La Serie de Japón quizá no tenga el glamour de la Serie Mundial de las Grandes Ligas. Quizá. Puede que de este lado del mundo no entandamos a cabalidad el concepto de glamour de los japoneses, como no entendemos la enrevesada caligrafía con que escriben la palabra “campeones”.
Pero allá por donde sale el sol y se juega el béisbol con robótica perfección, no podrán obviarse este año dos nombres cubanos: Alfredo Despaigne y Liván Moinelo.
Despaigne y Moinelo, Moinelo y Despaigne, acaban de lograr un hito para la pelota cubana en la recién finalizada temporada nipona. Por primera vez en la historia, dos peloteros de este archipiélago caribeño se coronan juntos en el archipiélago japonés. Y lo hicieron con los poderosos Halcones de SoftBank.
Antes, apenas dos cubanos –Orestes Destrade y Bárbaro Cañizares– habían militado en los equipos ganadores e incluso Destrade llegó a triunfar tres años consecutivos –entre 1990 y 1992– con los Leones de Seibu. Pero nunca dos nacidos en Cuba habían coincidido en el conjunto campeón.
Súmese, además, que ni el granmense ni el pinareño fueron actores secundarios en esta historia, que tuvo como antagonista en la Serie de Japón a las Estrellas de DeNA.
Despaigne, ciertamente, no tuvo una final de ensueño. Ni siquiera un playoff destacado. Pero su probado poder al bate lo mantuvo en la alineación de los Halcones gracias a una temporada en la disparó más jonrones (35) y empujó más carreras (103) que en sus temporadas precedentes con los Marinos de Chiba Lotte. Por si fuera poco, ambos guarismos constituyeron los topes de la temporada regular en la Liga del Pacífico.
Luego, en el playoff semifinal frente a las Águilas de Rakuten el Alazán Mayor solo promedió 176, con un cuadrangular y dos carreras impulsadas; mientras en la Serie de Japón produjo para 217 con tres empujadas. Los de Fukuoka esperaban sin dudas más de su bateo, pero en su defensa puede decirse que era la primera vez que el granmense llegaba a semejante instancia en la que la calidad se concentra.
Moinelo, por su parte, acalló todas las dudas sobre su posible efectividad en un torneo tan reputado. En su primera campaña en el máximo nivel del béisbol nipón, el zurdo lanzó en 34 partidos, con efectividad de 2.52 PCL y 36 ponches, lo que lo convirtió en una de las revelaciones de su equipo.
Como relevista, el pinareño no permitió carreras en 3 entradas y un tercio en el duelo semifinal frente a las Águilas, y ya en la final, aunque cargó con el revés en el quinto juego, trabajó con efectividad en varios partidos y lució un meritorio PCL de 1.93.
Ni el uno ni el otro merecieron el título de MVP –a las manos del cerrador estadounidense Dennis Sarfate–, pero pueden hoy mostrar con orgullo su pertenencia al indiscutible campeón del béisbol japonés.
Con un temporada de ensueño, en la que lograron 94 victorias en la etapa regular, los Halcones de SoftBank asistieron a su tercera final en cuatro años y a pesar de la resistencia de las Estrellas de DeNA –que recortaron distancias cuando sumaban tres derrotas sin éxitos en la final– lograron someter a sus rivales cuatro triunfos por dos.
Su victoria se une a la de Yulieski Gurriel con los Astros de Houston –flamantes campeones de la Serie Mundial– para redondear una rutilante campaña de los peloteros cubanos allende los mares.
Lamentablemente, este éxito apenas ha podido verse en las pantallas cubanas pues si bien los espacios deportivos de la Isla siguieron casi uno a uno los jonrones y relevos de los Halcones cubanos en la etapa regular, poco o nada se ha televisado del momento climático de la pelota japonesa. Y no hablo de escasos segundos en el noticiero sino de transmisiones completas de partidos, algo que sí ocurrió –a pesar del desfase de la transmisión diferida– con la Serie Mundial de las Grandes Ligas.
Una verdadera pena, porque al igual que Gurriel, Puig y compañía en la MLB, Despiagne y Moinelo han enorgullecido el béisbol cubano con su actuación en la tierra del sol naciente. Y no solo ellos.
En la liga asiática también estuvieron hombres como Alexander Guerrero –colíder de jonrones con Despaigne–, Raúl Valdés, Dayán Viciedo y Roel Santos, con números destacados, además de una joven armada compuesta por Oscar Luis Colás, Leonardo Urgellés y Raidel Martínez, que ganó experiencia en el sistema de granjas nipón.
La Liga Japonesa no será ciertamente la MLB. La idiosincrasia, el alfabeto y el carácter nipón tampoco resultarán afines a nuestras costumbres y conceptos beisboleros. Pero su calidad es indiscutible, como indiscutible es el éxito por allá de los nacidos en Cuba.
El mapa de la pelota cubana no puede dibujarse hoy sin los contornos japoneses. El triunfo de Moinelo y Despiagne con la franquicia de Fukuoka no deja margen a las dudas.
En Japón también vuelan Halcones cubanos.
¿Armada cubana? Acaso Cuba tiene un equipo en la liga japonesa. No hay que confundir los términos porque se usa lo de armada como si Cuba tuviera equipos jugando en EEUU y Japón. Nada más irreal. Es un desperdiguero de jugadores por decenas de equipos. No es correcto para nada el término de armada
Seria bueno saber porque no pudieron verse los partidos. Sin conocer las causas, es pura especulación.