Juan Carlos Cremata en “el cementerio de los artistas”

Juan Carlos Cremata. Foto: Regino Sosa.

Juan Carlos Cremata. Foto: Regino Sosa.

Podría suponerse que la carrera cinematográfica de Juan Carlos Cremata había terminado en 2015, cuando decidió irse a vivir en los Estados Unidos de América. Un viejo razonamiento supone que el cineasta cubano que abandona su país queda incapacitado para seguir haciendo su obra. Sobre todo, cuando toma por residencia un mundo donde el cine es primordialmente un negocio que cuesta mucho, que tiene un estricto perímetro institucional al que resulta muy difícil acceder y donde solo en ocasiones queda permitido utilizarlo para la expresión personal.

Pero eso no es un absoluto. Menos en la era del postcine. Por eso Cremata, que ha sido de los cineastas esenciales del cine nacional desde que en 1991 dirigiera Oscuros rinocerontes enjaulados (muy a la moda) como su tesis de graduación de la EICTV, se está reinventando.

Bajo el término de MICRO CINEMA, muy significativo para la historia del cine de vanguardia y experimental estadounidense, Cremata ha comenzado a reunir cortos de diverso talante en un canal de YouTube asociado a www.odeley.tv.

“Serie MICRO CINEMA by Juan Carlos Cremata Malberti, Miami Beach” dice la introducción al escenario virtual donde ha ido depositando nuevas piezas producidas en su exilio, subidas enero y febrero del corriente. Alguna de ellas aparece fechada en “Miami: El cementerio de los artistas”.

Ese comentario irónico dibuja el tono general de estas ficciones. Cremata reincide en su deriva hacia narrativas del absurdo, revisiones de la marginalidad moral y parodias del mal gusto, la chabacanería y el desmadre cubanos. Varias de las piezas advierten por ello, en un pórtico de costado sarcástico: “El siguiente filme contiene palabras obscenas que pueden molestar su sensibilidad. Recomendamos su control parental y ofrecemos disculpas por las molestias ocasionadas.”

Como botón de muestra: Mala Tota, un monólogo de apenas cuatro minutos, en plano único. Una mujer habla por teléfono asomada al balcón de un edificio. La cámara la encuadra desde atrás y en plano general. Escuchamos la conversación, donde refiere su participación en una marcha de mujeres en Washington enfrentadas a la opinión del presidente Trump de que puede agarrarle sus partes privadas a la fémina que se le antoje.

La mujer usa toda clase neologismos para referirse a esa zona del cuerpo oscurecida incluso en el lenguaje serio. Emplea jerga solamente contextualizable por cubanos: “le tocó bollo por pescado”.

Salta de la agitación militante a la vulgaridad, de la cosa política a la insolencia soez: “Aproveché para teñirme el coño (…) imagínate, en Marshall sacaron un tinte color mierda e´mono que es un sueño.”

La actriz es Yani Martín, el texto de Alfredo Chang, la fotografía, edición y dirección de Cremata.

El realizador cubano hizo del grotesco cáustico su territorio predilecto desde el mismo inicio de su obra. En Oscuros rinocerontes… el egoísmo narcicista, la doble moral, la amoralidad y grosería cubanas eran abordadas con candidez casi.

En lo adelante, sobre todo en obras posteriores como El premio flaco, Chamaco o Crematorio, pero sobre todo en el teatro que llevaba adelante con su conjunto El Ingenio, Cremata ha explorado esa zona obscena de la cubanidad que solo algunos –entre ellos Virgilio Piñera y Reynaldo Arenas; y en el cine, Arturo Infante y Jorge Molina, más Juan Padrón en el primer Vampiros en La Habana— se han atrevido a enfrentar.

Más que a activar la idea del choteo, el trabajo de Cremata se dirige a poner en evidencia una zona cultural, una marca de carácter que permea lo nacional. Por ejemplo, en Manejar en Miami mal, o Bad Driving in Miami, “segundo minifilme de la serie Micro Cinema”, un par de tipos sentados tras el parabrisas de un auto conducen por esa ciudad de La Florida. El que va al volante profiere toda clase  improperios a transeúntes y choferes que se tropieza en su camino, usa malas palabras y ofensas discriminatorias de tipo racial y sexual, en un despliegue de mala leche y grosería prepotente.

Con un leve zoom back, se nos revela que se trata de un auto detenido en un garage, y que en verdad asistimos a un examen de conducción que evalúa el grado de civilidad del sujeto al volante. Hay además un final inesperado, con tintes de humor.

La fotografía estuvo a cargo de Hazeem Velázquez, actúan Yerandy Basart y Javier Fano. Guión, edición y dirección de Cremata.

Esta inclinación paródica y abrasiva ha tenido siempre un borde intertextual en Cremata. Oscuros… era ya un mapa de referentes, homenajes y sutiles puyas ilustradas, como mismo Nada colocaba a parte del cine cubano sobre un tamiz evaluatorio de sus legados. Casualmente, el primer corto de la serie de Micro Cinema se titula Giselle, dura casi ocho minutos y pone en perspectiva satírica el universo del ballet.

Cremata es consciente de los roces deliciosos que para la crítica de costumbres ofrece el refinamiento y elitismo del ballet clásico como forma cultural y sus entretelones de envidias, bajas pasiones, competencia y arribismos. Aunque mucha gente diga que la nobleza está en el centro del arte de la danza, el paradójico encuentro de lo sublime y lo pueril de esa disciplina eran ya material de despiece en Diana, aquel amargo corto dirigido por Cremata en sus primeros meses de estudiante en la EICTV. Aquí la emprende contra la tradición del ballet romántico.

Giselle es encabezado por una serie de cuadros con textos de prevención. Por ejemplo: “Variación de Giselle / monólogo interior basado en hechos reales/ pero con mentiritas / como la vida misma”. Lo que sigue es un monólogo en off, la voz de la malahadada muchacha que protagoniza el ballet homónimo, quien refiere la trama de traiciones, golpes bajos, envidias y engaños de que ha sido víctima. Ella, pobre muchachita del campo, cuyo único anhelo fue bailar, se encontró con Albrecht, hijo del secretario del Partido, quien la iba a sacar de allí para siempre y a permitirle realizar sus sueños.

Pero ha sido engañada, envuelta en el trapicheo de su amado y de Hilarión, así que acabó acusada de loca. “Loca pinga –niega vehemente. Loca por el ballet”. Giselle lanza toda clase de improperios y señalamientos explícitos contra la gente que la ha llevado a la muerte: “¡Hijo´e puta, cobarde!” Confinada al reino de los muertos, solo le queda quejarse: “Ahora milito en las filas del lesbianismo partidario entre este millón de willis.” Pero, como siempre, no se deja trajinar; ella va lo suyo: “Yo estoy puesta pa´Diana, la de Acteón”.

Giselle tiene una banda imagen de planos difusos o fuera de foco, con sobreimposiciones, fundidos y disolvencias que ilustran el texto declamado con escenas de apenas contenido narrativo. Hay destellos, estática televisiva, zigzagueantes manchas de color. Su estilo general, de inclinación por el collage abstracto, es reminiscente de aquel paradigmático corto realizado por Cremata en el mismo incio del siglo XXI: La Época, El Encanto y Fin de Siglo.

La música balletística acompaña la voz susurrante, un rumor casi, que acaba descubriéndose como verborrea acusatoria de la pobre Giselle desde el Más Allá.

Aquí Masiel Alonso es “la imagen”, Rachel Cruz “puso su voz”, todo a partir de otro texto de Chang y del propio Juan Carlos Cremata, quien se hizo cargo además del montaje y la dirección. Está fechada en “febrero 14, luna menguante.”

Cuando Cremata fue censurado en 2015 por su versión teatral de El rey se muere, su proyecto escénico El Ingenio privado de cualquier apoyo institucional, su película Crematorio abandonada sin terminar, todo parecía poner punto final a su obra.

No era el primer caso; no será el último. Pero su foto ha aparecido en el coro mudo que acompaña a Mariela Brito sobre la escena de Departures, la nueva obra de El Ciervo Encantado. Y su nombre me ha saltado mientras navegaba por YouTube. Lo he visto allí haciéndose un selfie con una pareja de amigos; una foto que ha salido mal, y ha integrado la creciente nómina de Micro Cinema bajo el título de Photus Interruptus.

No hay gesto más pleno que la sobrevida.

Obra "Departures", El Ciervo Encantado. Foto: Olivia Rodríguez.
Obra “Departures”, El Ciervo Encantado. Foto: Olivia Rodríguez.
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