Ya vimos cómo surgió la necesidad de implementar una dolarización parcial de la economía. Primeramente, para contar con las divisas frescas necesarias a fin de reabastecer las tiendas recaudadoras de divisas (TRD) sin esperar por asignaciones de liquidez central del país (CL), ni tener el temor de que se estuvieran recaudando un CUC sin un total respaldo en divisas mientras al unísono hubiera que erogar divisas libremente convertibles para las compras de productos a comercializar.
La medida sobrevino también como resultado de la evidencia manifiesta –ya señalada por muchos economistas– del éxodo de capital hacia otras naciones, incrementado desde la aprobación de cambios en la política migratoria y de viajes. Para contrarrestar esta práctica de exportación de capital e importación de mercancías que luego serían comercializadas por particulares, así como el poder del Estado de obtener beneficios, se hizo también necesario revisar la política de precios para este tipo de ventas mediante tarjetas de débito denominadas en dólares, aplicándose sobre los precios de compra coeficientes menores para la formación de los precios finales de venta.
De lo contrario, no se podría competir con los precios de los particulares, aun con todas las desventajas que estos tienen para desarrollar esta actividad en comparación con el aparato empresarial estatal. La medida se ha justificado como una forma de obtener recursos para financiar o potenciar la industria nacional.
Detengámonos un poco en este objetivo, no suficientemente claro.
Primero, esta afirmación viene a reafirmar lo expuesto: los CUC obtenidos por la industria nacional, por sus ventas a las TRD, o que pudiesen ser aportados por la banca nacional o por el MEP, no tienen respaldo en divisas. Se han convertido, como el CUP, en una moneda no totalmente deseada o desvalorizada. Existe ahorro en CUC –y en un volumen considerable–, pero si no va acompañado de CL (control de la capacidad de liquidez del país) no sirve ni para potenciar la industria con nuevas inversiones, y ni siquiera para importar materias primas para mantenerla funcionando a los niveles de años anteriores.
Por lo tanto, si ahora se estremece el mercado de divisas, las personas acuden en masa a tratar de comprar esas divisas, bien mediante canales oficiales o alternativos. Si las CADECA suspenden la venta de divisas a la población (como ya se sabe, solo se autoriza en los aeropuertos internacionales y con el pase a bordo), no es porque se hayan dictado estas medidas sobre las ventas de productos mediante tarjetas de débito en dólares y supuestamente la población los esté adquiriendo de manera masiva para comprar productos en estas tiendas, sino porque se hace manifiesto –y así lo interpreta la gente– que los CUC han ido perdiendo el respaldo que tenían antes en divisas, y que esta nueva medida es la primera en una serie de decisiones que pudieran conllevar a su devaluación paulatina o a su desaparición.
Muchos sostienen que lo que está sucediendo en el mercado de divisas es “por culpa” de la nueva medida para vender en dólares. Pero realmente el CUC ha ido perdiendo su valor desde mucho antes: desde su emisión sin respaldo absoluto o desde el uso indiscriminado de las divisas captadas por el Estado al retirarse estas últimas de la circulación monetaria. La nueva medida solo oficializa la pérdida de valor del CUC o suena el pistoletazo de arrancada para su desvalorización. Sí: hay una nueva dolarización de la economía, no importa que sea parcial y sin el uso de efectivo. Ha sido impuesta por la realidad, por dejar de jugar su papel la moneda nacional creada en su momento para el mercado de divisas (el CUC).
Compartimos la opinión de Pedro Monreal en Remesas para la inversión industrial: ¿es necesaria una ‘carambola’ comercial?, en el que se brindan datos sobre el aporte de la industria cubana al PIB. A falta de datos oficiales, las necesidades de inversión se estiman un volumen de ventas y de utilidades en las tiendas en dólares: “las divisas que pudieran ser captadas mediante las ventas para apoyar la industrial”, concluye el autor, “jugarían ciertamente un papel positivo, pero muy distante de los montos que se requieren para ‘potenciar’ la industria nacional”.
Pero también existe un problema adicional al del volumen de utilidades a captar en USD y las necesidades de la industria: cómo y para qué propósitos canalizar las divisas.
Los primeros productos comercializados en el nuevo canal de ventas han sido aquellos que más venían importando y vendiendo los particulares, sobre todo en valores: motos eléctricas, refrigeradores, freezers, aires acondicionados, splits, lavadoras con secadoras, TVs de pantalla plana y piezas de repuestos para autos. Pero no de cualquier calidad, sino los de gama más alta, como se explicó en la Mesa Redonda.
En términos concretos, no un refrigerador pequeño, sino los de dos puertas o de mayor volumen; tampoco televisores de pantalla pequeña, sino de mayores pulgadas y mejor tecnología (LED). La otra gama de productos se seguiría comercializando en CUC. Aunque en Cuba existen industrias productoras de motos eléctricas, refrigeradores y aires acondicionados –por poner solo tres ejemplos–, era de esperar que hasta el momento estas industrias estaban aptas para producir mercancías para un mercado de menor capacidad adquisitiva.
Entonces, surgen tres posibilidades:
- Los dólares captados por el nuevo tipo de venta por tarjetas, depositados en cuentas de las empresas vendedoras en USD, con liquidez inmediata, se canalizan para nuevas inversiones en la industria, de manera que puedan ser capaces de producir mercancías de gama superior. La rentabilidad alcanzada en el nuevo canal de ventas debe ser suficiente no solo para adquirir materias primas y piezas, sino también para la inversión destinada a renovar esas industrias. Se debe lograr, a la vez, que las nuevas producciones resulten competitivas en comparación con las de transnacionales con marcas reconocidas internacionalmente, y puedan a su vez comercializarse en dólares. ¿Seremos capaces de asegurar el retorno de estas inversiones?
- O pasan a comercializarse en dólares (en el nuevo canal de venta) mercancías de gama más baja, que hoy se comercializarían en CUC, y que pueden ser producidas por la industria nacional sin mayores y costosas inversiones. Como resultado, sigue aumentando el desabastecimiento en las tiendas en CUC e incrementándose la desvalorización de esta moneda.
- O se toman recursos líquidos en cuentas en dólares para revitalizar la industria cubana, cuyos productos finales se comercializarán en CUC o en un futuro mediato en CUP. Es decir, se paga en dólares lo que se comercializará en CUC, pero al final se produce como un trasvase de CL hacia la industria. Es algo por lo que clamamos en un artículo anterior sobre este tema, pero que hasta ahora ha sido difícil montar, incluso para industrias en funcionamiento que solo necesitan pagar materias primas sin enredarse en inversiones costosas.
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Se pudiera observar lo siguiente: se implementa un mecanismo nuevo de ventas en dólares para asegurar los reabastecimientos de este nuevo canal de ventas. No se han encontrado soluciones ágiles y eficientes para trasvasar CL de las TRD hacia empresas en funcionamiento, que producen para el mercado en CUC –por ejemplo, cervezas, refrescos o productos cárnicos para el turismo. Sin embargo, sí aprueban el uso de dólares para modernizar industrias que no han demostrado todavía que puedan competir con los productos importados de marcas internacionales reconocidas o para producir para el mercado en CUC.
Tampoco se ha explicado claramente qué industrias se revitalizarán con ayuda de las ganancias en dólares a obtener por el nuevo canal de ventas. Las variantes descritas sobre el posible uso de los dólares dejan dudas sobre la efectividad de este propósito.
Otro aspecto al que posiblemente no se le ha prestado la debida atención es el de los dólares en efectivo y la aplicación del gravamen. Se ha dicho que es necesario el gravamen del 10%, que se deposita en efectivo, por lo costoso y complicado que se hace para Cuba transportar los dólares hacia afuera y poderlos depositar en cuentas externas, un resultado de la persecución que ejerce el gobierno de Estados Unidos sobre los bancos dispuestos a colaborar con Cuba. La medida estaba justificada en cuanto procuraba que los flujos de divisas hacia el país viniesen en divisas alternativas al dólar y así combatir los efectos nocivos del bloqueo.
No obstante, en la Cuba de ahora la situación en el mercado de divisas es otra. Existe una demanda insatisfecha para adquirir divisas en CADECA. Si la población pudiera adquirir dólares en CADECA, ese efectivo no tendría que enviarse a bancos extranjeros, por lo que tampoco habría necesidad de cobrar el gravamen del 10% para compensar su manipulación hacia el exterior. No se percibiría ese ingreso por gravamen, pero además de ahorrarse el costo de su transportación y depósito en el exterior, cabría esperar un mayor flujo de ingresos de dólares en las CADECA.
Así se combatiría el mercado informal en esta moneda y se obtendría un diferencial por el canje y recanje a particulares. Incluso pudiese ser más amplio el diferencial de compra y venta –específicamente para el par USD/CUC– en comparación con el que se utiliza para otras monedas internacionales, compensando el riesgo de que un determinado volumen de efectivo tuviese que ser de todas formas enviado hacia el exterior.
Lo fundamental es que debiera producirse un incremento de los ingresos en dólares en las CADECA que actualmente se cambian en el mercado informal. ¿Es tan importante el ingreso que se percibe por el gravamen del dólar o es irrisorio porque casi nadie los lleva a las CADECA o al sistema bancario? Cuando el gravamen no cumple el papel para el que fue creado (si realmente no fuese necesario transportar tanto efectivo en USD hacia el exterior) sobreviene una pregunta: ¿qué es más importante: limitar la posibilidad de que la población cambie sus CUC en dólares o combatir el mercado informal y, a la vez, elevar las ganancias de CADECA por su participación en el canje/recanje de monedas?
En otro orden, estuve entre quienes se alegraron al ver al ministro del MINCEX, Rodrigo Malmierca, hablar en la Mesa Redonda sobre la posibilidad de acudir a las empresas de comercio exterior para solicitar y contratar la importación de determinadas mercancías que no se encuentran ni en las tiendas en CUC, ni en las de nuevo tipo. Me imaginé un nuevo canal para que, por ejemplo, el ponchero de la esquina de mi casa pudiera importar una maquinaria más moderna para hacer su trabajo o el zapatero una máquina sofisticada para coser zapatos… revitalizándose la pequeña industria y el trabajo por cuenta propia.
Pero al siguiente día vino la decepción al especificarse que no se haría nada para que “la gente haga negocios”, y que solo era para poder solicitar productos de las mismas familias, ya comercializados en las tiendas, para gamas de productos excepcionales.
No solo no me imagino cuántas solicitudes de este tipo recibirán en el año estas empresas de comercio exterior para montar todo un mecanismo, costoso y nuevo, para este propósito. Seguimos poniendo parches en vez de encontrar soluciones efectivas que busquen revitalizar la producción nacional, en la escala que sea y bajo cualquier forma de propiedad aprobada.
Mucho se debate acerca de si esta nueva medida acerca o aleja la unificación monetaria, y qué impacto pudiera tener en ella. A mi juicio, busca una solución a problemas urgentes y procura combatir el éxodo de divisas y la importación masiva de productos extranjeros por parte de particulares. Y también trata de encontrar una solución a la reposición y continua venta de productos, al margen de las aprobaciones de liquidez, para canjear en divisas los CUC obtenidos por las TRD. Pero es de esperar que pueda influir en el futuro, en una u otra dirección, sobre el tema de la unificación monetaria.
Si, por ejemplo, cada vez más productos pasan a venderse en dólares y se van eliminando de la venta en CUC, no caben dudas de que el proceso hará más fácil la eliminación del CUC de la circulación monetaria. Pero… ¿las telecomunicaciones, las TRD y los bancos, estarán preparados para un incremento exponencial del volumen de ventas mediante tarjetas de débito? ¿Se permitirá el uso del CUP en estas tiendas, que al principio solo comercializaban sus productos en dólares? Si al final solo queda el CUP en efectivo y las ventas en dólares mediante tarjetas, todavía no se habrá logrado la unificación monetaria. Seguirían existiendo dos monedas cumpliendo funciones del dinero, aunque una de ellas no circule en efectivo.
Por último, lo repito de nuevo: sin una reforma financiera que se haga acompañar de una reforma productiva seria, es decir, que incentive la producción mediante todas las formas productivas aprobadas –estatales, privadas, cooperativas–, va a ser muy difícil salir de la crisis por la que Cuba atraviesa. Y diría más: si no se piensa con celeridad en la pequeña y mediana empresa, es difícil pensar en la necesaria reforma empresarial estatal. No voy a profundizar en la devaluación de la tasa de cambio empresarial que debe venir ahora, o cuando se decida, por los efectos que tendría sobre toda la economía nacional.