frontman –sin ir más lejos, véase el video del hit de Maroon 5, Moves like Jagger dominan la escena como nadie, con la convicción y el oficio de quien no tiene que demostrar nada, de quien lo hace, simplemente, porque puede hacerlo.

Energía es la palabra, la energía esencial del rock que mantiene a los setentones británicos en plena forma a pesar de los años, la operación de garganta de Charlie, las drogas que ha tomado Keith y que llenarían un par de trenes de carga, las peleas entre él y Mick, los divorcios, las fluctuaciones de la moda, la crisis de los soportes tradicionales de la música grabada, las predicciones sombrías, el kitsch, los millones y la muerte.

Como otros sobrevivientes (Dylan, Starr, McCartney) como sus maestros B. B. King y Chuck Berry y sus varias generaciones de discípulos, los Stones empujan el concepto del rock en tanto música efímera para adolescentes rebeldes y lo recolocan entre los géneros clásicos capaces de conservar la pureza y reinventarse, todo a un tiempo; de tanto levantarse tras el reposo o la caída parecen eternos, como si se empeñasen en demostrar que el fin es sólo una posibilidad, no una sentencia; como si la rebeldía y la irreverencia consistiesen, a los setenta, en no actuar como carcamales vencidos.

Quien asista al concierto habanero de los Stones presenciará, qué duda cabe, un gran espectáculo. El diseño –y la escala– de sus escenarios, los efectos de luz, sonido y pirotecnia cortan la respiración. Pero, más allá de eso, escuchará canciones que fueron a beber a lo más oscuro y profundo de la música negra norteamericana, más que nadie antes que ellos, lo que por demás abrió un camino a muchos que vinieron después.

Para quien desee pasar más allá de una compilación de Grandes Éxitos, los álbumes esenciales, desde mi punto de vista, son:

Aftermath (1966) el primero compuesto exclusivamente de material propio, con un trabajo -para la época- complejo y creativo a nivel musical.

Beggars banquet (1968) regreso a sus raíces musicales después de los devaneos psicodélicos del Their Satanic Majesties Request.

Let it bleed (1969) otra joyita. Entre los guitarristas que tocan ahí (tras la muerte de Brian Jones) está Ry Cooder, el hombre que muchos años después estaría detrás del fenómenoBuenavista Social Club.

Sticky fingers (1971) el primero con el nuevo guitarrista Mick Taylor a tiempo completo, el primero en contener el logotipo de los labios y la lengua (diseñado por John Pasche y no por Andy Warhol, como erróneamente se cree; la contribución de Warhol consistió en el diseño de portada).

Exile on Main St (1972) para muchos su mejor disco. Un álbum doble, prácticamente sin hits, pero donde cada corte es memorable.

Some girls (1978) toda una reafirmación en tiempos del punk y la música disco. Coquetea con esos géneros, pero a partir del sonido Stones.

Voodoo lounge (1994) más sabe el diablo…

En fin, que en Cuba, como en otras plazas latinoamericanas, la nueva gira galvanizará a sus fans, reunirá tres o cuatro generaciones en un mismo recinto para escuchar uno de los sonidos más inconfundibles del universo rock, dará pie a caricaturas sarcásticas de cuatro viejitos con casi trescientos años de patrimonio común, impulsará las colecciones y las apuestas. Apuestas, sí, porque esta será de seguro la última gira.

O no.

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The Rolling Stones - (I Can't Get No) Satisfaction (Official Lyric Video)

 

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