El nombre de Humberto Manduley está estrechamente ligado a la historia del rock en Cuba. Crítico, locutor de radio e investigador, Manduley ha dado testimonio durante varias décadas del acontecer de este género en la isla mediante artículos, crónicas o reseñas publicadas en diversas plataformas de comunicación, tanto en Cuba como en otros países.
La columna “La Cuerda Floja”, que mantiene desde 1998 en la revista El Caimán Barbudo, ha sido un espacio donde los lectores han podido conocer sobre la obra y el devenir de influyentes bandas y músicos del panorama internacional y de grupos cubanos que apenas han alcanzado visibilidad en el ámbito local.
Su meticulosa labor investigativa descansa además en tres libros imprescindibles para conocer a fondo el acontecer del rock nacional: El rock en Cuba, Hierba mala. Una historia del rock en Cuba y Parche: Enciclopedia del rock en Cuba, publicado recientemente por la Editora Abril.
¿Qué objetivos perseguiste con Parche: Enciclopedia del rock en Cuba?
El libro está pensado como un complemento para el anterior (Hierba mala. Una historia del rock en Cuba) pues mientras aquel intenta atrapar sucesos que han marcado el devenir del género en el país, a partir de una narración cronológica, con apartes para algunos temas específicos, Parche funciona como apoyatura en cuanto a nombres de músicos, obras, fotos y fechas más concretas, a través de las mini-biografías de más de mil agrupaciones y solistas que se incluyen.
De alguna manera diría que el supra-objetivo es rescatar la historia a través de sus protagonistas, y dar a estos un merecido reconocimiento.
¿Podemos considerar que este libro forma parte de una trilogía junto a El rock en Cuba y Hierba Mala?
El primer libro (El rock en Cuba, 2001) lo veo más bien como un punto de partida, un esbozo para los que vinieron después. En ese momento fue una manera de romper el hielo en relación al género y su presencia nacional, y se basó, sobre todo, en una serie radiofónica que había presentado en 1994 en Radio Ciudad de La Habana (23 emisiones con una hora de duración cada una, incluyendo música, comentarios y entrevistas). Pero su conexión con los dos siguientes no va más allá de abordar el mismo tema. En todo caso, una especie de mini “big bang”.
En los casos de Hierba Mala y Parche, sí los pensé desde el primer momento como un díptico. Se pueden leer como textos independientes, pero a la vez traté de que ambos se interrelacionaran permitiendo visualizar mejor la historia y sus protagonistas principales (que no los únicos): los músicos.
¿Cómo fue el proceso de investigación para la creación de este título?
Difícil y bastante aleatorio, toda vez que lo he llevado adelante esencialmente desde la distancia geográfica, lo cual tiene ventajas y desventajas.
En general, salvo muy pocas excepciones, las informaciones me suelen llegar fragmentadas, incompletas, sesgadas por motivos varios. Así que no se trata solo de un proceso acumulativo de datos, sino de otro posterior que consiste en filtrar, contrastar, verificar hasta donde me sea posible, la veracidad de lo compilado. Por supuesto, se trata de una tarea complicada, al existir tantas partes involucradas con distintas gradaciones.
Eso hace que todos estos libros sean perfectibles, y en alguna medida, incompletos, pues la posibilidad de llegar a una exactitud fuera de toda duda lógica, es punto menos que improbable, a la vez que el devenir prosigue, e implica hacer un corte en algún momento, dejando fuera parte de la información.
Trato de acercarme a esa exactitud que mencionaba, pero estoy consciente de que no siempre lo consigo. Así que la investigación es un paréntesis abierto, un proceso perenne de búsqueda y decantación.
No obstante, algo de satisfacción tengo en haber logrado entrevistar (o que me proporcionaran sencillamente sus datos) más de medio millar de músicos de todas las épocas, estilos y provincias, cuyos nombres aparecen reflejados en el libro.
¿A qué fuentes documentales acudiste?
Tomando en cuenta que se trata de una investigación que me ha ocupado más de cuatro décadas, diría que he tratado de acceder a la mayor cantidad de fuentes posibles.
Publicaciones periódicas oficiales, fanzines, webzines, entrevistas (directas, telefónicas o por correo electrónico), créditos discográficos. Todo lo que me ha caído en las manos, o pasado cerca de mi radar auditivo.
Lamentablemente la escena fanzinera, que era una fuente obligada de consulta, no solo ha mermado mucho en cantidad, sino que ya no le presta la misma atención a lo que ocurre en el país. Y es una lástima, pues al margen de preferencias personales de sus editores, que se exhibían en sus páginas, representaban una opción bastante segura para informarse, al tener lo que faltaba en otros medios: el conocimiento de causa de sus realizadores.
Por otro lado, tampoco existe un sitio (físico o virtual) de consulta al cual acudir, todo está desperdigado, a veces impreso, a veces digitalizado, pero también pendiente de recogerse en algún soporte. Eso hace más dificultosa la labor para cualquier investigador que pretenda no depender solo de sus conocimientos o apuntes.
¿Qué etapa del rock cubano incluyes en este volumen?
Desde 1957 hasta 2017, sesenta años. La representatividad no es absoluta ni está balanceada por etapas o zonas, pues es obvio que de unas pude conseguir más datos que de otras. Por supuesto, lo que está incluido es solo una parte de mi archivo, es decir: aquellos grupos y / o solistas de los cuales alcancé a conseguir la mayor cantidad posible de información.
Desafortunadamente, hay otros de los cuales aún me falta completar las fichas, conocí de su existencia posterior al cierre de la investigación, o sencillamente son agrupaciones de reciente creación que por razones obvias no aparecen reflejadas en esta ocasión.
Desde México, ¿cómo percibes el estado de la escena underground cubana y del rock en particular? ¿Has estado al tanto de la obra de nuevas bandas como Sweet Lizzy Project, Tracks o Miel con Limón?
Siempre ha resultado complicado acceder a todo lo que pasa en Cuba en materia de rock, pues (al menos para mí) las posibilidades de moverme dentro del país, en otros tiempos, para rastrear lo que sucedía en cada zona, eran casi ciencia ficción (dificultades logísticas, nulo respaldo institucional, falta de tiempo, etc.).
En parte, ese déficit se puede suplir hoy a través de internet, sobre todo por parte de aquellos grupos o solistas que son más activos en la red. Por otro lado, en cada viaje trato de conectarme con lo que está pasando, así que asisto por igual al Maxim, la Casa de la Amistad, el Submarino Amarillo, el Pabellón Cuba u otros eventos y espacios donde se presenta este tipo de música.
Mientras hice radio (1989-2010), por ejemplo, algunas agrupaciones me acercaban sus maquetas o discos, me avisaban de presentaciones. Había percances, pero la condición “in situ” favorecía mi acercamiento a lo que hacían.
Ya luego, con mi cambio de locación, supongo que dejaron de considerarme “útil” en ese aspecto, y se cortó ese flujo. Si bien sigo tratando de conseguir todo lo posible, no es fácil, ya que la mayoría de las grabaciones circulan de manera informal, subterránea, y no puedo acceder a ellas en las escasas semanas que paso en la isla.
Los mismos grupos tienen maneras de promocionarse cuya lógica, por más que trato, no consigo entender. Pero, en general, intento mantenerme actualizado.
Hay opiniones encontradas sobre la situación de rock en Cuba, que van desde el más rotundo pesimismo hasta un optimismo quizá ingenuo. ¿Cuál es tu visión sobre este panorama de la música cubana?
El “estado actual” del rock en Cuba me parece tan despistado como siempre, demasiados altibajos y divisiones, y una ausencia de estabilidad que lastra su desempeño.
No creo existan muchas razones para el optimismo. El rock en Cuba sobrevive a pulmón, a pesar de los intentos de cooptarlo institucionalmente, e incluso pese a las zancadillas que se ponen sus propios cultores. Sigo pensando que es más “tolerado” que “aceptado”.
Ahora mismo, se ha visto un notable crecimiento de los covers, con toda su implicación económica, en detrimento de la creación. No digo que esté mal o bien: solo apunto una realidad. Entonces, el rock con cabeza propia cada vez tiene menos espacios, y estos, por lo regular, se reducen a festivales donde las bandas deben comprimir en unos 45 minutos todo lo que hacen, y presentarlo unas pocas veces en el año.
Si a eso se suma que sigue in crescendo la tendencia a “metalizar” el concepto de rock dentro del país (y los eventos son una prueba de ello), creo que la cosa no pinta muy bien. A veces leo las autovaloraciones de las mismas bandas y me sorprende la ingenua arrogancia con que cada quien declara estar haciendo algo único, cuando en realidad, de solo escucharlas unos minutos, uno puede saber en qué consiste su stock de discos en casa.
Los llamados eventos teóricos tienen poco de teoría y mucho de narcisismo o queja. Falta autocrítica, falta análisis conceptual, falta una producción consistente, faltan canales efectivos de promoción y distribución, falta sacudirse clichés. Lo positivo que le veo (“eppur si muove”) es su persistencia a prueba de bombas, períodos especiales, oleadas migratorias, rechazo social y pobreza logística.
Recientemente fallecieron los músicos Raúl Ciro y Humberto Manrufo. ¿Cuáles crees han sido sus principales contribuciones a la música cubana?
Dudo que alguno de los dos sea recordado por sus aportes a “la música cubana”, cuando quienes determinan “lo protagónico” de esa música no los tomaron en cuenta mientras vivían.
En el caso de Raúl, al menos quedó recogido discográficamente su paso por la etapa final de Superávit, si bien lamento que los primeros trabajos del dúo no alcanzaran resonancia oficial (como tampoco la tuvo el CD Verde melón, pese a su existencia nebulosa en el mercado interno) ni tampoco sus posteriores proyectos en solitario.
En cuanto a Manrufo, no olvido la cantidad de puertas que le cerraron a su Trío, con argumentos ridículos, y que él sorteaba con una paciencia infinita y una bondad fuera de serie. Al final, salvo unas pocas grabaciones extraoficiales, no sobrevivió mucho de su música.
A ambos creadores los valoro sobre todo como amigos personales: fueron personas estupendas, de esas que resultan cada vez más difíciles de hallar. Pero, igual, han fallecido otros músicos que, durante años y a sus maneras, lucharon a brazo partido por sacar adelante sus obras, y no han tenido el reconocimiento necesario. Por eso me resulta decepcionante que se organicen tantos homenajes a este o aquel artista extranjero, y no se haga lo mismo con los nuestros.
De todos modos, a Raúl Ciro y a Humberto García Manrufo los recordaremos sus amigos. Si algún día “la música cubana” (o lo que sea eso) hace justicia con ellos, ¡enhorabuena! Mientras, nos toca a nosotros preservar sus legados humanos y musicales.
¿Cuál es tu principal preocupación como investigador y cronista del rock cubano durante tantos años?
El escaso interés que muestran el público, las instituciones que supuestamente deberían ocuparse de eso, e incluso los mismos músicos acerca de esta labor.
En mi experiencia, he visto más interés por tener un poster de Ozzy Osbourne colgado en la pared, que por algo relativo a lo que pasa con el rock en Cuba.
Sería bueno incentivar investigaciones locales, organizar eventos que tuvieran más enjundia intelectual, articular las diferentes líneas posibles de investigación (musicológicas, sociológicas, socioculturales, antropológicas, literarias). Hasta donde sé, eso no existe, o está tan inconexo que es como si no existiera.
¿Ves futuro para el rock hecho en Cuba?
Si por “futuro” te refieres a permanencia, no dudo que existirá un largo porvenir para el género en Cuba. Sesenta años dando caña, en las peores circunstancias sociales, económicas, culturales y políticas, no es una cifra para descartar a la ligera. Son un signo indeleble de perseverancia.
Ahora, si hablas de “trascendencia”, ese es otro tema. Habría que empezar definiendo tal concepto, y ver si en realidad hay una integración verdadera del rock a la cultura nacional.
¿Piensas que ha tenido alguna repercusión local la salida del país de bandas como Agonizer, Escape o Chlover?
Específicamente en el caso de las bandas que mencionas, dudo que haya existido algún tipo de repercusión, dado que casi inmediatamente se separaron, o se mantienen de forma intermitente en circuitos reducidos, y sus contactos con Cuba han sido esporádicos.
En su momento fue un golpe para la escena, pues eran colectivos con un trabajo sólido, de años, y hasta servían como referentes. El espacio que dejaron no será ocupado por otros, pues considero que cada trabajo es único e intransferible. Pero asumo que su ausencia se siente.
¿Qué propondrías para que el rock cubano alcance mayor empuje y visibilidad?
Cada cual tendrá su fórmula, pero hay demasiadas variables a tomar en cuenta, más las constantes sorpresas a las que nos enfrentamos en el día a día, que resulta descabellado hacer alguna propuesta.
No tengo una receta, pero en todo caso, se podría empezar haciéndole caso a Santiago Feliú: “que se acaben las miserias, las consignas y las fobias”.
La fundación de la Agencia Cubana de Rock fue asumida por algunos como un golpe de apoyo institucional al género en Cuba. ¿Compartes esa opinión?
Desde mi visión, el exceso de “institucionalidad” (traducido la mayoría de las veces en control férreo y manipulación) es un lastre para cualquier tipo de creatividad, pero es algo que no creo a corto o mediano plazo se pueda evitar en Cuba.
La Agencia puede tener su razón de ser quizás en determinadas circunstancias, para detalles muy concretos (como viabilizar la remuneración a los músicos) y no pongo en tela de juicio que dentro de ella se manejen las mejores intenciones. Pero al menos yo, no tengo claro cuál es su rol.
Es conocida tu dedicación a dar testimonio sobre la música y la cultura cubanas. ¿Trabajas en este momento en otro proyecto vinculado a estas expresiones?
Dentro de mis limitadas posibilidades (pese a estar desempleado, tengo decenas de cosas por hacer como amo de casa y papá de un nene en edad pre-escolar) sigo trabajando en otros proyectos.
Uno de ellos es mantener actualizada mi base de datos sobre el rock en Cuba. El hecho que haya publicado esos libros no implica que la investigación cesó. Planeo futuras ediciones corregidas, aumentadas y puestas al día, aunque eso tardará (no se puede sacar un libro anual sobre el tema).
Mantengo mi columna “La Cuerda Floja” en El Caimán Barbudo, y muy de vez en vez escribo para alguna publicación (no soy bueno para los encargos).
Tengo textos en los cuales trabajo poco a poco, todos de alguna manera ligados a aspectos de la escena musical cubana. Y otros planes pendientes de definición… y de tiempo.
¿Cómo se puede adquirir Parche…?
De Parche… existen dos ediciones. Una independiente y autofinanciada que salió hace unos años para el mercado internacional, conseguible a través de plataformas como Amazon y CreateSpace. Ahora la Casa Editora Abril ha sacado una nueva versión destinada al consumo nacional. Me han dicho que se vende en la propia sede de la editorial, y que se está moviendo por otras provincias. Por el momento, es toda la información que tengo.
El gobierno cubano es el principal enemigo del crecimiento y expansión del género en la isla.Fiel a la costumbre de imponer la ideología en todo,a traves de los años el Ministerio de Cultura ha desalentado y perseguido a los cultores del genero en cuba.