Tamara y Carmen nunca faltan al Festival de las Orquídeas de La Habana. Asisten cada año con una devoción casi religiosa. No son productoras, sino admiradoras de estas plantas que cautivan a millones en todo el mundo por la belleza de sus flores y su increíble variedad.
“Lo que sabemos de las orquídeas se lo debemos al festival”, dicen a OnCuba en la Quinta de los Molinos, un pulmón verde enclavado en plena capital cubana, frente a la transitada avenida de Carlos III, que desde el pasado jueves y hasta este domingo acoge la sexta edición del evento.
“El año pasado no hubo, pero esta vez no nos lo podíamos perder”, agregan estas amigas a las que une la pasión por las flores y las plantas en sentido general. Cada una asegura tener su propia colección en casa, con algunas orquídeas incluidas, y esta vez no planean marcharse de la Quinta con las manos vacías.
Como ellas, cientos de personas participan en el festival, iniciado una década atrás en la Casa de México del Centro Histórico habanero, y trasladado luego de dos ediciones para el sitio donde alguna vez residieran los Capitanes Generales de la Isla y también el Generalísimo Máximo Gómez. O en realidad, para sus amplios y hermosos jardines.
“Tuvimos que mudarnos para la Quinta de los Molinos porque en cada edición aumentan las colecciones –comenta a OnCuba el ingeniero Alejandro Paso, uno de los coordinadores del festival–. Los participantes hemos ido ganando en conocimiento y en organización, y se han sumado nuevos productores, lo que ha hecho que la muestra aumente en cantidad y calidad”.
Paso, quien es vicecoordinador de la sección de orquídeas de la Sociedad Cubana de Botánica, define al evento como “una fiesta” que involucra a coleccionistas, productores e instituciones científicas y cuyo plato fuerte es la exposición de plantas.
“La esencia del festival es la socialización del conocimiento relativo a la familia de las orquídeas, a su cultivo y conservación –explica–. Por eso, los expositores garantizamos que siempre haya alguien listo para contestar las preguntas de los visitantes, ya sea sobre la identificación de plantas, las técnicas de cultivo, el manejo de las plagas o cualquier otra duda que las personas puedan tener sobre las orquídeas.”
Un rápido recorrido por el área expositiva confirma sus palabras. Apenas unas horas después de su apertura, decenas de personas pasaban frente a los diferentes stands, se detenían a conversar con los productores, a tomar fotos y hacer preguntas, a elegir sus flores favoritas e, incluso, a comprar, una práctica que, de acuerdo con Paso, es permitida pero no priorizada por los organizadores.
Además, también se exhiben especies de cactus, suculentas, e incluso bonsáis, como “plantas de acompañamiento” que se integran a la exposición de las orquídeas, indiscutibles protagonistas de la exposición de la Quinta de los Molinos por estos días.
“Este año se ha logrado montar un espacio muy bonito, con una muestra amplía, hermosa y de buena calidad. Además, los expositores se han esforzado en montar stands con rigor, con criterios de diseño”, asegura el coordinador, quien notifica la participación de representaciones del Jardín Botánico de Soroa, de la dirección de la Sociedad Cubana de Botánica, del Sistema Nacional de Áreas Protegidas, de clubes locales de aficionados a las orquídeas de varios municipios habaneros, y también de coleccionistas y productores independientes.
Por las orquídeas cubanas
Contrario a lo que pudiera pensarse, en el festival no se promueve la exhibición de variedades autóctonas sino de las llamadas plantas de cultivo, orquídeas naturales de otros países que se han cultivado y coleccionado históricamente en Cuba y el resto del mundo.
“La Sociedad Cubana de Botánica tiene una política estricta con respecto a no cultivar las especies cubanas –confirma Paso–. Consideramos que las orquídeas autóctonas deben permanecer en su hábitat natural por el alto grado de amenaza que enfrentan en la actualidad, por varios motivos, entre ellos, la sobrecolecta.
“Las orquídeas son flores muy demandadas, hay mucho afán por cultivarlas –acota–, y eso en principio no tiene nada de malo. Por el contrario, enriquece la vida espiritual de las personas. El problema está en que, para satisfacer ese gusto, muchos van a buscar las plantas a su entorno natural y las arrancan de allí. Piensan que porque colecten una no hacen daño al conjunto, pero es un error.
“Casi siempre cuando eso pasa, se llevan las mejores plantas, con lo cual dañan el proceso de selección natural, en el que los más exitoso sobreviven, y de esa forma afectan el fondo genético de las poblaciones en estado natural. Además, cuando se llevan a la ciudad sufren por el cambio de hábitat y muchas terminan muriendo.”
Por su geografía y su clima, Cuba es un hot spot de diversidad biológica, uno de los países del mundo con mayor número de especies vegetales por área de superficie, y las orquídeas no son la excepción. En la Isla existen alrededor de 315 especies, con un alto grado de endemismo. Sin embargo, la fragmentación de sus hábitats por la explotación humana, el efecto de huracanes, tormentas e incendios forestales, y la depredación, muchas veces con fines comerciales, hacen que su situación actual sea delicada.
Para transformar este escenario, la Sociedad Cubana de Botánica privilegia en sus festivales la exhibición de especies foráneas muy populares entre los productores y los amantes de las orquídeas. Así, los visitantes pueden hallar por estos días en la Quinta de los Molinos variedades como las cattleya, en particular las moradas, plantas de flores grandes provenientes de Sudamérica introducidas en tiempos de la colonia, que se cultivan sin problemas en la Isla.
También las dendrobium, del sudeste asiático, Australia y Oceanía, con flores vistosas y de distintos colores, que por ser plantas de clima cálido se adaptan muy bien a Cuba. Y las phalaenopsis, conocidas como orquídea mariposa, igualmente del sudeste asiático, que florecen cuando bajan las temperaturas, y por eso abundan en el festival a pesar de la timidez del invierno cubano.
Además, para potenciar el conocimiento sobre las populares plantas y su conservación, varios especialistas imparten conferencias y talleres durante el evento de temas relacionados con la educación ambiental, el cultivo de las orquídeas en casa y la fotografía de flores, este último génesis para un concurso que se premiará en la jornada conclusiva.
El domingo también se elegirá la flor más popular, a partir de las votaciones de los propios visitantes. Para ello, estos anotan en unas boletas que reciben al entrar a la Quinta el número que identifica a la orquídea de su preferencia.
Finalmente, un grupo de jueces premiará el mejor stand, la flor de mayor calidad y el mejor cultivo. Pero, a diferencia de los concursos anteriores, sus resultados se darán a conocer el sábado, justamente para tributar al objetivo principal del evento.
“Al publicarlos antes, quienes visitan el festival el fin de semana ya pueden saber cuáles son las plantas premiadas y así familiarizarse con los criterios de calidad que estas ejemplifican”, explica Paso.
Pero no solo los productores y coleccionistas están antentos a la decisión de los jueces. Muchos asistentes, como Tamara y Carmen, planean regresar al festival para comprobar si su elección en el concurso de la popularidad fue acertado y coincide con la opinión de los expertos.
“Es otra forma de aprender”, confirman. Y también de afianzar un gusto para toda la vida.
“Cuando el amor por las flores te atrapa –dicen casi a coro–, es para siempre”. Y se alejan a seguir recorriendo los stands de orquídeas en la Quinta de los Molinos.