Todo el cine

"Una paloma se posó sobre una rama a reflexionar sobre su existencia", del director Roy Andersson.

"Una paloma se posó sobre una rama a reflexionar sobre su existencia", del director Roy Andersson.

Me encantaría conocer al individuo que programa el cine en el Paquete Semanal. Más que nada, para felicitarle. Si bien el grueso de las películas son norteamericanas, el tipo siempre incluye títulos europeos, latinoamericanos y asiáticos, hasta alguno que otro africano. Eso sí, tienes que procurar hacerte con la oferta matriz, pues si armas tu selección a partir de la que otros previamente hicieron, corres el riesgo de quedarte en Hollywood.

En los años 60 y 70 se exhibía en Cuba no solo cine del universo socialista, no solo clásicos norteamericanos ideológicamente inocuos –las películas del año eran por lo general imposibles de conseguir por culpa del bloqueo, había que comprar copias de tercera mano en países remotos, a menudo con un lustro de retraso–, no solo viejas películas mexicanas y argentinas en el Cine del Ayer de la tele, sino muchísimo cine europeo y asiático. Las muchachas de la generación que me precedió y aun de la mía adoraban a Alain Delon, Jean Paul Belmondo y Alexéi Batálov, en tanto nosotros jugábamos a ser el masajista Ichi. Básicamente porque no había otra opción –aún no existían las computadoras personales, ni siquiera las videocaseteras– veíamos el cine que nos mostraban, y así las salas se llenaban con lo último de Fellini, Scola, Berlanga o Kurosawa. Eso sí, las colas para ver La cámara 36 de Shaolín, Infierno en la torre o la lamentable King Kong de John Guillermin daban varias vueltas a la manzana: el cine de acción seguía siendo favorito de multitudes.

Huelga decir que el panorama ha cambiado muchísimo. La disponibilidad de una enorme cantidad de películas en formato digital –enorme, realmente: no hay quien lo vea todo– y la omnipresencia de la publicidad hollywoodense –incluso en un país de economía tan peculiar como este, numerosas tiendas tienen fotos de Charlize Theron, Rihanna o Johnny Depp aconsejando productos en las vidrieras– entre otras razones, hacen que la mayoría de la gente se sienta al día con el séptimo arte en cuanto consigue los Óscars del año. Y, entretanto, con la última de Vin Diesel o Jason Statham. El espectador hace resistencia a una lengua que no sea la inglesa, a un ritmo distinto del hollywoodense, a actores que no conoce o, en el caso de las películas asiáticas, en que todos se parecen.

Guiándonos exclusivamente por lo que nos resulta familiar es mucho lo que nos perdemos. El cine surcoreano (Park Chan-Wook, Kim Ki-Duk, Park Joong-hoon, Kim Ji-Woon), el chino continental (Zhang Yimou, Chen Kaige), hongkonés (Wong Kar-Wai) y taiwanés, el hindú, el iraní (Abbas Kiarostami, Asghar Farhadi, Jafar Panahi), el turco; el sueco, danés y noruego, el rumano, el serbio; el chileno con Pablo Larraín… Demasiada gente presta atención a los buenos cineastas no hollywoodenses solo cuando emigran a Hollywood y filman en inglés. Pero que la cultura estadounidense se proclame el centro del mundo no significa que lo sea, y si lo fuera que no existan, o carezcan de interés, los márgenes. Aunque en realidad, como proclama un viejo chiste, no es que se tengan por el centro, sino por el mundo.

Con el Paquete me ocurre que, digamos, siempre hay un puñado de películas que doy por buenas pues las buscaba, o son clásicos reconocidos, o bien me agrada el trabajo del director: esas las guardo sin dudar un instante, ya las disfrutaré después. Entonces me pongo a ver las treinta o más de las que no tengo información previa, con la esperanza de hallar la consabida flor en el estercolero; a veces la encuentro, a veces no, pero entretanto se me va la semana… y he aquí un nuevo montón de títulos que revisar en el siguiente Paquete. Como resultado, y dada esa deformación profesional que me impele a seguir la trama de cada puñetera película hasta el final, un día descubrí que llevaba varias semanas viendo únicamente películas malas. En una palabra, que siempre hay que escoger y dejar algo fuera, pero también es preciso arriesgarse un poco, o no encontrarás nuevas maravillas.

Sí, el Paquete es a la vez el problema y la solución, solo que la solución debes elegirla, no te la impondrá nadie. En las últimas semanas, a guisa de ejemplo, he pescado maravillas como la hindú The lunchbox, de Ritesh Batra, la italiana Perfetti sconosciuti, de Paolo Genovese, la sueca En duva satt… en fin, Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia, de Roy Andersson; la islandesa Fusi, de Dagur Kári –¿cuántas películas islandesas ha visto cualquiera, incluidos los islandeses?– etcétera. Pero también son parte de la solución las semanas de cine alemán y holandés o el Festival de Cine Francés que, a fuer de justos, todavía atraen numeroso público, no todo el mundo se va con los hits hollywoodenses del verano. Y he escuchado a unos jóvenes que, mal informados por el programa, se perdieron una película que perseguían dentro de la reciente Muestra de Cine Español del Nuevo Milenio: “Tranquilos, ya saldrá en el paquete la semana que viene”…

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