El envejecimiento poblacional es una realidad ineludible. Según la Organización de Naciones Unidas (ONU), en el 2050 uno de cada cinco habitantes del planeta sobrepasará los 65 años. El dato asombra.
Ante ese panorama, las instituciones estatales y sociales deberán adaptarse a las necesidades específicas de las personas mayores. Los Estados son los responsables de llevar a adelante diferentes políticas públicas para que sus ciudadanos lleguen a la vejez con buenas condiciones.
En 1982 la ONU auspició la primera Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento. En el cónclave, realizado en Viena, Austria, se elaboró un documento conocido como “Plan de Acción Internacional sobre Envejecimiento”. Uno de los puntos del material destaca:
“Puesto que la mayoría de las personas pueden prever sobrevivir a la edad de su jubilación un número considerable de años, la “preparación para la jubilación” no debe ya concebirse como una adaptación hecha a último momento, sino que debe proponerse como consideración para toda la vida a partir de la edad adulta tanto a los individuos en beneficio propio como a los formuladores de políticas, las universidades, las escuelas y los centros de trabajo industrial, los medios de información y la sociedad en general. Esa preparación para la jubilación debe servir de recordatorio de que las políticas relativas al envejecimiento y a las personas de edad responden a un interés comunitario general e importante y no consisten solamente en prestar servicios a una minoría vulnerable. Por esta razón es necesaria una política general de prevención”.
En Cuba, desde hace décadas son más los ancianos que los niños. El último Censo de Población y Viviendas realizado en el país, en 2012, arrojó que el 18.3 % de los habitantes ya era sexagenario. Esa cifra hoy asciende a más del 21% de la población de la Isla. O sea, de una población de poco más de 11 millones, 2 millones son adultos mayores.
Lo anterior coloca a la Isla entre las naciones más envejecidas de América Latina y la proyecta, para el 2050, como una de las más longevas del mundo.
A las puertas de un nuevo Censo nacional, a realizarse en septiembre de 2022, el panorama del país es poco alentador con relación a la natalidad. Desde hace décadas Cuba presenta una sostenible baja de la natalidad, una mayor esperanza de vida y una fuerte emigración de jóvenes. Este escenario, además, es poco halagüeño para la reactivación de la economía, maltratada por el bloqueo económico impuesto desde hace 60 años por las diferentes administraciones estadounidenses y por los errores administrativos propios del gobierno cubano en más de medio siglo.
En tal sentido, el Artículo 144 de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, anunciados en 2011 para implementar reformas socioeconómicas en la Isla, estipulaba “brindar particular atención al estudio e implementación de estrategias en todos los sectores de la sociedad para enfrentar los elevados niveles de envejecimiento de la población”.
No es un secreto que las pensiones jubilatorias en Cuba son muy bajas. Una parte considerable de nuestros adultos mayores se ven obligados a conseguir ingresos extra salariales para subsistir. Algunos son ayudados económicamente por sus hijos y otros trabajan en empleos informales.
Son parte del paisaje cotidiano cubano las colas de abuelitas y abuelitos en kioscos a la espera de la llegada del periódico. En su inmensa mayoría están desde temprano en la mañana, para luego recorrer la ciudad y revender esos diarios. También los vemos por las calles vendiendo cucuruchos de maní o recolectando latas para venderlas como materia prima.
La llegada de la COVID-19 sumó nuevas urgencias al problema demográfico del envejecimiento. Si bien todos estamos en constante riesgo de contraer el virus, a partir de los sesenta años se es más proclive a enfermar gravemente y morir.
Desde antes del escenario de la pandemia y sus secuelas ya no bastaba con que en Cuba servicios vitales para las personas de la tercera edad, como la salud, fuesen públicos, o que el acceso a los medicamentos en un gran porcentaje fuera subsidiado. Hace falta ampliar y reformar, por ejemplo, programas fundamentales como el de la Atención Integral al Adulto Mayor, del Ministerio de Salud Pública.
Revertir la realidad del envejecimiento poblacional es, a todas luces, complejo. No queda más salida que prepararse, convivir con la problemática e implementar medidas urgentes para frenar el fuerte impacto social de dicho fenómeno.