Ingresos, diversidad y desarrollo, es la tríada que mueve por Cuba, y especialmente en La Habana, una de las más populares y atractivas modalidades del trabajo por cuenta propia aparecidas en los últimos meses: las salas 3D.
Se trata de pequeños espacios, acondicionados fundamentalmente en diferentes habitaciones dentro de los hogares, donde se “proyectan” (estrictamente, se reproducen) filmes en tres dimensiones: alto, ancho y profundidad, simulación visual casi idéntica a lo que es capaz de percibir el ojo humano.
Al anunciarse, los dueños de los negocios de este tipo que existen en la capital del país, prometen gafas polarizadas, aire acondicionado, cómodos asientos, posibilidad de reservar, ofertas gastronómicas y la elección de la programación; todo dentro de la aventura tecnológica de asomarse a la ventana de la tri-dimensión.
Proliferan –como alguna vez lo hicieron los ahora cuasi extintos cines de barrio estatales– lo mismo en céntricas avenidas que en solares “al borde” del derrumbe. Las salas suelen tener capacidad para poco más de doce personas –excepcionalmente sobrepasan las 30– y el precio de la entrada oscila entre uno y cinco pesos convertibles (CUC).
Pero, ¿cómo se “colaron” entre las opciones de consumo del sector no estatal aun sin estar incluidos entre los negocios particulares autorizados en 2010 por el gobierno cubano? ¿Cómo funcionan? ¿Son rentables para sus dueños?
Entre el 3D y la licencia
Los 3D se expandieron de manera espontánea con tanta rapidez que los Consejos de la Administración municipales tuvieron que hacer uso de sus facultades para ajustar esta nueva modalidad a los intereses de sus territorios… y a la legalidad, explica Manuel Fernández, administrador del Threebar, sala que funciona como oferta especial de una cafetería-restaurante en el municipio habanero Plaza de la Revolución.
“En otros lugares quienes tienen cines se han acogido a la licencia de actividades recreativas para niños; pero aquí en Plaza, a diferencia de Guanabacoa, San Miguel del Padrón, o Regla…, se ha vinculado con las cafeterías”.
En el No. 308 de la calle 29, Vedado, donde funciona legalmente este local, Manuel advierte que ambos permisos, según su experiencia, tienen limitantes: El que se acoge a actividades recreativas tiene la restricción de “acceso solo a los niños, por el tipo de películas que consumen, y una oferta gastronómica que tiende a ser, si existe, muy reducida. Y con esta licencia –la que permite los cines como parte de las paladares–, la patente es más alta: de tres mil 600 CUP (pesos cubanos) más el 10 por ciento de las ventas”, dice.
El Threebar abrió sus puertas en abril de este año. Los informáticos Dayron, David y Michel, todos jóvenes, invirtieron alrededor de cuatro mil CUC en su preparación –cuenta el administrador– basándose en dos criterios: lo novedoso de este asunto en Cuba y el éxito de otras salas particulares.
Yolexis Ramos tiene un saloncito en La Habana Vieja, en un solar. Resalta pintado de rosado y con un letrero que anuncia ser exclusivo para niños, en medio de un inmueble visiblemente deteriorado.
“Esto lleva una inversión grande, sacrificio. Por eso yo fui a la oficina de Trabajo, en Obispo y Habana, y expliqué antes de montarlo, que quería instalar un cine 3D. Dijeron que no tendría ningún problema”, narra el joven cuentapropista y recuerda cuando se mudó para la casa de un pariente, remodeló su antiguo hogar, invirtió en la tecnología necesaria, aire acondicionado, asientos… y fue, finalmente, a solicitar la licencia.
“Entonces me dijeron que para eso no había una, y yo, indignado, dije que ya había estado allí para documentarme. ¿Cómo podía ser esto ahora?.. Al final, alguien que me asesora con las cuestiones legales y yo estudiamos las posibilidades y solicitamos la licencia de Operador de equipos de recreación infantil. Yo quería un negocio legal”.
Y lo obtuvo, porque, al final, las disposiciones adoptadas a raíz de la ampliación del trabajo por cuenta propia en Cuba se van actualizando a tono con los cambios que impone la sociedad y el desarrollo de la actividad misma, siempre atrevida, innovadora… Así sucedió con las salas de videojuegos, que aparecieron en los 90´ y fueron legalizadas en 2010.
Ahora el pequeño cine de Yolexis funciona y el precio de la entrada es relativamente barato: un CUC por persona. Algunos domingos por la mañana ofrece una película gratis a los niños del barrio o alquila el local a familias que deseen celebrar así los cumpleaños de sus hijos.
El quid del negocio
“¿Cómo funciona una sala 3D?”, le pregunto, muy cerca del Malecón en una zona rodeada de hoteles, a Néstor Miguel Lotti, capitán de un negocio que, además de sala cinematográfica, es un bar de tapas y una cafetería. El local es conocido en el Vedado como “El cine de Robertico”, humorista famoso que es uno de los dueños.
El joven responde que solo proyectan filmes infantiles desde las 11:00 am hasta las 2:00 pm y que “el bar tiene un horario diferente al del cine, porque cuando proyectamos no podemos vender bebidas alcohólicas. Tenemos tres licencias diferentes, una para cada actividad, solo que no teníamos otros espacios para desarrollarlas y por eso están las tres aquí”, aclara.
Con capacidad para 35 niños, “El cine de Robertico” abre solo los fines de semana durante el curso escolar, mientras que en julio y agosto presta servicio los siete días. El costo de la entrada es de tres CUC e incluye un refresco enlatado y rositas de maíz.
Se dice que este fue uno de los primeros 3D del Vedado. Tiene unos diez meses de creado: “Empezamos con cuatro televisores y todo era más doméstico, así fue cómo yo vi este tipo de películas por primera vez –cuenta Néstor– pero ahora usamos proyectores, una tela con 120 pulgadas de amplitud, asientos cómodos, aire acondicionado… Esto es un cine de verdad.
“Elegimos los filmes según la demanda de los clientes. Siempre vamos tras lo último que salió, bonito, interesante, educativo. Nosotros decidimos lo que proyectamos; para eso tenemos un proceso previo de revisión que evita fallos”.
“Aquí no se hacen reservas, ni elige la película el primero en llegar. Se propone una tanda; y si viene un solo niño, con ese se da”, revela categórico a sabiendas de que en otros locales es el cliente quien escoge y los horarios de reproducción son desde las 10:00 de la mañana hasta las 9:00 de la noche, e incluso se extienden si todavía hay interesados.
Con la aparición de estas pequeñas salas particulares la cultura cinematográfica en Cuba amenaza con dar un vuelco. Ahora ya no son solo las instituciones quienes deciden qué o cuándo consume un grupo de personas determinado producto, la educación de la población (adulta o infantil) pasó de la supervisión estatal a la privada con los riesgos que eso implica, y los contenidos reproducidos en grandes o pequeñas pantallas a veces dejan de privilegiar “lo educativo” o “lo clásico” para obedecer a “lo último” o “lo más buscado”.
Todo, en este tipo de negocios, es relativo: la ética queda a criterio del cuentapropista y depende de cuán fiel sea, por ejemplo, al principio de no mezclar películas, videos u otros de carácter obsceno o pornográfico, con su programación regular. Aunque, para estos casos, el Código Penal cubano en su artículo Artículo 311 sanciona con privación de libertad de dos a cinco años a quien ofrezca, venda, suministre o facilite a una persona menor de 16 años de edad cualquiera de los contenidos mencionados.
Si de tecnología se trata
“¿Dónde consiguen las películas?”, inquiero una y otra vez dondequiera que voy. Algunos contestan que en Revolico, que son traídas de fuera del país o que las descargan de Internet. La mayoría dice que hay gente que les lleva paquetes de filmes para que elijan y, por supuesto, compren.
De una forma o de otra, en casi todos las salas se proponen más de 30 títulos, y los más solicitados son aquellos de acción, drama, terror y animados.
Quienes se dedican al negocio, en su mayoría, usan los televisores HD de LCD, LED o plasma, o proyectores con tecnología 3D, modelos todos con una gran profundidad de imagen, alta resolución y colores vivos e intensos.
Cuentan igualmente con un reproductor de discos Blue-ray que incluye un cable HDMI de alta velocidad que conecta el televisor 3D a este aparato. El Blu Ray está considerado como el sucesor del DVD, porque en un disco de almacenamiento del mismo tamaño que un CD permite grabar más información, tiene una visualización de alta definición (de 1920x1080p) y reproduce contenidos en 3D. Quienes no cuentan con esta tecnología emplean también un cable HD o un decodificador HD que conectan a su televisor.
En las salas hay, además, gafas 3D, adquiridas fuera de Cuba junto con el televisor y el reproductor, pues los espejuelos especiales de una determinada marca no son compatibles con los televisores de la competencia. Lo que no había en casi ninguna de estas salas antes de empezar el negocio era un TV compatible con 3D.
Cuentas claras…
¿Ganancias…? “No mucha” o “Todavía insuficiente”, responden estos cuentapropistas aun cuando los precios promedio de entrada y consumo gastronómico no son precisamente bajos.
Claro, hay que tener en cuenta también la inversión de alrededor de 1500 CUC (equivalente a 37 mil 500 pesos cubanos) solo en el televisor y las gafas polarizadas, a lo que se añade gastos en otros aditamentos tecnológicos, mobiliario, ventilación, productos para la cafetería y/o el restaurante, pago diario o semanal a los trabajadores contratados, sumado a la patente.
Se llega a la conclusión de que sí, quizás sea insuficiente el ingreso, pero estamos ante un negocio rentable. Por explorar en una dirección: en una sala donde la entrada cueste 3 CUC por persona, y hay capacidad para 13 (por ejemplo); con cuatro tandas diarias, se obtienen unos 156 CUC. Es decir, en teoría, con la ganancia de un día podría pagarse la patente de una sala como el Threebar.
Por otro lado, están en ventaja ante la escasísima existencia de una oferta semejante por parte de alguna institución estatal, que tendría, seguramente, costos inferiores para el público y supondría así una durísima competencia suponiendo que la calidad del servicio fuera semejante.
La agencia de noticias EFE y varios sitios digitales, entre ellos el del periódico Adelante, informaron hace unos meses sobre la proyección en Cuba, por primera vez, de películas en tercera dimensión en salas estatales.
Fue en la ciudad de Camagüey, durante el XIX Taller de la Crítica Cinematográfica, en marzo pasado, cuando se exhibió largometraje Furia de Titanes, en la sala de video Nuevo Mundo. La capacidad fue limitada: apenas 20 espectadores por tanda y se usó un televisor de 55 pulgadas. El local estuvo repleto casi toda la semana.
Luego, durante la XII edición de la Muestra Joven ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfica) en La Habana se programó otra muestra pública en una pequeña sala de la sede de dicha institución, con capacidad para unas 45 personas.
“Estamos estudiando la posibilidad de llegar a acuerdos conjuntos con alguna institución o entidad que facilite la ampliación de estas salas”, dijo a EFE en aquel momento Roberto Romay, funcionario del ICAIC. Aclaró que esa exhibición había sido “experimental” y que otro ensayo tendría lugar en el cine Charles Chaplin. Así fue. De hecho, la institución ya dispone un espacio con las características requeridas en el segundo piso de su sede.
También se han proyectado filmes de este tipo en locales estales fuera de la capital. Tal es el caso de la Casa Municipal de Cultura Juan López Rizo, de Songo La Maya, en Santiago de Cuba, donde existe una sala de video con funciones para todas las edades.
La intención está clara: expandir el 3D. La Oficina de Creación del ICAIC, por ejemplo, donde radica la Muestra Joven, ya organiza proyecciones en tercera dimensión una vez por semana para recaudar fondos que ayuden a autofinanciar este proyecto. El costo es de un CUC y tiene capacidad para alrededor de 40 personas.
Sin embargo, mientras iniciativas semejantes a esta se concretan, lo más accesible para el cubano ansioso de disfrutar de una tecnología que ya tiene más de medio siglo de existencia continúan siendo las salas particulares. Ellas no compiten ni en glamour ni en impacto con la pantalla grande o la oscuridad intimista de los cines; pero sí son, desde ya, un fenómeno cultural que arrastra pequeñas multitudes con ansias de novedad.
pienso que esa iniciativa es de gran interes para la poblacion en cuba, ya que es una via de liberal el estres cotidiano que sevive en la isla, y a la vez genera empleos, mi hija que vive en cuba en un municipio de provincia artemisa queria ir a una sala de video 3d de su pueblo qu hacia poco mas de una semana que habia comenzado a funcionar cuando llegaron unos inspertores y le cerraron el lugar con el pretexto de que estaba prohibido proyectar peliculas en 3d con un permiso para ejerser el trabajo por cuenta propia llamada operador de equipos de recreacion , a mi me da pena como actua el gobierno local , y digo local porque en todos los otros municipios del pais siguen funcionando sin problema, y es no mas que en el municipio de caimito donde ocurren estas cosas muy frecuentes. ahora pregunto existe alguna ley en cuba donde prohiba o exonere de dicho permiso esa forma de recreacion?
La verdad esta es una de las cosas que te dejan pensando… donde esta el problema? Yo soy propietario de una Sala de Cine 3D, el 60% de las personas que visitan mi sala son estudiantes universitarios, el 30% de las personas vienen en familia, o sea, que en mi ciudad (no es La Habana) se esta retomando, gracias en gran medida a establecimientos como el mio, la cultura por el cine, algo que desde hace mucho tiempo se había perdido debido al deterioro de los centros estatales y a la deficiente oferta de los mismos. Yo me tomé el trabajo de acercarme al Centro Provicial de Cine buscando asesoría que me permitiera brindar un mejor servicio y que el mismo estuviera acorde con los principios de nuestra revolución (que supervisaran mis títulos, sugirieran horarios, establecieran las condiciones necesarias del local, etc…) al final lo único que recibí fue la negativa de su parte pues ellos no pueden tener ningún vinculo con algo “ilegal” además de indicarme que el precio no estaba al alcance del pueblo (la entrada en mi local es de 25 pesos en moneda nacional, lo mismo que cobra el estado por ver una pelicula en la sala 3d del Cine Chaplin) y que los medios de comunicación no podía estar en manos de alguien que no fuera el estado pues se corre el riesgo de que se proyecte algo indebido. Al final lo que imaginaba sería un debate provechoso para todos terminó convirtiendose en un cahrla política (como si al tratar con un cuenta propista lo estuvieran haciendo con un delincuente o con una persona de bajo nivel culturar, desconociendo que soy graduado universitario, fui profesor de una universidad y tengo un nivel cultural bastante elevado), en fin que tuve que disculparme y abandonar el encuentro. Al final de todo me quedé con un montón de dudas que aun no encuentran respuestas:
1.- Acaso pagar 1cuc por ver una película es más caro y dañino que comprar una cerveza cristal, comprar una caja de cigarror Holliwood, compra una botella de ron o entrar a una discoteca? (y es el estado quien comercializa estos productos y servisio)
2.- acaso es una amenaza para nuestra revolución que existan establecimientos como el mio que promueven la recreación sana, elevan el nivel cultural y son espacios libres de humo y alcohol?
3.- Acaso el estado y las entidades pertinentes controlan y supervisan el contenido de todos los disco piratas que se venden en los portales de todas nuestras ciudades?. Auditar una película que se proyecte en un cine es muy fácil, solo se necesita entrar y verla, y en los cines 3D (o al menos en mi establecimiento) no se pones los “show del canal 23” ni “sabado gigante” ni novelas de univision, se ponen las mismas peliculas que ya se han puesto por la television cubana pero en formato 3D.
4.- Acaso la musica que se pasa por la radio, las discotecas, los establecimientos púbicos, fiestas populares y demás respetan el derecho de autor?
La verdad es que como estas tengo muchisimas interrogantes y lo peor es que nadie quiere aclararlas ni se ofrece a buscar una solución que nos permita tener una licencia que se llame “Sala de video” y que actue bajo la suervicion del ICAIC y las autoridades sanitarias.
Ojalá sus comentarios (objetivos y sin faltar al respeto a ninguna persona o institución) me ayuden a entender que es lo que en realidad sucede.