Un día antes de leer Grutesco del escritor cubano Yordan Rey, conversaba con el autor español Javier Peña y casi me despedí al decirle «(…) La vida se vive burlando de la gente. Tanta seriedad y al final, ¡Bah! Humor es sabiduría». Unas horas antes de empezar a leer Grutesco terminé El cazador recubierto de cascabeles de Giussepe Lo Presti, de cuya lectura me quedé con la frase «la locura comienza donde termina la burla». Tenía ya la mente lubricada para empezar esta novela que me fue dada con la cubanísima garantía de calidad: «eso está de pin..*».
Y parto desde los calentamientos previos antes de comentarles sobre la novela de Rey, pues me interesa recalcar los juegos de palabras, las expresiones y ocurrencias que caen simpáticas y son siempre admirables, la insolente forma de darles otros significados a las cosas que parecen herméticas, la forma en que el autor se burla de la realidad para restregárnoslas en las caras, la frescura y fuerte sabor que tiene esta novela.
Grutesco —maravilloso título— sigue el crecimiento y desarrollo de un joven llamado Adel, que desde pequeño es afeminado, abusado sexualmente —sin total conciencia de ello—, abusado socialmente; con total conciencia de ello, y su relación con el país, la escuela, la casa, así como con una serie de elementos más de índole cultural, histórica y religiosa. Es la historia de cualquier gay cubano, más allá de los detalles particulares del personaje principal y de quién lea desde la identificación. Es un camino para entender una metamorfosis, es lo que vive la mariposa mientras es la oruga.
Si no te gusta o no disfrutas la poesía, si no concibes la armonía del verso cuando se cruza con la prosa, si buscas leer una novela de ficción convencional, Grutesco no es una opción para ti. Es un entarimado sobre el cual se recita un poema extenso, un aullido de gato-perra con plumas que busca llenar las páginas de irreverencia, delicadeza y algunos pespuntes prosaicos, porque de la realidad cubana no se puede hablar sin alguna que otra “mala palabra”, sería como un Mojito sin yerbabuena.
Del mismo modo en que al ver a Christina Aguilera noto lo que ha bebido de Madonna, Mariah Carey y Etta James, a Yordan Rey, al cantar sus versos novelados en este maravilloso burlesque que es Grutesco, lo imagino escribiendo asistido por los espíritus de Reynaldo Arenas, Pedro Lemebel, Manuel Puig, Jean Genet y Jean Cocteau; quizás soy yo que elucubro demasiado, la idea me gusta, déjenme tenerla.
Es una novela sobre el niño que despunta como gay en un contexto machista, patriarcal, que bebe de la rigidez comunista; un contexto latinoamericano y caribeño, que va de lo citadino a lo bucólico, de lo militar a lo onírico, de la casa a “la potajera”, como si no quisiera dejar espacio sin abarcar, parte del cuerpo sin tocar, idea sin realizar, sentimiento sin cielo y sin concreto contra el cual abollarse el tabique.
Se juega con algunos símbolos, como las figuras de las abuelas, una se llama Cuba, y el personaje principal, Adel, es andrógino y se hace llamar Isla cuando puede realizarse desde su lado más femenino.
Adel no solo vive este despertar sexual que conoce y reconoce lo violento en lo consensuado, lo prohibido en lo permitido, sino que también experimenta un despertar histórico-social, con todos los choques que una crianza entre dos extremos puede tener: en una esquina el equipo rojo: el comunismo, y en la otra el equipo azul: la ex burguesía. Todos parte de su propia familia inmediata, y en el medio él, que también oscila entre las esquinas del varón y las de la hembra.
Algunos mensajes hedonistas me resultan imperdibles, citas para subrayar: «(…) para ser feliz no se puede escatimar. Le pregunto qué cosa es escatimar. Y me explica que es cuando uno piensa como un pobre, y que nunca se debe pensar como pobres, aunque a veces no se tenga de nada.» ¡Rompamos esa idea de carestía y conformismo que nos hace bailar desnudos en medio de una tienda de ropas! ¿Hasta cuándo?
Grutesco se monta sobre tabúes y conceptos machistas que todavía sobreviven en nuestra sociedad, pese a los esfuerzos de varias instituciones, personas, campañas y programas de salud y de televisión, para establecer la crítica a esos modos violentos de criar, que abarcan también lo físico, y que se presenta con varias caras: « ¡Que los hombres no se dan besos en la boca, cojones!, dijo mi padre. Y dijo también que los hombres que se dan besos en la boca se vuelven maricones y mueren por culpa de una cosa llamada el sida. Y me arrastró por la escalera de la barbacoa hasta abajo, y allí me estuvo pegando un buen rato.»
De la irreverente pluma de Yordan no escapan las críticas al tratamiento que se le ha dado a nuestra historia cubana en las escuelas. En la novela, un simpático personaje diserta sobre ciertos tópicos que juegan a romper concepciones e ideas o ideales que nos inyectan desde la infancia junto con lemas y canciones. Aquí, en el libro, no existe el endiosamiento ni de Dios, literalmente.
Grutesco propone nuevas visiones a las cosas que damos por sentadas, te deja pensando en cómo romper algunos conceptos, te muestra cómo jugar con las palabras y hacer de lo obligado, lo ineludible y lo insoportable un algo cómico, como el hechizo Ridíkulus en Harry Potter que convierte lo terrorífico en divertido. Entre estas páginas nada es cuadrado: «Así como algunos tontos creen que la poesía sólo viene a hipostasiarse en el poema, los hay igualmente que vienen a creer que sólo el falo, el ano, la boca y la vulva son los órganos sexuales.»
Es, entonces, una novela controversial
En Cuba Grutesco es un texto controversial, pues se mete con los tres entes que hacen temblar a la conjura de los necios; el sexo, la política y la religión. Ahí lo dejo. Al fin y al cabo, como bien dice el diccionario filosófico de 1984 editado por Progreso en Moscú «La verdad es el reflejo fiel y auténtico de la realidad en el pensamiento, cuyo criterio es, en definitiva, la práctica». Y he aquí una historia que se sostiene por los hechos, más que por las ideas, que más allá de ser ficción tiene un enfoque realista, religión incluida, pues los cubanos somos bastante propensos a lo “mágico”, eso se sabe.
La absurda y agotadora lucha contra todo lo que puede ser “capitalista y burgués” se hace palpable durante toda la trama —algo que ahora mismo ha cambiado un poco en Cuba. Pone al descubierto el cómo y el por qué nos hemos convertido en una sociedad invadida por la chusma hasta en los cargos más altos, la falta de clase y decencia civil en la que vivimos a diario, la normalización y propagación de la chabacanería como un modus vivendi, la mediocridad y lo chapucero como el pan nuestro de cada día, la envidia y el resentimiento como la base de todas esas cosas.
Es una novela joven que crítica las cosas obsoletas, habla con acentos bien locales y utiliza códigos muy cubanos. También hace uso del absurdo, de la parodia, de las canciones y bocadillos de animados y películas de distintas procedencias que marcaron el imaginario de varias generaciones, y que se han quedado en nuestra jerga diaria, dígase textos de animados y programas populares. También aprovecha el habla vulgar para darle ese toque de humor que impide que esta historia, que si bien puede ser hasta triste, no lo resulte del todo —¡Sabiduría a chorros!:
«(…) Se hizo constar que a usted lo llevaban a la clínica del adolescente porque adolecía de amamantado de peluches, juego de los yaquis, trueque de soldaditos por Cuquitas, renunciación al beisbol, al kárate y al ¡hasta la victoria siempre!, besaba a su primo dormido, se la chupaba a los perros, a los tullidos, a los pandilleros, a los pescadores, a los presidiarios, al basurero, a los bobos, a los maridos, a los padres, a los hijos, a los santos de la capilla y a los espíritus. Usted es un insecto de tipo chupador —lamedor— tubo de sifón. Usted es una ladilla cardiaca a la pendejera.»
La novela tiene un ritmo trepidante, alocado, salta y se muda, y varía un poco cuando el personaje madura, pero no se traiciona, todo lo contrario, crece y se expande, como una canción bien cantada y difícil además, de esas que solo una voz potente puede interpretar.
¿Por qué se llama Grutesco?
A Adel-Isla le dicen en una ocasión: «Grotesca criatura de gruta. Grutesco», que, juego de palabras aparte, confieso que no sé si entender lo “grutesco” desde el imaginario religioso del personaje —no cuento más para tampoco regalar la historia— o como esa obra de arte que entrelaza elementos fantásticos con animales, personas y plantas en una frecuencia renacentista, versátil y abarcadora. ¿O acaso es la gruta una oruga?
Me quedo con este trozo de poema a modo de despedida, como lo es la novela en general, según las propias palabras introductorias del autor:
«Que ninguna luz perturbe mi descanso en el aljibe pues son tiempos de lo abisal y toda lucidez es una peste.», —ya ven que hasta Kavafis asistió al autor—, y porque esos versos me recuerdan algo que siempre digo: «aquí hay que hacerse el loco para no volverse loco».
Vaya Librazo, la verdad.
Yordan Rey
Es un poeta y narrador habanero, con varios títulos publicados, incluida literatura infanto-juvenil. Premiado en varios certámenes, y colaborador de varias publicaciones periódicas. Reconocido dentro y fuera del país, colector de piedras, cristales y objetos que trae el mar, un artista de la vida. Te invito a guglearlo y a leerlo. Espero que a ti también te de “el Librazo”.
Grutesco es un libro genial, a salvó de desmoronarte por su ironía, humor fino y evolución de Adel. Eso sí lloré desde lo mas profundo. Felicidades a Yordan Rey.