La aventura de Yasiel Puig en Los Ángeles terminó en un canje de conveniencia para los Dodgers, que enviaron a Cincinnati a varios jugadores con altas fichas con el objetivo hacer espacio en su nómina, y pelear por algunos de los agentes libres más codiciados en el mercado de las Mayores.
Puig, quien firmó con los Dodgers en junio del 2012, se enfrenta ahora a un escenario completamente distinto en los Rojos, un plantel sin la profundidad de los Dodgers, lo cual debe permitirle ser titular habitual, salvo alguna lesión, indisciplina o slump muy marcado.
Allí, además, compartirá en el clubhouse con el también cubano Raisel Iglesias y con Turner Ward, su entrenador de bateo favorito y su mejor amigo.
Iglesias no coincidió con Puig en las Series Nacionales, de hecho, su explosión llegó un año después de que el cienfueguero saliera de la Isla. Actualmente, el pinero es, quizás, una de las piezas de mayor valor para los Rojos, que lo firmaron hasta el 2021 con la esperanza de que se consolide todavía más como cerrador.
En las dos últimas campañas, Iglesias ha salvado 58 encuentros, lo cual constituye una de las grandes fortalezas de Cincinnati, que en el venidero curso también se apoyará enormemente en el trabajo del coach ofensivo Turner Ward.
El entrenador ha sido una especie de guía para Puig desde que debutara en las Mayores en el 2013, por lo que su reciente firma con los Rojos y la llegada del cubano mantendrá intacta la sociedad.
Este detalle es un aliciente para los Rojos y para Puig, quien aspira a superar, por primera vez en su carrera, las cifras de 30 jonrones, 85 empujadas y 20 bases robadas. De lograrlo, Cincinnati sentiría que ha hecho un buen negocio por el cubano.
Al margen de estos rostros amigables, Puig entra en una novena hundida en un agujero negro luego de un 2018 mediocre, en el que culminaron últimos en la División Central de la Liga Nacional, con balance de 67 triunfos y 95 fracasos.
Esta fue su cuarta campaña consecutiva con más de 94 derrotas y su quinta en fila con récord perdedor, una de las peores rachas de su historia, aunque todavía distante de aquel calvario vivido entre 1945 y 1955, cuando sumaron 11 temporadas seguidas sin facturar más victorias que descalabros.
De cara al 2019, las perspectivas no son precisamente positivas. Las proyecciones de FranGraphs ubican a los Rojos con 79 triunfos y 83 fracasos, superados por los Cachorros, los Cardenales y los Piratas, y ligeramente por encima de los Cerveceros, pronóstico este último bastante conservador, teniendo en cuenta que Milwaukee ya superó las expectativas en el 2018 y mantiene un núcleo sólido de su carrera triunfal hasta la Serie de Campeonato.
Pero el punto es que Cincinnati no tiene opciones claras de meterse en puestos de postemporada en una División marcada por la rivalidad y favoritismo de Chicago y San Luis, los primeros con una buena base del equipo campeón del 2016, y los segundos reforzados con la llegada de Paul Goldschmidt.
Si estos pronósticos se cumplen y los Rojos llegan al receso del Juego de las Estrellas sin opciones de pelear por el banderín, hay posibilidades reales de que Puig termine la campaña en otro escenario, pues será agente libre en el próximo invierno.
De torcerse el rumbo temprano, Cincinnati no perderá la oportunidad de obtener algo a cambio del cienfueguero, quien puede ser una pieza atractiva en la fecha límite de cambios para un equipo con necesidad de velocidad, poder y seguridad defensiva en los jardines.
Sin embargo, antes de pensar en ese capítulo, debemos señalar que la llegada de Puig, Matt Kemp y Alex Wood, le da a los Rojos un nuevo aire. Los dos patrulleros recién llegados aportarán poder y variantes ofensivas junto a Joey Votto, Eugenio Suárez y Scooter Gennett, mientras Wood es un brazo zurdo de consideración para el tope de la rotación.
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No obstante, Cincinnati tiene la necesidad de cubrir y reforzar otros puestos para revertir el pronóstico negativo del 2019. Por ejemplo, al margen de Wood y Tanner Roark, otro abridor adquirido por la novena en un canje con los Nacionales de Washington hace dos semanas, el resto del staff de abridores no genera demasiada confianza con Luis Castillo, Anthony DeSclafani y Tyler Mahle.
Ciertamente, el quinteto es mejor que el del 2018, pero necesitan un as que marque el paso y sea determinante frente a rivales de máximo nivel. Por ello, no sería descabellado pensar que persigan a Dallas Keuchel en la agencia libre o se enfoquen en algún cambio de impacto (¿Kluber, Bauer, Duffy?).
Además, la liberación de Billy Hamilton los ha dejado sin un jardinero central nato, por lo que se presume que alguno de los patrulleros de esquina tendrá que moverse al medio. Puig, con un recorrido de solo 67 duelos en la posición, podría ser una de las variantes, aunque lo más sensato es explorar la agencia libre o luchar por un canje.
Estas son tareas que la gerencia de Cincinnati debe afrontar a corto plazo, en aras de entregarle un producto acabado al mentor debutante David Bell.
Coach de los Cachorros y los Cardenales entre 2013 y 2017, y vicepresidente de desarrollo de los Gigantes de San Francisco hasta hace dos meses, Bell llega a los Rojos para romper el maleficio de los últimos años.
Una de sus primeras misiones será moldear el talento de Puig, quien nunca disfrutó en Los Ángeles de la plena confianza de Don Mattingly y Dave Roberts, los dos managers que tuvo. Su personalidad, explosividad y excentricidades –tanto dentro como fuera del terreno– quizás lo condenaron, por lo que habrá que ver cómo le va con Bell.