San Dimas

Foto: Denise Guerra.

Foto: Denise Guerra.

Las cosas insisten en perderse en el reguero del hogar. Las diminutas, las que se mimetizan con el color del suelo, las que caben en pequeños agujeros. Se extravían los libros que no encontramos porque olvidamos que los dimos en informal comodato a un amigo sin escrúpulos para la devolución. Se pierden los papeles importantes, el juguete del niño que importa más al padre que al hijo. Los objetos parece que tienen vida propia, que se mueven y ocultan para aparecer después como si nada en  medio del desorden habitual.

Este mal cotidiano es especialidad de San Dimas, o al menos lo creen muchos devotos. La práctica es normal en los campos cubanos, pero también usual en las ciudades. Si no aparece el dedal preferido de la costurera, se amarra un cordel o cinta a la pata de una mesa o silla y se dice con convicción la siguiente oración: “San Dimita amarro, San Dimita creo, preséntame el dedal que es lo que más deseo”. Y así con el objeto de que se trate.

Tengo que confesar que hasta ahora no había pensado en San Dimas para mis pérdidas. Hoy, en cambio, necesito un cabo para atracar barcos, una liana salvaje de selva virgen, una soga de montero, un nudo de marinero, para atar a una pierna de Minerva, para enlazar a la Alma Mater, para enredar a la ceiba más grande de Cuba, para amarrar y pedir a la estrella ascendente de la Plaza.

Mi lazo y mi enredo tienen que ser grandes, el nudo indomable hasta para Alejandro. Voy a pedir a San Dimas que aparezcan cosas enormes que se le han perdido a la patria. Cosas del alma y de la fiesta, algunas corpóreas y otras no. Voy a pedirle una licencia a San Dimas para que nos ayude a conservar cosas y humores antes de que nos olvidemos de que las tenemos.

San Dimita amarro, San Dimita creo, preséntame el chorizo, el tasajo, la penca de bacalao y en la seca el aguacero. Preséntame la carne con papa de los domingos y a los carteros. A la ronda de las niñas, a los abuelitos muertos, a los viejos paseos, a la leche en litros, a los taxis que llegan a sus destinos, al salario que no se acaba por una hora en Internet y unos minutos en el agro, a las personas decentes, a las calles sin furnias, a los ministros alegres, a la política popular, a la gente decidiendo en las plazas, a los carnavales de La Habana, a los vasos encerados desbordados de espuma de cerveza.

San Dimita amarro, San Dimita creo, preséntame las guaguas que llegan a la hora, y preséntame a la hora que debería decir el paradero. San Dimita encuentra a los destartalados centrales azucareros, a los mártires queridos de nuestras guerras para abrazarlos de nuevo. Preséntame los juegos que jugábamos, la prenda, el trompo, el telepón, las cuquitas en las revistas, los estadios de pelota llenos, las aventuras de las siete y media, hechas en Cuba, el jamón de seis pesos, el aceite de oliva, las frutas que los inocentes no conocen, como el marañón, el caimito o las toronjas gigantescas que eran tan comunes en los patios guajiros.

San Dimita dime dónde está la costumbre de usar la guayabera y aprovecha y dinos cómo comprar una con tan poco dinero. San Dimita creo, preséntanos para siempre a las niñas y niños en las escuelas, que no se pierda el Martí de los matutinos, ni la costumbre de cantar los Versos Sencillos. San Dimita, que sea para toda la vida el hospital simple donde no se sabe quién es pobre ni rico, ni si trabaja ni lo que cree. Que no se pierda la vacuna, ni la libreta para comprar baratas las cosas que merecemos. Que no se olvide a la justicia, a la ley,  a los derechos. San Dimita preséntame el amor a la patria, no como una consigna sino como cariño sano y orgullo modesto. San Dimita creo, que aparezca la confianza en el pueblo, en la democracia, en el sacrificio centenario de nosotros, los que vivimos en este archipiélago y de todos los millones que se sientan cubanos y cubanas debajo de otros cielos.

San Dimita amarro, que regrese el casabe, el patacón, el caldo largo, la fritura de carita, la sopa de pescado, los calamares rellenos, el boniatillo de a quilo, los buñuelos. San Dimita, presenta ante mí a Voltus V para pedirle que acabe con el bloqueo. San Dimita creo, San Dimita amarro, lo que más deseo es la sabana apretujada de vacas y corderos, de árboles frutales, de maizales orgánicos, de campesinos contentos.

Y si no es demasiado, San Dimas, por un rato, te amarro un lazo grande para que nos presentes un domingo aburrido a Nitza Villapol , a Armando Calderón, a Santiaguito Feliú con un estreno, a Juan Formell con un tumbao nuevo.

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