Nueve usos asombrosos del plátano burro

Foto: Flickr

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Hasta los años 90 el plátano burro era comida para animales en Cuba. Pero en esa época si algo se podía masticar sin peligro para la vida, entonces era alimento. Las bajas en el mundo felino fueron las más grandes de la historia cubana, hubo decesos caninos, innovaciones culinarias con (grandes) roedores, y los más atrevidos bajaron alguna que otra aura tiñosa de los celajes.

Pero por encima de toda invención, el plátano burro fue ara y pedestal, sirvió y fue servido. Después de tópicos como la necesidad de aumentar los salarios a todos y de bajar los precios a todo, no hay consenso mayor que en la utilidad del plátano burro. Heroico, sirvió para lo diverso: Plátano maduro frito, chicharrita, puré, hervido para potajes y caldos… Desde entonces se adueñó de platos característicos de regiones como Camagüey, y ahí sigue en el matajíbaro o el ajiaco.

Claro, la gente necesitada de tanto en aquellos tiempos quiso más y más. Ahora se nos quedó de costumbre. El caso es que el plátano burro sirvió para los usos más impensados, y con ellos los cubanos bateamos con average difícil de igualar en todo el mundo.

Carne vegetal

El cubano es gente de bistec. Y de no rendirse: Si no hay perro, se montea con gato. Para nada extraña entonces que el plátano burro con cáscaras y todo sirviera para fabricar bisteces de mentirita, parecidos a los de cerdo. Y aquella carne vegetal bien sazonada y con un poco de aire en las tripas hasta sabía igual que un pernil. El amor es ciego y el hambre también. Hubo unos cuantos engañados que fueron felices comiendo cáscaras.

Mermelada

¿Por qué no hacer mermelada de un fruto tratado hasta entonces como una vianda? Total, para obtener el novedoso alimento el proceso de cocción no cambiaba en nada con respecto al mango o la guayaba. Así que, niños, ¡a tomar mermelada de plátano burro!

Compota

¿Quién no sabe que la compota palmó la calavera? Ah, pues no hubo que hacerle funeral. A base de “burro” creció un pueblo. Quien no se conformó con mermelada se las ingenió para obtener la compota. Deberían hacerle unos muñes a este plátano. Hay tela por donde cortar para hacerle competencia al mismísimo Elpidio Valdés.

Batido de plátano y guayaba

Esta iniciativa se popularizó enseguida. Y aunque a esta dispareja pareja la han examinado los mejores genetistas y bioquímicos aún se desconoce quién lleva allí los genes predominantes y quién los recesivos, pues la mezcla se da tan bien que nadie sabe a qué sabe, si a guayaba o a plátano. Lo cierto es que se tomó en grandes cantidades, y aún hay quien defiende el brebaje a capa y espada.

Concentrado de Cañandonga

Este uso quizás no fue popular, pero no deja de ser tremendo. No tengo que cerrar los ojos para ver a los vecinos del fondo de mi casa comiendo plátano burro maduro batido a mano con cañandonga o cañafístula. Rodeando las semillas de este árbol hay una sustancia oscura con una peste a sicote “que sabe a chocolate”, según aseguraban ellos. Desayuno, almuerzo, comida… Aquella dieta casi única los sostuvo por años.

Cruzado con plátano de fruta

No bastó el esplendor con la siembra a través del sistema extradenso, más plantas por surco, menos hijos y racimos más grandes. La ciencia quiso más y lo ligó con el plátano de fruta. Nacieron unos híbridos que parecían “burro”, pero sabían a fruta. No hubo bandeja escolar en la que no coincidieran los “burros” en el potaje, en el puré y acompañando al picadillo de…

Comida para las gallinas

¿Quién podía comprar pienso para las gallinas, cuando apenas podía adquirir arroz para la casa? Las hojas, el pseudotallo y las cáscaras sirvieron para alimentar los pollos más heroicos que hubo en Cuba. Eran molinos de piedra emplumados. Un patio de gallinas en aprietos era capaz de digerir hasta las mismísimas cepas.

Cerca para pollitos

Las balizas de marabú atajan un poco a los ladrones. Aunque no se le puede pedir tanto al marabú de tan mala fama. Pero a los que si no para en absoluto el cerco es a los pollitos, que después de sortear la empalizada de marabú suele entrarles unas ganas irrefrenables de no regresar a casa. ¿Solución? “Troncos” de plátanos burros parapetando el perímetro, y se acabó el relajo.

Pienso para cerdos

“Pienso, luego existo”. La frase célebre del filósofo francés Descartes parecía ser el eslogan de los puercos cubanos en la década de los ´80. Pero “la vida te da sorpresas”, como canta Rubén Blades. Unos años más tarde ya nadie pensaba en el pienso de fábrica, el importado. Y entonces el plátano burro otra vez dio la talla. Con boniato, yuca, maíz, caña… Los ingredientes cambiaban en dependencia de lo que pudiera resolver el fabricante: el burro daba un pienso de chuparse las pesuñas. Se salvó el mamífero nacional.

¿Qué me dicen, eh? No cabe duda, este plátano es la más redentora de todas nuestras viandas. Después de todo el “burro” entre nosotros se ha vuelto “inteligente”.

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