La segunda temporada de la serie Rompiendo el silencio puede marcar un punto de giro en la parrilla de la televisón cubana. En los últimos tiempos se han hecho intentos con mayor o menor suerte para recuperar este tipo de espacios con obras de elevada factura, pero no se ha conseguido emular épocas anteriores con una novela o serie que lleve al televidente a sentarse frente al televisor con un fervor casi religioso.
Falta de calidad, desbalance en las actuaciones, guiones con demasiados baches en su dramaturgia y hasta alguna que otra censura, son algunas de las trabas que han jugado en contra de que los cubanos puedan disfrutar de un producto televisivo que mantenga la altura creativa y la calidad que han definido históricamente a los dramatizados de la Isla.
Quizá la segunda temporada de Rompiendo el silencio pueda revertir ese panorama y se convierta en un soplo de aire fresco en las pantallas cubanas. Al menos los nombres del elenco resultan, a priori, un prometedor indicio de que el resultado final pudiera tener los atributos suficientes para atrapar a los espectadores, y que no los conduzca, como va siendo habitual, a echar mano a las novelas foráneas prefabricadas, distribuidas como carne fresca en los circuitos alternativos.
No es un secreto para nadie que los cubanos suelen seguir las ofertas televisas nacionales cuando sus narrativas están bien desarrolladas y defendidas por actuaciones que convenzan y muestren la vida sin camisas de fuerza ni guiones encosertados. Series como Doble Juego y Bajo el mismo sol resultan claros ejemplos. Por ello, ya son muchas las expectativas que despierta la nueva propuesta.
En Rompiendo el silencio se unirán actores de primera línea que han venido haciendo carrera en otros países o en otros ámbitos de la creación en Cuba. Es el caso de Jorge Perrugorría, Luis Alberto García, Jaqueline Arenal, Tahimi Albariño, Bárbaro Marín y Edith Massola, entre otros rostros muy apreciados por los cubanos.
La serie, dirigida por Rolando Chiong y Legna Cruzata, quienes también intervienen en el guion junto a Lucia Chiong, Mariela López y Yasmin De Armas, contará de 11 capítulos con una duración de 45 minutos. Según sus realizadores, su edición debe terminar en noviembre, y es posible que comience a transmitirse antes de que finalice 2019.
Su trama girará en torno a la violencia de género en diferentes sectores de la sociedad cubana desde una mirada bien amplia.
“En esta ocasión nos proponemos tratar la violencia de género en un sentido más amplio. Abordaremos tanto la violencia ejercida desde los hombres hacia las mujeres como la ejercida desde las mujeres hacia los hombres (violencia intergénero). De igual modo existirán historias que reflejen la violencia ejercida de mujer a mujer y de hombre a hombre (violencia intragénero), dijo recientemente su director al Portal de la Televisión Cubana.
La obra, producida por el canal Cubavisión y la empresa RTV Comercial, mantiene el eje temático de su primera temporada, aunque con las variaciones antes mencionadas. En su primera parte ahondó en la violencia hacia la mujer y las niñas “por ser la más extendida, frecuente y grave de las violencias de género,” según su director, un tema cuyo abordaje alcanzó altos niveles de audiencia y se distanció del edulcoramiento de la realidad, habitual en los televisores de la Isla.
Por su elenco y por la historia de probada calidad en el cine y la televisión en Cuba que respaldan a la mayoría de quienes intervienen en la trama, Rompiendo el silencio pudiera marcar un nuevo horizonte en la producción más reciente de series cubanas. También, por qué no, pudiese abrir nuevas puertas para que actores cubanos radicados fuera de la Isla se interesen por volver a estrechar vínculos con su público natural a través de la pequeña pantalla y tengan, además, la posibilidad de hacerlo.
No es un proceso fácil por diversas razones, pero no cabe la duda de que los televidentes cubanos lo agradecerán.