Solo nueve hombres fueron condenados por violación en Corea del Norte en 2009, siete en 2011 y cinco en 2015, según las cifras proporcionadas en 2017 por Pyongyang a un comité de la ONU encargado de monitorear la discriminación contra las mujeres.
“Si bien los funcionarios norcoreanos parecen pensar que cifras tan ridículamente bajas demuestran que su país es un paraíso libre de violencia, estas estadísticas son, sobre todo, una condena indiscutible de su incapacidad total para enfrentar la violencia sexual en el país” dice un informe de la ONG Human Rights Watch (HRW).
El documento, titulado “Lloras en la noche pero no sabes por qué”, advierte sobre la violencia sexual contra las mujeres por parte de hombres norcoreanos en puestos de autoridad.
La violencia institucional a través de los abusos sexuales se dio particularmente contra las mujeres arrestadas por contrabando, en la frontera entre Corea del Norte y China. Por donde se abastece el país en un contexto de bloqueos comerciales por doquier.
En muchos casos las denunciantes hablaron de un “acoso sexual muy frecuente por parte de los guardias o la policía”. Estas prácticas ya habían sido mencionadas en el informe de febrero de 2014 de la “Comisión de Investigación de las Naciones Unidas sobre Violaciones de los Derechos Humanos en Corea del Norte”, en el que se pedía que la Corte Penal Internacional (CPI) tome cartas en el asunto.
Para Keneth Roth, directora ejecutiva de HRW para Corea del Norte, el contexto dictatorial reprime las denuncias: “el #MeeToo norcoreano sería verdaderamente revelador”, dijo.
La población de personas desertoras a causa del contrabando es particularmente “femenina”. Es como resultado de los crecientes espacios de autonomía que los norcoreanos han podido establecer con el surgimiento de la economía paralela desde finales de la década de 1990. Casi el 80% de las aproximadamente 30,000 personas que desertaron a Corea del Sur, llegando a través de terceros países, son mujeres.
HRW escuchó el testimonio, por ejemplo, de cuatro “mulas” que fueron víctimas de acoso sexual por parte de funcionarios o guardias en la aduana, así como de diecisiete mujeres que habían sido abusadas sexualmente por la policía mientras viajaban en tren desde la capital Pyongyang a Dandong, la ciudad china de frontera, para ir a buscar mercadería.
Las restricciones al movimiento de personas, particularmente en las zonas fronterizas, así como al comercio, son tan estrictas en Corea del Norte que la solicitud de sobornos es una práctica generalizada. “Para las mujeres, los sobornos incluyen el abuso sexual, la violencia y la violación”, señala HRW.
A menudo “no se dan cuenta” de que fueron violadas o agredidas en Corea del Norte hasta que desertan. En la mayoría de los casos, no son conscientes de la posibilidad de un recurso legal, ni confían en la ley ni en la policía de su país o de China en el momento de los hechos, ya que cualquier paso podría dar lugar a otros abusos de naturaleza similar, a menudo sexual, siempre según se dice en el informe.
Uno de los testimonios de mujeres en el documento publicado, el que originó el título dice: “Sucede tan a menudo que nadie piensa que es un gran problema. Los hombres que agreden sexualmente a las mujeres no creen que sea malo, y nosotras, las mujeres, no creemos que esté mal. Ni siquiera nos damos cuenta de que estamos enojadas. Pero somos humanas y hay un impacto. Así que a veces viene de la nada, ese recuerdo en la Aduana, lloras por la noche y no sabes por qué”.