Michael Lonsdale, un enigmático gigante del cine y el teatro en Francia que trabajó con algunos de los más renombrados directores a lo largo de seis décadas, murió este lunes. Tenía 89 años.
Desde su papel de villano en la película de James Bond, en 1979 Moonraker (007: Misión espacial) hasta el de un monje francés en Argelia, en la cinta de 2011 Of Gods and Men (De dioses y hombres), Lonsdale actuó a menudo en papeles secundarios brillantes, bajo la dirección de realizadores que incluyeron a Orson Welles, Steven Spielberg, Francois Truffaut y Louis Malle.
Hijo de madre francesa y padre británico, el actor barbudo de voz suave era un hombre consumido por su arte. Trabajó en más de 100 películas y muchas obras de teatro. Su última aparición fue en un cortometraje del año pasado para la Ópera de París, Degas et Moi (Degas y yo).
Lonsdale murió de viejo, tranquilo en su casa en París, dijo su agente por 20 años, Olivier Loiseau, a The Associated Press.
“En cierto modo se esperaba”, dijo Loiseau, de la agencia Aartis, quien recientemente habló con Lonsdale por teléfono. “Su espíritu estaba vivo pero su cuerpo estaba cansado”.
Lonsdale fue un hombre religioso e interpretó numerosos papeles que reflejaban su fe cristiana. Fue el hermano Luc en el drama de la vida real Of Gods and Men, destinado a morir con otros monjes a manos de extremistas islámicos. También hizo de cura en la película de Welles de 1962 The Trial (El proceso).
Of Gods and Men, de Xavier Beauvois, le mereció un premio César, el equivalente francés de un Oscar, al mejor actor de reparto.
Hizo numerosas películas con el director de la Nueva Ola Jean-Pierre Mocky, la última de ellas Le Renard Jaune (The Yellow Fox), de 2013.
Otras de sus cintas recientes fueron Gebo et l’ombre (Gebo and the Shadow) de Manoel de Oliveira, de 2012. Su último largometraje, de 2015, fue Les Premiers Les Derniers (The First, the Last) dirigido por Bouli Lanners.
Nacido el 24 de mayo de 1931, Lonsdale se acercó al cine en Casablanca, Marruecos, donde pasó una década de su juventud con sus padres. Dijo que soldados estadounidenses apostados ahí durante la Segunda Guerra Mundial le daban caramelos, goma de mascar y pases gratis a las películas que ellos exhibían. Quedó impresionado con el séptimo arte y la industria del cine se convirtió en su sueño.
A su regreso a París en 1947, un profesor ruso de teatro le enseñó que los actores también deben enseñar que pueden ser malos. Arrojó una silla al otro lado del salón y la rompió.
Lonsdale se mantuvo como una figura enigmática pese a su visibilidad pública; nunca llegó a sentirse completamente cómodo en el cerrado ambiente de los actores. Según el periódico Le Monde, dijo: “A veces me siento tan ajeno… al punto de sentirme muy incómodo″.
Según el diario francés Le Parisien, en una entrevista de 2016 el actor dijo que morir no le producía ansiedad. “Me doy una razón: es parte de la vida”.
Lonsdale nunca se casó ni tuvo hijos. No se informaron de inmediato los planes funerales.
AP/OnCuba