Bodega Las Brisas: Evocaciones con sabor a mar

Foto: Alain L. Gutiérrez Almeida

Foto: Alain L. Gutiérrez Almeida

Todos los pueblos costeros tejen junto a las redes de sus pescadores diversas leyendas. Cojímar, poblado de nombre aborigen al este de la capital que inspiró a Hemingway y  cuna de hombres de mar, presume  de costumbres y mitos. Uno de los más preciados, sin dudas, es su comida típica, cuyas delicias se empeña en rescatar la Bodega las brisas, un sitio en el que desde el pórtico se percibe un aire de historia y tradición.

Este Bar  Restaurante se ha ganado la preferencia de muchos, sobretodo de los amantes y adeptos de los frutos del mar que perciben la frescura de los productos que aquí se elaboran. A pocos minutos del centro de la capital habanera le aguarda el “menú cojimero”,  como mismo nos cuenta Alex Maresma,  propietario y artífice del atractivo lugar, aquí se prepara para el disfrute de muchos.

Son archiconocidas las virtudes de una buena mariscada, los nutrientes que aportan y lo sano que resulta para el humano el consumo de una dieta balanceada y natural. También han sido descritas las propiedades afrodisíacas de lo proveniente del océano. En las Brisas usted puede encontrar gran variedad de estas maravillas de la naturaleza.

En la plataforma de la Isla de Cuba abundan sobre todo la Langosta Americana Rosada y diferentes variedades camarones, también de ostiones y si de escamas se trata son muchas las especies. Aquí se aprovechan todas, todas las que el mar proponga y los lobos de mar atrapen. Sucede que  en las Brisas no se congela nada, excepto las bebidas, como las cervezas que tan refrescantes resultan. Los  mariscos  y peces que se ofertan llegan a los platos  recién pescados.

Aquí los sibaritas de lo marino encuentran un placentero remanso donde degustar los más exquisitos y elaborados platillos de la llamada cocina marinera. Aparecen entonces tanto confecciones regionales que rescatan el acervo culinario de estos lares, como algunas pertenecientes a la cocina internacional a la que se fusionan las usanzas para complacer hasta al más exigente de los paladares.

“Hemos intentado rescatar los platos  autóctonos de  esta zona”, expresó a OnCuba Maresma. “El menú es sencillo pero muy nutritivo y su especialidad son los productos del mar como es lógico. Acá  podemos encontrar el  Sopón  las Brisas que es la misma  sopa de antaño, con una cabeza de cherna o pargo,  peces que por esta región se pescan mucho. También es la base del Arroz a la Caribeña, que es una especie de paella mixta con muchos ingredientes, porque la paella tradicional es específica de algún componente,  en este caso el apellido del plato se debe al Caribe porque es de allí donde proviene casi todo. El escabeche de pescado,  de rueda de serrucho, que se hacía en aquella época también lo ofertamos siempre acá, al igual que el pescado frito entero”, agregó Maresma, quien lleva el mar hasta en el apellido y entiende de las tradiciones culinarias transmitidas de generación en generación.

Son muchas las evocaciones al pasado, los guiños y los homenajes a otros tiempos que en la Brisas vislumbramos. Hace muchos años cuando no existía refrigeración para conservar los pescados, estos se sumergían en aceite y vinagre para conservar su esencia y cualidades proteicas. De esta forma nace el “Seviche cojimero”  a base de crudo de pescado con limón y pimienta negra, con menos ingredientes que el famosos Seviche peruano, pero muy sápido y deleitable. El secreto del chef, el minimalismo y la parquedad de recursos, porque la simpleza hace que uno distinga el verdadero sabor de los alimentos. No se lo puede perder una vez que llegue a este pueblo acariciado por las olas.

Los postres también son legendarios y para recordar en este sitio. Un sacrilegio no degustar los caseros como las torrejas de siempre, con el toque de la abuela y los cascos de guayaba con queso borracho (queso crema al ron), toda un deleite con un toque exótico que marca la diferencia.

Cuenta la leyenda regional que el visitante no debe dejar de probar el trago distintivo de esta sui generis bodega. Se trata del Coctel Don Salvador, que debe su nombre al antiguo propietario del lugar: el cubano Salvador Blanco. Este homenaje se sirve frío y se prepara con ingredientes naturales: jugo de limón, miel, Licor Marrasquino y Ron Santiago, en sustitución al Matusalén que era el que se usaba en la época en que se funda el local.

Más que una excepcional comida  las Brisas propone otras sensaciones. Aquí hay sitio para la historia y para el arte, por lo que la visita más que una degustación gastronómica tiene el valor añadido que propicia lo antiguo que trasciende. Este establecimiento se fundó en 1898, aunque no como un restaurante. Rodeado de negocios y al lado del famoso bar El Curro poseía dos niveles arquitectónicos, uno de acceso a la bodega y a otro a un portal donde estaba situada una gasolinera de la compañía SINCLAIR, que abastecía a los autos del vecindario y cuya bomba ha logrado sobrevivir en el tiempo. En la década del sesenta funcionó como bodega de productos de primera necesidad hasta que en un fatal accidente un camión se proyectó contra ella, destruyéndola por completo. No es hasta el primero de diciembre de 2012 que el sitio vuelve a la vida para   rescatar el genuino sabor de este poblado.

Envuelto en un fascinante entorno de pescadores y con todo el encanto de épocas pasadas, este bar restaurante aglutina todos  los atractivos posibles  a orillas de las aguas del Mar Caribe. El servicio, personalizado y distinguido,  hace que quien acuda ansíe repetir la experiencia y se quede también a  marinar los platillos con un  buen tabaco y hasta un trago de ron. El ambiente es placentero y sugerente. La decoración, típica, cálida y tropical hacen que la cena sea un completo disfrute para los sentidos. La madera, las rocas, una fuente, las plantas ornamentales  conspiran a favor. Encontramos entonces la caja registradora, aun funcionando que ha sido testigo durante años de las más inverosímiles narraciones de sencillas personas dedicadas por entero a la faena en el azul intenso de la corriente del Golfo.

El arte, se respira también junto a la brisa. La apreciación estética  comienza en los ceniceros, se escurre por los murales y sigue hasta desembocar en un sugestivo espacio expositivo y de comercialización, donde el visitante puede adquirir singulares objetos de cerámica decorativa cubana. Se trata de la Galería Arte Gama donde una amplia “gama” de esculturas decorativas y utilitarias, de la multilaureada artista Yennit Hernández Carillo complace diversos gustos.

Lo mismo apreciamos cerámicas tradicionales: porrones, tinajas, pequeñas fachadas y búcaros, que las demandadas fichas de ajedrez gigantes muy contemporáneas a tono con las tendencias internacionales del diseño. La creadora  es la esposa de Alex y su impronta artística late en varios rincones del peculiar  restaurante.

Así es la Bodega las Brisas, donde siempre nos esperan  memorables momentos a unos pocos metros del  Caribe, justo allí donde se mira al horizonte con los pies en el arrecife. Entonces el olor a mar se funde con la alquimia de los fogones, mientras la frescura de sus elaboraciones seduce al comensal.

Cada visita es una nueva experiencia aunque existe un factor común: la selección cuidadosa de los ingredientes y las audaces presentaciones que realzan las texturas, sabores, colores, aromas y diseños naturales de los alimentos. Es además un lugar tranquilo, íntimo, acogedor, ideal para cualquier ocasión, como una cena romántica, reunión entre amigos  o disfrutar en familia un domingo a la hora de almorzar.

Los clientes, entre plato y plato, pueden coincidir y conocer a sus dueños, gente sencilla, emprendedora y de trato y conversación diáfana, solo así comprenderán que para ellos su restaurante, más que un negocio, funciona como un pretexto para abrirles las puertas a quienes la toquen, para convertirlos en uno más de los suyos.

Es importante tener en cuenta que Bodega las brisas no es un restaurante marinero solo porque está enclavado cerca del mar (Calle Real No.132, esquina Río) y se respire el salitre y hasta se pueda escuchar a las gaviotas, lo es precisamente, porque su comida sabe a mar.

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