Carta política a los Reyes Magos

Puestos a pedir, deseo que los Reyes Magos, también, sobrevuelen esta isla que necesita sueños y obras que los realicen.

Ilustración: IA/Canva.

Supongo que los Reyes Magos sientan vergüenza al salir a repartir presentes por el mundo y no padecer por Palestina, donde empezó todo su periplo hace más de dos mil años. Ha de ser triste, para ellos también, saber que hace mucho tiempo el mundo está plagado de pequeñas y silenciosas palestinas. 

Les pido entonces que regalen vida, un día más de vida al menos, para las niñas y los niños de Gaza y Cisjordania, quienes temen confundir una estrella fugaz con un misil lanzado por Israel. Para quienes no esperan oro, incienso y mirra, sino algo de comer, el afecto al alcance de sus madres y sus padres, y el juego sin miedo. 

Es una misión difícil salir a dejar regalos a tantas niñas y niños que en este minuto cruzan de manera ilegal alguna frontera, zozobran en algún mediterráneo, duermen en alguna cárcel de inmigración, viven en la desolación de calles que nos les llevan a ningún sitio, o que ya están en otros lugares a los que llegan inhalando muerte. 

Qué tarea tan ardua celebrar nacimientos ante tanto mundo desolado, sin esperanza, sin sueños, sin vida a corto plazo. Para muchas niñas y niños celebrar la existencia es casi un sacrilegio, una burla, un sinsentido. La utopía de los Reyes Magos se da de narices con la distopías en no pocos rincones del planeta.  

Claro, es cierto, enmendar tanto mundo roto no es responsabilidad exclusiva de mago alguno, tampoco es cosa de magia. Es obra humana colectiva la fórmula viable. Entonces es mejor pedir en estos días que nos acompañen en el empeño de indignarnos, rebelarnos, denunciar, soñar, fundar, crear, impulsar, renacer, sumar. 

El regalo mayor es que nos acompañen a ver más allá de nuestras propias puertas, a traspasar el umbral de nuestra comodidad, el bienestar del egoísmo, la pequeñez de nuestra visión aldeana, el ciego encantamiento con lo que no nace de nuestras manos, el deleite en la estupidez, la palabrería tonta que otros pusieron en nuestra cabeza, el paso por la vida sin la conciencia de existir.  

Puestos a pedir, deseo que los Reyes Magos, también, sobrevuelen esta isla que necesita sueños y obras que los realicen. Que nos ayuden a recuperar la capacidad de mirarnos en comunidad, para que el bienestar sea cosa de todas y todos, para que la alegría nazca de sentir que lo logramos, juntas y juntos. 

Que alimenten la solidaridad que nos queda, la dignidad que nos realza, la pasión que nos mueve y nos conmueve, la vocación de justicia y el empeño por alcanzarla. Que rieguen con su estrella la luz tremenda de este pueblo hermoso y corajudo. 

Deseo que agiten nuestra compasión con la maestra retirada que la pasa mal; con el funcionario honesto que vive una vida precaria, con el campesino triste frente a una tierra seca de agua y de insumos, con el médico que se debate entre sanar a las personas y solventar su cotidiana existencia, con la abuela que se quedó sola con el mar en la cara y el dolor en la espalda. 

Agiten nuestra compasión, también, con la mujer negra y pobre que ya no tiene de dónde sacar para empujar a su prole, con el esquizofrénico que no tiene medicina que alivie su locura, con el joven derrotado por las drogas, con la mujer violentada y sometida por el patriarca proveedor, con la persona de fe engañada por un pastor inmoral, con las niñas y los niños que se angustian con tanta partida sin explicación y sin aviso, con el deportista que agita otras banderas, con los que esperan un país que no llega, con las personas desahuciadas, con quienes parten con dolor. 

Deseo que nos ayuden a recordar que la economía no es asunto exclusivo de los economistas; que la política que no hacemos alguien la hace por nosotros; que la religión que no redime, somete.  

Ayúdenos a recordar que la educación sirve para amar y cooperar, no para obedecer y adoctrinar; que la libertad no es para acaparar sino para compartir; que la dignidad de un pueblo está en su capacidad de crear, no en el hábito de esperar; que existen dos bandos, el de los que odian y destruyen y el de los que aman y crean; que la rebeldía es tan identitaria en esta tierra como la palma y la mariposa. 

Deseo que nos acompañen en los caminos contrarios al desprecio, la exclusión, la violencia, el ruido (de dentro y de fuera), el fraude, la codicia, la especulación, el sálvese quien pueda, la mentira clara y llana, la deslealtad, el escarnio y la expoliación de quienes producen con sus manos la materialidad de la vida y con su conducta la espiritualidad del pueblo.  

Por favor, bendigan, premien, estimulen, alaben a quienes no son derrotados en el improperio, en el descrédito, en la agresión física y moral, en el ataque impiadoso contra cada resquicio de su humanidad; a quienes transitan con la mira del odio encima y no reniegan su derecho a la belleza, la concordia y la paz. 

Si no es mucho pedir, aderecen nuestra voluntad de no temer a la honestidad, de que ser justos no salga tan caro, de creer en un país en el que seamos todas y todos, en el que el amor sea la fuente primera de producción de sentido, en el que sea cada vez más natural y respetable gritar: “el rey está desnudo”, en el que no nos de vergüenza defender la historia, hablar de sueños y creer en la socialización de la libertad, el poder y la dignidad. 

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