Edgar Oceransky es uno de los nombres de mayor calibre de la canción de autor en México. El músico ha desarrollado una carrera con un discurso poético muy personal, con el que ha metabolizado todos los conflictos que han pasado por su cabeza y ha hurgado hasta en los detalles mínimos de la existencia humana.
Su pulso creativo ha conocido el triunfo en el circuito de la trova y la aceptación del público y la crítica, pero Oceransky tiene una visión muy personal del significado del éxito. Para él no solo se trata de darle relumbre a su carrera, sino de apoyar el alcance y la visibilidad de la obra de sus colegas. Bajo ese objetivo, fundó el festival Trovafest, en la ciudad mexicana de Querétaro, que en diciembre llegará a su sexta edición.
El evento ha reunido durante cinco años a una galería de los principales cantautores iberoamericanos y a más de 200.000 personas.
¿Cómo ha sido la evolución del festival tomando como punto de partida la poca promoción de la canción de autor en los medios latinoamericanos?
Nosotros vimos que el gusto por la canción de autor en México estaba creciendo. No estamos en los medios de comunicación desde hace muchos años, no salimos en la radio, ni en la televisión y la prensa no está al tanto de nosotros. Con todo, Pablo Milanés Joaquín Sabina y Serrat vienen a México y llenan el Auditorio Nacional. Entonces, eso habla de un interés genuino de la gente que se esmera en buscar la música de los cantautores.
Las plataformas digitales de música también han abierto la posibilidad de que la gente pueda escucharnos desde su teléfono y no tenga que recurrir a la radio. Eso ha incrementado el gusto por la canción de autor. Al recorrer el territorio mexicano y ver ese interés en la gente, fui a la Cámara de Diputados y les planteé el proyecto, les gustó y ayudaron con el financiamiento.
La verdad es que logísticamente es complicado porque son muchos artistas pero al ser amigos o terminar siendo amigos nos facilita muchos las cosas. Ese ha sido parte del éxito. Mi carrera en los últimos cinco años ha estado ligada a ese festival, porque creo que parte de mi labor como artista no es solo tratar de difundir mi música, sino también ayudar a que la de otros artistas sea conocida.
¿Ha sido complejo compaginar intereses para reunir a tantos trovadores de relevancia en el circuito internacional?
Siempre tuvimos la necesidad de hacer ese tipo de festivales en América Latina y los músicos han respondido a la convocatoria de una manera increíble. En México conocemos al público, los espacios en los que se puede hacer, el terreno. Teniendo la facilidad de conocer a muchos artistas, las condiciones han sido mejores para nosotros. No es igual que venga un empresario y quiera hacer un festival y nada más piense en el resultado económico. Por el contrario, nosotros lo realizamos desde un compromiso cultural con nuestro trabajo y el público.
Veo una oportunidad en este momento en que la música urbana acapara los medios. Lo que sucede es que hay siempre gente que se aleja de las modas y están buscando otras cosas ávidamente. Se me ocurre que si alguien quiere ver en México a J. Balvin puede hacerlo tres o cuatro veces en distintos lugares. Pero si alguien quiere ver a Silvio Rodríguez solo tiene la oportunidad una vez cada cuatro años y todo el que le gusta se vuelca hacia su concierto.
Los seres humanos no somos tan radicales en nuestros gustos ni tan excluyentes. Yo no conozco a nadie que solo le guste la trova, el reguetón o la salsa. Somos bastante eclécticos en nuestros gustos. Si voy a una fiesta puedo bailar perfectamente la “Macarena” para divertirme, pero después me quiero ir a un concierto de un trovador para que me diga cosas inteligentes. O sea, cada momento de mi vida necesito música distinta.
¿Cuándo decidió que era el momento de abandonar sus estudios de psicología en la universidad y dedicarse por completo a la trova?
La vida me fue llevando hacia allá, no fue una decisión que tomé. Yo estudié psicología durante casi 3 años y medio. Ese era mi camino, pero al mismo tiempo cantaba por diversión. Cuando entré a la universidad me invitaron a cantar a las peñas y al cabo de dos o tres años me di cuenta que no solo me gustaba cantar y empecé a escribir mis primeras canciones.
Me acuerdo que una vez que Frank Delgado fue a un concierto en un club en México y se sorprendió mucho porque había par de canciones suyas que la gente se sabía. Entonces, el dueño del lugar le dijo que yo cantaba sus canciones. Me preguntó Frank por qué yo interpretaba sus canciones en vez de cantar las mías y en ese momento se me prendió la chispa. Yo ya componía, pero algo que tenía guardado en el cajón. Empecé entonces a girar y decidí dejar la carrera.
Escarlata es un disco que marca un punto de inflexión en su obra a juzgar por los sonidos y las temáticas que maneja. ¿Considera que ese fue el álbum que definió mejor su personalidad como cantautor?
Se juntaron muchos condiciones en este disco y concreté el proyecto de tener un estudio de grabación grande en mi casa. Eso me abrió muchas posibilidades porque me permitió olvidarme del dinero, por ejemplo. Cuando todo lo puedes hacer ahí y no tienes que estar pendientes de las horas de grabación porque cada una te cuesta, la creatividad empieza a fluir poco más.
La manera en que grabé ese disco fue diferente. Estuve tres años recopilando las historias que quería cantar. No soy un compositor muy prolífico. Escribo las cosas que me suceden y que me transforman la vida. Si no hay algo que me llame la atención no escribo porque compongo como forma de resolución de conflictos. Tuve mucho tiempo para madurar esas canciones. El disco lo pensamos entre todos los músicos y el productor, y eso hizo la diferencia.
Yo afronto la creación desde el punto de vista psicológico. Me quedé con ciertas mañas en la cabeza de la psicología. Abordo como pretexto cualquier conflicto, el que sea es para mí un buen motivo para repensarlo, darle la vuelta. Una vez resuelto es que puedo escribir la canción y compartirla con la gente. Para mí un conflicto es algo que no está resuelto en mi cabeza.
Me estoy dando cuenta con el tiempo que la gente se acerca a las canciones con las que se identifica en ciertos momentos de su vida. A diferencia de un artista que puede estar sonando en la radio y la gente lo reconoce, el público llega a mi música a través de YouTube, de Spotify, de Itunes pero no llegan a una canción, sino a una obra completa. Entonces, se van acompañando de los temas que les hacen bien o los identifica. Se trata de ayudar a la sociedad a encontrar una vía de salida a conflictos en los que la gente se siente muy sola.
En los medos internacionales se menciona con frecuencia los hechos de violencia en México y la inestabilidad que provocan. ¿Cree que esa realidad condicione en alguna medida la obra de los cantautores?
Una de las labores de un trovador es hablar de la sociedad en que vive. También decide qué parte de la realidad quiere poner en el foco. En mi caso, prefiero concretarme en otro lado. La violencia que se ha publicitado exageradamente sobre México es publicidad mala, pero publicidad al fin. El país no ha cambiado mucho sobre eso en los últimos 20 años, pero antes no nos enterábamos de la gente que se muere pero ahora lo publican. Es parte de la manera en que funcionan los medios de comunicación.
El escándalo vende más que cualquier otra cosa. Mi interés es poner el foco sobre todo en la belleza. México es un país con muchos lugares de una gran belleza, de una gran poesía y ese es el sitio en el que quiero detenerme. Lo otro es mala publicidad.
¿Cómo han sido sus vínculos con los músicos cubanos?
Llegó a la canción cubana desde muy pequeño. Tenía como diez años y un tío mío escuchaba el disco Acuérdate de abril de Amaury Pérez. Descubrí en esas canciones una música que me gustaba mucho. Empecé a buscar referencias musicales y cada una que encontraba procedía de Cuba. Me identifiqué con la estética de los trovadores cubanos y me fui adentrando en los detalles y las diferencias de cada uno.
La música cubana tuvo un momento muy importante en América Latina y un grupo de artistas cubanos fueron muy conocidos. Me fue más cercano Pablo Milanés que Fito Páez y Silvio Rodríguez que Facundo Cabral. En Cuba hice amigos más fácil que en otros lugares.
¿Piensa que ha variado el abanico temático de la canción de autor en relación a sus inicios?
La percepción se ha ampliado porque el trabajo del cantautor se ha diversificado. Entiendo que hubo una época en que parecía que eran un poco monocromáticos aunque no era así. Tal vez se le prestaba un poco más de atención a las temáticas sociales pero también existían canciones de amor bellísimas. Creo que conforme fue cambiado el mundo también varió la manera de interpretarlo. El mundo está más comunicado actualmente entre sí y la gente no solo escucha trovadores.
En mi caso, tengo una influencia muy marcada del jazz, del rock en español de los años 80, del bolero que escuchaban mis abuelos, de la música norteña. Nos estamos volviendo más eclécticos a la hora de escribir y presentar nuestra música. Eso ha hecho también que nuestro público se abra a nuevos sonidos y temáticas.
¿Le ha sido complejo desarrollar su música de forma independiente tras firmar con Sony durante la primera etapa de su carrera?
Hubiera sido más fácil con una disquera. En principio mi primer disco Estoy aquí lo grabé con Sony Music, pero nuestros intereses no congeniaban. Estoy seguro que ellos hicieron su esfuerzo, pero no comprendíamos igual las cosas y decidí salirme y empezar una carrera independiente que me ha permitido caminar más fluidamente, sin tener que esperar.
Al final de cuentas, la música encuentra sus vías para manifestarse. A mí me tocó una época en que las carreras independientes eran posibles. Antes eras parte de una disquera o no existías.
¿Han variado sus impulsos creativos desde que se inició en estas lides?
Mi familia como la voy redescubriendo es lo que más me mueve para hablar. Tengo dos hijas pequeñas a las que les escribo canciones y mi esposa con la que llevo 10 años de matrimonio. Ya no tengo esos amores arrebatados y locos de la primera juventud y adolescencia que te duraban un poquito. Ahora voy descubriendo más intereses dentro de mi entorno familiar, como las ventajas que le da al ser humano la rutina, la certeza de levantarte con alguien y saber que puedes tomarla de la mano, el compromiso que implica que una persona dependa enteramente de ti mientras es un niño, buscar cómo los vas a enfrentar al mundo. Ese tipo de relaciones me motivan ahora para escribir. Además de ver a mis padres desde la óptica de ser padre. Eso es lo que me motiva.
Por ejemplo, hubo un momento de mi vida en el que me sentí muy afortunado y lo agradezco mucho. Hace unos tres años me encontraba agobiado un poco en mi carrera, empezaba a crecer el festival y mi carrera por lo que dejaba de ver con frecuencia a mi familia. Entonces, me invitó Armando Manzanero a participar en una gala en su ciudad. Cuando terminé ese concierto el teatro se cae en aplausos y me agarra de la mano Manzanero y me pregunta si quería cantar una canción con él. “Llevo 40 años queriendo Maestro”, le dije. Nos sentamos al piano y cantamos una canción juntos. Ese fue para mí el pago de todos mis desvelos y mis esfuerzos, uno de los momentos más felices que he vivido musicalmente.
En el nuevo disco de Haydée Milanés, Amor Deluxe, grabaste una versión del tema “El amor de mi vida”, de Pablo Milanés. ¿Cómo has percibido el resultado de la colaboración con la cantautora cubana?
“El amor de mi vida” es una canción muy hermosa que tuvo mucha promoción en México porque fue parte de una telenovela. Fue una época en que se ponían telenovelas con contenido político social, sin el típico melodrama. Y esa canción se colocó en su banda sonora y fue muy conocida en México. Para mí fue un privilegio cantar esa canción y colaborar con Haydée, una cantautora que respeto mucho.
adoro!!