Jorge Molina es considerado un bicho raro en los escenarios del cine cubano. Nació en Palma Soriano, donde tuvo varias de sus primeras experiencias sexuales con animales, junto al resto de su círculo de amigos adolescentes, mientras cargaba con una pequeña cámara; quedó varado en la ex Unión Soviética cuando estudiaba cine, tras desmoronarse el campo socialista; dirige en Cuba una serie de cine underground con sexo explícito, por la que, dice, ha sido catalogado como “un enfermo”; fue invitado a realizar en la Isla un filme pornográfico, pero rechazó la oferta; sus películas no se exhiben en los cines, pero cuentan con miles de seguidores tanto en Cuba como en el resto del mundo; y a los 54 años ingresó en un aula para terminar la carrera de cine junto a alumnos que no llegan a los 25 años, al mismo tiempo que se desempeña como profesor en la misma institución.
Molina personifica en Cuba lo que es un verdadero cineasta independiente, pero no le interesan las etiquetas ni caer en las trampas de discusiones que considera estériles. Lo de él, explica, es hacer cine que responda a su propia ética y a los discursos con que concibe el acto de colocarse detrás de las cámaras.
Esta entrevista la habíamos pactado hace más de 10 años, cuando coincidimos en el festival Almacén de la Imagen, en Camagüey. Durante el trayecto desde La Habana compartimos asiento en una de esas guaguas chinas conocidas como Yutong. Me habló durante las casi seis horas del viaje de detalles de filmes explícitos suyos como Molinas Solarix y de la historia del cine gore y pornográfico, en una conversación que le puso los pelos de punta a más de uno en aquel bus interprovincial.
Molina es, ante todo, un tipo transgresor, que se ha impuesto sus propias reglas y que desde hace años se convirtió en un autor de culto en el cine cubano y en un ídolo de la creación independiente. “Hay gente que de verdad tiene buenas intenciones. Pero creo que toda esta polémica, al final, es por una cuestión de egos. Eso es un mal heredado durante estas décadas, porque al final en esos debates sobre cine independiente salen a flote todas las miserias humanas y la gente empieza a ladrarse. Eso es un error”.
Vive en un paraje intrincado en San Antonio de los Baños. “Aquí lo mismo pasa un tractor que una vaca o un avión”, me alerta al inicio de esta conversación, que se concretó luego de casi una década.
I
¿Qué significa para ti ser un cineasta independiente?
Más bien lo defino como cine alternativo; es más intelectual. El término independiente no solo provoca resquemores institucionales, sino también picazón entre los propios artistas. Me acabo de dar cuenta, con las discusiones recientes en las redes sobre dicho término. Conozco alternativas a la hegemonía de la institución oficial que controla la producción y distribución del cine en Cuba. Las alternativas tienen una verdad y tributan a hacer un arte puro (quiero pensar así), aunque también existen los oportunismos, como en todos lados.
En mi caso, veo la independencia como la libertad creativa. Se trata de tener una posición ante el arte y de escoger un camino propio. Cuando hay gente que dice que hace cine independiente, pero comulga de alguna manera con las instituciones oficiales, yo difiero de esas posiciones éticas. No soy un crítico ni nada parecido, pero prefiero no entrar en una discusión sobre la ética de otros artistas. Pienso que la independencia y la construcción de esa alternativa tienen que ver con la pureza y la ética del ser humano ante la vida y sus problemas.
El cine es caro, necesita fondos, y los fondos los buscas donde puedas. Si te los da el ICAIC, alguien puede acusarte de vendido, si lo hace la embajada de Noruega o de Holanda, te tachan de mercenario, desde las instituciones de poder. Si te lo da un amigo, ya no sé qué podrían decir.
Lo cierto es que la gente siempre va a buscar la manera de hacer películas. El fin justifica los medios. La independencia radica en la pureza con que uno aborde la obra artística. Si uno recibe dinero de la institución oficial para hacer una película, siempre va a estar condicionado por mecanismos de control.
Cuando se creó esta cosa del registro del creador audiovisual independiente, propuse en una reunión que se eliminara ese nombre y lo dejaran solamente en el de registro del creador audiovisual, porque al estar en un registro, ya dejamos de ser independientes. Me dijeron que no, que habían acordado que así estaba perfecto. De hecho, yo no pertenezco al registro por varias razones: la principal, mi ética como artista. Los que pertenecen tienen sus propios motivos. Muchos se están afilando los colmillos con las generosas propuestas de dinero.
La institución que toda la vida negó a los independientes, a los “aficionados” y les dijo que no existían, ahora aplica esa iniciativa.
El ICAIC apoyó la muestra de jóvenes realizadores creada por Juan Antonio García Borrero, Jorge Luis Sánchez, Marisol Rodríguez, entre otras personas con muy buenas intenciones. Siempre me llamó la atención (y lo dejé claro desde la primera vez) cómo la institución que despreciaba ese cine que se hacía en los márgenes era la que impulsaba un proyecto como la Muestra. Era sencillamente para ejercer el control. Ahora tiran la carnada que es el fondo, y la gente muerde porque quiere hacer sus películas. Es una posición ética de cada cual. Por ejemplo, Miguel Coyula, otros y yo tenemos otra idea y entendemos que la independencia va por otro camino. Prefiero el camino del Ronin errante. Ni critico a la gente que piensa diferente ni quiero enfrentarme a nadie, solo exhorto a todo el mundo que se dice y considera independiente a que hagan películas de verdad, alejadas de todo tipo de oportunismo, que aborden problemas medulares, que sean honestas, diferentes.
¿Ha sido complejo desarrollar una carrera en Cuba como cineasta independiente o underground, como me gustaría calificarte?
Nunca he pesado en eso y muy pocas veces me he quejado. Lo que uno no haga por sí mismo no lo va a hacer nadie. Hay que buscar la manera de hacer arte. Yo necesariamente hago arte porque necesito exorcizar demonios y la ira que tengo por situaciones provocadas por la sociedad donde vivo. Me gustaría borrar a un montón de gente inepta, farsante, miserable, abyecta, pero no puedo porque hay leyes, hay una sociedad. Toda esa ira y carga las canalizo en mi arte, en mis películas. Es una manera de exorcizar también todas las penas que me atormentan. Soy incondicional con mi creación y con mi arte minimalista.
Hago películas con pocos actores, con pocos medios. Hay gente que me dice que hago cine pobre, pero yo agregaría que es casi cine miserable. Pero eso me ha dado libertad en todo el sentido de la palabra. Libertad creativa, en la que nadie controla lo que hago, gracias a las facilidades de la creación plena. Tengo en contra el asunto de la distribución, pero ya ese problema está resuelto con las redes, el paquete, las memorias USB y los discos duros. En Internet uno tiene millones de espectadores potenciales. No me ponen en el cine ni la televisión y no pasa nada. Esas son cosas con las que uno tiene que aprender a vivir: ser coherente con tus decisiones.
Me llama la atención, en el mundillo de los llamados independientes o alternativos, que todo el mundo tiene necesidad de ser aceptado. Si tú quieres ser aceptado por el mismo sistema que te obvia, entonces no eres honesto. Uno lo que tiene que hacer obras porque eso es lo que va a quedar. Si son buenas o malas, la vida dirá. Si fuiste un tipo “vola’o”, y si fuiste un farsante, la vida también se ocupará de ti. Pero la existencia humana es muy corta para desgastarse en broncas bizantinas. Lo que hay que hacer es crear, para dejar un legado. Si uno fue buena o mala persona, a nadie le importa, pero si realizó una obra sólida, la gente siempre hablará de uno. Hacer cine underground en Cuba no ha sido una ordalía, como podría pensar mucha gente. Yo me voy adaptando a las situaciones. Si tengo 10 pesos, hago una película de 10 pesos, y no pienso dirigir una de 20. Si tengo 20, no pienso en una de 30”.
¿En algún momento has sufrido censura?
Me hubiera encantado decirte que sí, pero no. Al menos no creativa. Esa es la verdad. Siempre he dicho que he sido una persona con mucha suerte. No soy creyente ni nada de eso, pero creo que tengo un aché por ahí. La diferencia siempre cuesta cara. Eso es real. Y fui diferente desde que nací, cuando me sacaron con fórceps. Por poco me convierten la cabeza en un hoyo. Creo que eso me hizo un muchacho por lo menos no parecido a los demás.
Cuando estudiaba cine en un lugar donde todo el mundo hablaba de Glauber Rocha, de Birri, Solanas y Sanjinés, del cine latinoamericano, de la estética del hambre, yo hablaba de cine de terror, cine porno, de serie B y blackexploitation. Cuando más, las acusaciones contra mí se han basado en decirme que estoy loco, y eso me encanta. Mis profesores no iban a mis rodajes porque entendían que yo estaba un poco loco y eso me daba cierta libertad. Pero nunca nadie me ha tocado la puerta de la casa para decirme “esto no puedes hacerlo”. De ningún lado, de ningún ministerio. Nunca nadie me ha dicho que no puedo hacer esto o aquello. No me han estrenado las películas o no las han aceptado en un festival, cuanto más eso. Es entendible, porque cada evento tiene sus reglas. Aunque sí han existido ciclos y retrospectivas.
No quiero pensar tampoco que tengo enemigos. Puedo tenerlos, pero no pienso en eso. La ventaja ahora es que nada es privado con las redes sociales. En los últimos tiempos se han democratizado tanto los medios para hacer el arte y para el chanchullo que ya lo que uno diga en privado es público, además de ser tu verdad.
II
De tanto decirles que están locas, hay personas que terminan por creérselo y visitan a un especialista. ¿Ese ha sido tu caso?
Nunca he visitado a un psiquiatra ni un psicólogo. No tomo ni pastillas. No puedo coger este cuerpo humano maravilloso que tengo para maltratarlo con consultas de psicología o psiquiatría. Estoy muy claro de mi vida y el papel que me toca en este planeta. La vida es muy corta y me da una pena tremenda que no duremos más porque hay tantas cosas que hacer y dejar. Nuestra creatividad se refleja a partir de los 20 y hasta los 60 y pico cuando más. El tiempo hay que aprovecharlo y no seguir fajándonos entre nosotros, como anda casi todo el mundo. Este país nos ha echado a fajarnos unos con otros, entre los de aquí y los de allá, y entre los de acá… Nos ha desunido. Es un germen endémico. La gente no es capaz de debatir sin llegar a ofenderse en algún momento. Si todas estas cosas las dejáramos a un lado y cada uno se pusiera a crear en lo que le toca, haríamos cosas increíbles.
¿Cuándo descubriste tu interés por el cine de horror, el gore, el pornográfico?
Soy de Palma Soriano y por allá pasa el Río Cauto. Los amigos nos bañábamos desnudos y, si había una chiva, nos la templábamos. Eso es parte de la locura de nacer en el campo: el bestialismo, la zoofilia, la exploración de la sexualidad en la adolescencia. Es un tema que abordo en Molina´s Ferozz, sobre todo, que es una de mis películas más polémicas. Cuando adolescente, tenía una cámara Kodak de 8mm y rodaba con mis amigos. Eran películas casi antropológicas sin saberlo. Mis amigos estaban templándose yeguas en el río y yo con la camarita. No sé si a ti te pasó. pero a nosotros nos decían que masturbarse era malo, que te salían pelos en la mano. Siempre nos han intentado castrar hasta el placer y nuestra sexualidad. No solo el poder, sino también la hegemonía de la Iglesia católica, que tiene una gran influencia en la tradición. Lo han hecho nuestros propios padres porque ellos también fueron censurados de alguna manera.
A mí todo eso me llamó la atención, porque lo prohibido es tentador. Exploraba todo lo que me decían que era malo. De ahí viene toda mi obsesión con el cuerpo humano y principalmente el femenino. También por la muerte. Me obsesionan el sexo y la muerte. Todo eso empezó espiando a mis amigos con una cámara y hasta yo mismo teniendo sexo con animales. La curiosidad de la adolescencia me llevó por ahí. Me encanta el cine erótico o pornográfico o para adultos, que suena más bonito, el de horror… todo los géneros. Lo que hago es mezclar un poco todos los géneros y referentes que me obsesionan y los demonios que me siguen atormentado. Me considero como ese adolescente, aunque tenga 54 años.
¿No crees que esas experiencias sexuales con los animales hayan sido un poco traumáticas para ti o el resto de los muchachos?
No. Eso es muy común en los pueblos de campo. Todos mis amigos son ingenieros, médicos, abogados u obreros, en fin, gente de bien. Ninguno está loco ni se suicidó. Influye más cuando las cosas son impositivas. Los cubanos cargan traumas e imposiciones y eso sí es terrible.
¿Qué mundo de tu adolescencia o primera juventud alimenta a Molina´s Ferozz?
Realmente ninguno. La visión que tiene el público en Cuba del campesinado es Palmas y Cañas, un ambiente lúdico y de alegría. Pero no. En el campo pasan cosas terribles. Hay zonas de la Sierra Maestra donde te pueden matar y no encontrar el cadáver nunca. El incesto es algo común en zonas intrincadas. Me han contado y he investigado la situación de pueblitos donde todo el mundo es familia o consanguíneos, porque han tenido relaciones sexuales entre todos. Por eso el elevado número de gente con retraso mental y otros padecimientos. Eso es un poco de lo que yo quise hablar en Ferozz. Claro, cuando uno saca a la luz temas que la gente no quiere escuchar, sufre rechazo. A nadie le gusta que le digan la verdad en la cara. La gente prefiere decir que eso está mal o hacerse los de la vista gorda. Y eso fue lo que pasó con la película.
Mi experiencia más cercana reflejada en Ferozz es la zoofilia. Pero lo demás no. Procedo de una familia bastante coherente y buena, en el sentido humano. Pero uno trabaja con lo que te cuentan, con lo que investiga. Hay historias que obviamente son ficción, pero la gente te juzga por tu obra. Algunos creen que soy un borracho, un drogadicto, un pervertido. Cuando me conocen, ven que no hay nada de eso, soy un marido, padre de familia, con dos hijas hermosas, a las que trato de educar como dos buenos seres humanos. Aunque las historias que se me ocurren sean un poquito desquiciadas.
Ahora estoy trabajando con dos muchachos de Marianao, que hicieron “Sangre Cubana”, una película de dos horas sobre vampiros. La hicieron sin saber nada de cine, con una camarita de mierda. Es una película de 0 pesos, una cosa muy loca. Los empecé a apadrinar porque creo que detrás de ese filme hay algo extraordinario. Estoy escribiendo con ellos una miniserie web pandémica, para colgar en Internet. Está quedando muy bien. Estoy tratando de colaborar con gente que quiere comerse el mundo y hacer cosas en este lugar donde es tan difícil desarrollar la libertad creativa. Esos muchachos están alejados de todos estos debates áridos sobre cine independiente y, sin embargo, ellos sí son independientes. Esa es la gente con la que yo quiero de verdad trabajar.
¿Me explicas un poco sobre el proceso de preparación de actores y actrices para rodar Molina´s Ferozz?
Hacerlo llevó cierta dificultad, por supuesto. Costó trabajo buscar las actrices que quisieran hacer esa película. Es una historia muy potente, pero compleja. Algunas me decían que no podían por el esposo, el novio, la familia. Cuando encontré a los actores, que no te voy a decir que eran todos los idóneos, tomé una máxima de Francis Coppola. Él habla de crear para cada rodaje una familia. Eso fue lo que yo hice. Tener a todo el elenco como si fueran mis hijos, mis hermanos, mi mujer, mis amigos. Nos reuníamos en mi casa, hacíamos comidas, hablábamos. Cuando fui a rodar la película, ya no tenía que decir nada. Todo estaba claro. Eso fue por haber creado un ambiente sobre todo de confianza, que la gente se convenciera de que estaba haciendo algo importante. Eso sucedió con un actor impecable como Roberto Perdomo y una muchacha nueva como Dayana Legrá, que es el mejor papel que ha hecho. Si no hay una familia detrás de una película como esa, no se puede hacer. Ahí no se puede estar pensando en el método Stanislavski, Meisner, ni un carajo. Lo que hice fue entregarle mi corazón a un grupo de gente y ellos me lo entregaron a mí.
¿Estuviste becado? Creo que las becas han influido en los intereses que uno va creando en la adolescencia…
Nací en el año 66 y en el 73 se crearon las famosas Nuevas Escuelas o ESBEC y en el 76 me estaban becando. Ese despropósito lo que hizo fue sacar a los hijos de las casas, de las familias. En esa beca, a mí por poco me matan porque eso era un infierno y era un chamaquito bajito de ojos azules. Era complicado. Pero son cosas que te van forjando como hombre y uno va desarrollándose.
Al año de estar becado, mis padres me sacaron porque dije que, de lo contrario, me iban a botar. La estaba pasando muy mal. No sé cómo hay gente que recuerda eso de manera glamurosa. Después volví a estudiar en la ciudad. Comencé a hacerlo en el pedagógico, en La Habana, en una carrera que se llama Educación Artística, que recién se inauguraba. Estaba buscando la posibilidad de estudiar cine. No tenía la manera de llegar, hasta que me enteré que podía hacerlo a través de los cines clubs y unas planillas que había que llenar. Finalmente, en el 86, se abre la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, a la que entré en el año 90. Antes me fui a Rusia a intentar estudiar cine. Allí hice la preparatoria y participaba en algunas clases como oyente, pero se cayó el Campo Socialista y nos sacaron porque éramos becarios del Estado cubano.
Ahora mismo, con 54 años, estoy retomando la carrera de cine a nivel superior porque la escuela de Cine de San Antonio de los Baños, donde estudié, no te da ese nivel reconocido por el Ministerio de Educación Superior. Estoy estudiando ahora para graduarme en la FAMCA. Estoy dando clases y recibiendo cada 15 días un par de asignaturas, porque tengo vencidas casi todas. Estoy en un aula con alumnos de veintipico de años. Es muy divertido. De ahí saldría material para un buen documental.
Quedaste varado de pronto en la ex Unión Soviética cuando cayó el campo socialista…
Cuando llego a la Unión Soviética, ya las cosas no eran lo que nos habían dicho. Empecé a ver oficiales y mutilados de guerra tirados en las calles, no sé si de la Segunda Guerra Mundial o de Afganistán… La inauguración de un McDonald en el centro de Moscú… Era un cambio traumático para esa sociedad. Para un joven como yo, que venía de un país comunista, con toda la carga de información que había recibido, empezar a chocar con esa realidad no era sencillo. Vi el concierto de Black Sabbath. Tuve acceso a montones de cosas que no había en Cuba.
Moscú en ese momento se convirtió en el centro mundial, por poco tiempo, pero se convirtió. Desembarcó música de rock potente y un cine que nunca habían visto. Fueron a la ciudad directores extraordinarios que uno solo conocía por sus películas. Todo eso me fue dotando de herramientas espirituales y técnicas que contribuyeron a mi formación. No solo a mí, sino a todo el que estaba allí. Cuando regresé, tenía muchas vivencias que fui metiendo de alguna manera en las obras que se me ocurrían. Por eso hice mi primer corto en San Antonio de un golpe. Venía con un pitcheo que los demás no tenían. Sigo siendo ese mismo muchacho y trato de mantenerme virgen en ese sentido.
III
¿En un principio, cómo esbozaste esa serie de filmes bajo la marca de Molina’s ?
Lo hice para molestar. Soy un provocador. Me preguntaba, si Andy Warhol o Fellini lo hacían, por qué yo no podía ponerle a mis películas Molina’s, así con el apóstrofo. La primera vez, la gente se molestó. Pero la cuarta ya la gente quería ver un Molina nuevo. De pronto, algo que hice por provocación se convirtió en una marca. No hay una búsqueda estética ni profunda: solo lo hice para molestar. La próxima que viene es un largometraje que se llama Molina’s Redemption y va a estar del carajo. No sé cómo voy a conseguir el dinero ni la fecha en que la rodaré, pero lo voy a hacer. No sé cuándo termine esta situación de la pandemia, porque ya yo estoy que camino por las paredes. Una de las cosas que más está afectando es el arte, algo tan importante para los seres humanos, pero ha sido lo último en la cadena alimenticia.
¿Cuál es la trama de la nueva Molina’s?
Te voy a dar una sinopsis rápida. Molina (o sea, yo), es un devoto padre de familia. Trabaja, o eso creen los demás, en un hotel de los cayos, para el turismo del archipiélago cubano, pero en la vida real es un tipo que hace porno clandestino y lo vende a canales de pago europeos. Es una película sobre la simulación, la mentira. Aquí la gente miente y es hipócrita: el personaje es un tipo así. No lo juzgo como un buen o mal ser humano, es un tipo como somos todos, con defectos y virtudes.
En Cuba, la pornografía es penada. Creo que, de alguna forma, has estado a punto de violentar esas reglas.
Lo que pasa es que el término pornografía es muy vilipendiado y trajinado por todos: desde la crítica hasta los propios artistas. Ahí entra una discusión en la que nadie se pondrá de acuerdo. Todo es muy subjetivo. El célebre novelista francés Alain Robbe-Grillet, uno de los artífices de la nueva novela francesa, quien escribió La celosía, decía que la pornografía para unos era el erotismo para los otros y viceversa. ¿Dónde entra qué es pornográfico y qué no? Creo que era Linda Williams, una crítica norteamericana, quien decía que se dividía en softcore y hardcore. Detallaba que, si la erección era por debajo de 45 grados, era softcore y si superaba ese rango, era hardcore.
Sencillamente, lo que hago es mezclar géneros y voy pulsando a ver hasta dónde puedo llegar. Nadie, como te dije, ha tocado a mi puerta para decirme que no puedo hacerlo. Mientras eso no pase, yo sigo. Uno mira ahora una película como El imperio de los sentidos, de Nagisa Oshima, y ve penetraciones explícitas, pero es una película tan sólida, desgarradora y descarnada, que no se puede juzgar de pornográfica, aunque tiene escenas que podrían encajar dentro de ese género.
Ahora mismo, todo eso se violentó con la postmodernidad. El cine rompe las etiquetas y los límites. En una película, que puede ser lo mismo un thriller que una comedia, pueden convivir elementos de la pornografía, de horror, o suspenso”.
¿Crees que la penalización ha provocado un mayor consumo de pornografía en Cuba?
El consumo de videos porno en Cuba viene desde la época de los cassetes Betamax. La consumen desde los estratos más altos hasta en las casas más humildes. A todo el mundo le gusta ver al otro hacer. El ser humano es voyeur por naturaleza. A todos nos gusta ver esas escenas: es humano.
Creo que los cubanos consumen el mismo nivel de pornografía que en otros países. La gente lo hacía al principio por curiosidad, pero ya, sobre todo los que tienen acceso a Internet, consumen cada vez menos porno. Por ejemplo, yo era un consumidor de porno redomado y ya me aburre mucho. Ahora soy muy selectivo a la hora de ver algo y antes veía todo lo que se movía: todo. Con el paso a la vejez, uno se va haciendo más sabio.
El porno nacional no está desarrollado porque realmente es un porno hedonista, realizado con celulares, para el goce con tu propia pareja. Por eso se ve tan mal. Todavía en Cuba eso no está afianzado. Si algún día en Cuba se despenaliza el cine para adultos, va a ser como en cualquier otro país. A la gente le dará lo mismo. Porque todo en exceso lleva al aburrimiento. Ya se perdió ese arte de las películas pornográficas de los años 70, cuando la Golden Age of Porn quería competir con la industria de Hollywood y había obras tan grandes como The Devil in Miss Jones, de Gerard Damiano y Tras la puerta verde, de los hermanos Mitchell, dirigidas y actuadas por gente que había estudiado cine. Existía una seriedad en esa industria, pero ya todo eso se banalizó. Si el porno no se reinventa, va a ir cayendo, como el propio cine moderno. Ahora la gente lo que más consume son las series de Netflix. Si el cine (tanto para adultos como el otro) no se reinventa, va a ir muriendo.
¿Si se diera el caso de que te ofrecieran dirigir una película pornográfica, con todos los recursos que lleva, la harías?
Haría el peliculón porno más grande que se haya hecho. Tenlo por seguro. Estuve a punto una vez de hacerlo. En una ocasión, me escribió de Barcelona alguien que vio Molina´s Ferozz, me llamó “the chosen one” y quería contratarme para hacer una película porno, pero el problema es que querían que fuera en Cuba, con talento local. Les dije que en Cuba era penado, pero si lo hacía en Barcelona, yo cambiaba la industria. En Cuba no iba a arriesgar mi carrera como artista por hacer algo que es penado. Les reiteré que, si me llevaban a Barcelona o París, iba a revolucionar todo aquello. Por muy rebelde o irredento que sea, yo respeto las leyes. No iba a arriesgarme en Cuba por algo que me encanta, pero no me va la vida en ello. Hay gente que ha puesto los ojos en mí como un posible director de porno renovador. Ofertas hubo y hay. El porno ha perdido toda la imaginación y no hay historias. Muchas veces, el mismo tipo que ejecuta es el que filma. Se llama POV, una mierda. Las películas porno yo las veía como si estuviera mirando el El ciudadano Kane. Me las tomo en serio.
¿Cómo se puede tomar en serio una película porno?
Sabiendo que toda esa gente que está detrás son artistas igual que uno. No debe ser nada fácil hacer una película porno. He leído entrevistas con actores porno y son gente inteligente y extraordinaria. Por ejemplo, Sasha Grey tiene un grupo de música. Hizo cine importante con directores como Steven Soderberg. Asia Carrera es una mujer muy inteligente. Herschel Savage, un actor porno, había estudiado en Actors Studio. Hay muchas cosas que te hacen participar en un filme así. A muchos los mueve la curiosidad, traspasar límites y la búsqueda del placer. Siempre lo quieren ver como que las mujeres son explotadas. Explotadas ni cojones, hay gente que hace eso porque le gusta y es una manera rica de ganar dinero y de pasársela bien. Hay de todo. Siempre lo califican como un mundo deshonesto. Pero tanta deshonestidad puede haber en el cine para adultos como en el llamado cine serio.
¿Hay actores en Cuba que dieran la talla en el cine porno?
Claro que sí. Estoy convencido de eso. Nosotros somos un pueblo bastante sensual y sexual. Responde a esa mezcla maravillosa del africano con el blanco, el chino, árabe, etc. Los mulatos y las mulatas son el producto más hermoso que ha salido de tierra alguna. En todo ese ajiaco, como decía Fernando Ortiz, hay dosis grandes de sexualidad y sensualidad. Eso no se puede esconder. En la calle, uno ve a la gente como camina y se mira de una forma que no se ve en ningún lado. En otros países la gente no se mira. En Cuba las mujeres se miran, los hombres se miran….
En otros países te reconocen como un cineasta casi de culto…
Conmigo se cumple el dicho de que nadie es profeta en su tierra. Mucha gente de afuera me ha descubierto porque adentro no han querido descubrirme. Eso para mí no es un problema. Es un título nobiliario. Mientras más bajo perfil esté, es más interesante para mí. Me permite moverme con mucha más libertad porque, si estoy en el punto de mira, es más complicado. No soy El rostro de los días, pero si vas a una escuela de cine, alguien te va a hablar de mi trabajo. Intelectuales como los críticos y pensadores del cine Juan Antonio García Borrero, Dean Luis Reyes, Tony González Rojas y escritores como Alberto Garrandés me mencionan en sus escritos. Siempre van a hablar de mí, bien o mal, pero van a hablar. Y eso es lo importante.
¿Cómo son tus relaciones con otros directores de cine en Cuba?
Me considero un demócrata. Creo que todos debemos tener un espacio. Me llevo bien con todos, tanto con los que conozco como con el resto. Siempre hay gente que te quiere y otra que no. Eso es parte de la vida. Con algunos colegas tengo excelentes relaciones, como es el caso de Fernando Pérez, quien fue mi profesor. Es casi como un padre para mí, como también lo fue Tomás Piard. Él es el padre del cine independiente cubano post 59. Con los colegas de mi edad tengo excelentes relaciones, aunque no compartamos criterios o estéticas. Nunca me he puesto a pensar si me toman en cuenta o no. No es importante para mí, la verdad.
¿En qué momento de tu carrera te llamó Fernando Pérez para interpretar un personaje en lo que ya es una de las escenas clásicas de La vida es silbar?
En aquel momento, yo era un actor sin experiencia. Sabes que soy actor por hobby, por convicción y a veces por necesidad, pues he tenido que protagonizar películas mías porque no he tenido dinero para pagarle a un actor decente. Eso me he ido llevando por el camino de la actuación, que me encanta. Fernando me confía esa escena de La vida es silbar, que es definitoria dentro de la película. Antes me había reservado un papel en Madagascar. Eso me demuestra que hay gente que me toma en cuenta y, de alguna forma, respondo tu pregunta anterior. Para mí fue muy importante que Fernando me seleccionara. Con él he hecho escenas pequeñas y ya le pedí que me diera un papel protagónico, porque por viejo, no por diablo, he ganado en calidad como actor. Tengo otra escena muy buena en la película La obra del siglo, de Carlos Quintela, exalumno mío: la escena del fumigador que habla de Gagarin. Colegas míos me llaman para papeles puntuales. Para la gente del audiovisual que está entre los 20 y los 30 años, he sido una influencia. Y eso para mí es bueno.
Un público mayoritario te conoció a través de Juan de los muertos. ¿Qué memorias te trae tu participación en esa película en una época como esta, marcada por una pandemia mundial?
En Juan de los muertos pude demostrar lo que podía hacer como actor, gracias a la confianza que tuvo en mí su director, Alejandro Brugues. De alguna manera, el arte es a veces premonitorio y Juan lo fue. Antes hice Molina’s Solarix, una pequeña película sobre una plaga alienígena. Al menos sabíamos de dónde venía la plaga esa, porque esta mierda nadie sabe a ciencia cierta de dónde salió. El mundo es como un escenario de una película de George Romero: es muy romeriano. Juan de los muertos es una película apocalíptica y fue muy importante en mi vida. Creo que para el cine cubano también, aunque aquí quisieron minimizarla.
¿Te parece realmente que quisieron minimizarla?
La quitaron cuando todavía llenaba los cines. Fue una película que no le gustaba a la institución oficial. La toleraban, pero no gustaba. Hubiera saneado las arcas del Icaic, porque los cines estaban llenos todo el tiempo.
El cine cubano no aprovechó lo que pasó con esa película, como tampoco lo hizo con Fresa y chocolate en su momento. Somos muy torpes en ese sentido. Vamos a ver si con esto del fondo al cine “independiente”, el cine cubano se oxigena. Yo lo veo todo muy oscuro. No veo la luz al final del túnel.
El cine cubano ha sido criticado por la reiteración de las mismas temáticas: la migración, la pobreza, la marginalidad… ¿Crees que se ha diversificado en los últimos años?
Tiene razón la gente que dice eso. El cine oficial te habla de los logros de la Revolución, y el independiente o el alternativo, de los desaciertos y desencantos. Al final ambos cines están en un anquilosamiento, porque son más de lo mismo todo el tiempo. El anquilosamiento sucede porque todo el mundo plantea una problemática, pero nadie una resolución. No tengo la respuesta para esa idea. En mi cine, prefiero deslindarme de la política, aunque se dice que todo arte es político. No tengo futuro como político, porque se trata de personas que manejan cierto cinismo. Soy una persona muy ingenua y de verdad tengo fe en el mejoramiento humano. Creo que el cine cubano está muerto, y tengo la esperanza de que pueda surgir de sus cenizas como el ave Fénix. Ahora mismo, soy un espectador y me sentaré a ver qué pasa.
¿Has pensado que esta etapa de pandemia puede motivarte a la creación de un nuevo proyecto?
Estoy involucrado en varios proyectos con temas pandémicos, en los roles de actor y guionista. La pandemia ha generado un poco de todo, desde miedo y angustia hasta creatividad. Mandé el guion de Molina’s Redemption al concurso del festival de La Habana y había 802 guiones presentados. Parece que la gente ha aprovechado la pandemia para escribir. Soy un poco vago; si fuera trabajador, tuviera más obras. Me cuesta el despegue, pero he aprovechado el tiempo dentro de mis limitaciones para escribir. Tenía pensado rodar un corto en abril, pero se jodió todo. Espero que pase esto finalmente, porque tengo muchas ganas de rodar, de caminar, de actuar y de gritar a los cuatro vientos ¡¡¡pingaaaaaaa!!!”.
Bravo Molina
He visto casi todas las MOLINA’S y me encantan, hay mucho talento en sus puestas en escena y la direccion de actores…corroboro lo que dice jorge sobre la zoofilia en los campos de cuba y principalmemte en el oriente del pais…tambien lo que dice de las escuelas en el campo, eso que llaman bulling ahora era el dia a dia y se podian ver las cosas mas atroces y perversas ejecutadas por niños de 13 y 14 años pero nadie se volvió loco o necesito de sicologos, habia que imponerce o morias…era así.
Hola, como puedo obtener las películas?
Me gustaria saber donde se puede ver sus obras en buena calidad aunque sea de pago, he visto bastante pero con muy mala calidad, y me gustaria disfrutarlas como se debe disfrutar un buen cine. Gracias Molina y a la entrevista.
Muy buena entrevista. Es bueno saber que queda todavía en el mundo del cine gente consecuente con su forma de ser y de pensar como Jorge Molina, que defienden lo alternativo, lo diferente. Espero que cada vez más personas sepan apreciar este tipo de obras y también que estas se difundan de manera más fácil. Se necesita este tipo de trabajos
Yo soy músico, y muchas veces me he imaginado e incluso he mezclado mi música con imágenes de M. Feroz y Solarix, creo que un jazz bien Gore es una imagen interesante.
Bravo Molina,estoy interesado en ver todas tus películas xfavor alguien que me las haga llegaaar, tronco de artista creadoooor,eso de eso es lo q habló q tiene que tener un artista a parte del trabajo y del talento,dar rienda suelta a su imaginación,mantenerse fieles a sus principios sin importar criterios oportunistas y como tu mismo dices hacer en tus películas lo que te salga de la pingaaaaaa