Dicen que fue la diplomacia del ping-pong la que antaño propició un acercamiento entre Washington y Beijing, separados por medio mundo geográfico e ideológico, así que no es descabellado soñar con que la pasión por el béisbol que comparten Cuba y Estados Unidos achiquen las 90 millas y los diferendos que separan a estos pueblos vecinos…
Desde 2009 se celebra anualmente un torneo amistoso de softbol entre veteranos de ambos países, a partir de una idea loca –como todo lo precursor- que se le ocurrió al profesor estadounidense Michael Eizenberg durante una de sus visitas a Cuba. Cuatro años después y a pocos días de una nueva parada habanera del certamen, OnCuba dialogó con Eizenberg sobre esta iniciativa y sus proyecciones.
¿Cuándo comenzó todo?
Kathy Rice y yo fundamos Educational Travel Alliance en 1999, y durante los siguientes cinco años fuimos muy activos en los programas Pueblo a Pueblo, hasta que el gobierno prohibió esos intercambios. Seguimos trabajando con Cuba, pero las regulaciones eran muy restrictivas. En 2007, el año en que Boston ganó la Serie Mundial, viajé a La Habana usando con orgullo mi gorra de los Red Sox, y me vino la idea, conversando con un amigo de Havanatur, de quizás traer a equipos de veteranos y hacer un torneo amistoso de softbol. Quizás era una idea loca, pero le dimos una oportunidad.
¿Fue difícil?
Tanto en Cuba como en Estados Unidos, el único problema con las autoridades es que nunca se había hecho algo así, y nadie sabía exactamente cómo hacerlo. Tuve una entrevista con el Instituto Cubano de Deportes primero, y luego con la Federación Cubana de Softbol, y nos brindaron su apoyo para organizar el torneo. Cuando regresé a Estados Unidos y lo dije en EMASS, de inmediato unos 60 jugadores dijeron que querían participar. Solicitamos una licencia especial al Departamento de Estado, y en agosto de 2009 fue aprobada. Dos meses después, Teófilo Stevenson –un ídolo de mi juventud- lanzaba la primera bola del torneo y yo la recibía, usando un guante de boxeo.
¿Cómo fue aquel primer torneo?
Tuvo gran éxito, los partidos fueron muy competitivos y emotivos. Se respiraba el respeto entre ambos equipos, sobre todo por la pasión con que aún jugaban. Se formó una gran amistad, a pesar de que muy pocos hablaban ambos idiomas.
Este año Cuba contó con una verdadera leyenda del béisbol nacional, Pedro Chávez, ganador como pelotero y como manager. ¿Conocía usted a los beisbolistas de Cuba?
Por supuesto, sobre todo a los que llegaron a Grandes Ligas, como Orestes “Minnie” Miñoso, Juan Pasqual, Pedro Ramos y Mike Fornieles. Habíamos oído de Chávez, y más acá de Germán Mesa y Omar Linares. En los últimos tiempos, jugadores como Orlando “El Duque” Hernández y su hermano Liván nos recordaban cuán grande es Cuba en materia de béisbol.
¿Planea mantener esta iniciativa cada año?
Hemos tenido los Juegos de la Amistad en La Habana cada año desde 2009, y desde el pasado año los jugamos en Boston. La idea es continuar desarrollándolos todos los años en ambos países.
¿Qué impacto cree que pueda tener este tipo de iniciativa en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos?
Estos juegos son fruto exclusivamente de la amistad entre los pueblos de Cuba y de Estados Unidos. A medida que crezca la amistad entre nuestros pueblos, tenemos la esperanza de que también crezca pronto la amistad entre sus líderes.