Cuba busca con su plan de soberanía alimentaria aumentar su producción agrícola, reducir su dependencia de las importaciones y mejorar la educación nutricional de su población.
El Gobierno cubano presentó este viernes al cuerpo diplomático acreditado en el país esta normativa, que llega en medio de una grave crisis económica en la que escasean productos básicos como alimentos y medicinas.
El ministro cubano de Agricultura, Ydael Pérez, explicó que la Isla busca sustituir la importación de alimentos e insumos por motivos económicos y de seguridad alimentaria.
El titular añadió que entre las prioridades del programa está producir “alimentos de calidad” y elevar la producción con la participación de “todos los sectores”, en referencia a la incipiente iniciativa privada frutos de las reformas económicas.
Informó, además, que el plan será presentado como anteproyecto de ley este abril a la Asamblea Nacional del Poder Popular.
Por su parte, el asesor del Gobierno cubano para implementar este programa, el intelectual brasileño Frei Betto, aseguró ante los diplomáticos que “en Cuba no hay hambre, pero hay riesgo de inseguridad alimentaria”.
El teólogo culpó al embargo económico de Estados Unidos y al impacto del cambio climático de la crisis alimentaria en el país caribeño.
Habló además de la necesidad de fomentar una “educación nutricional” para los cubanos y llamó para ello a realizar una “movilización popular” parecida a la campaña de alfabetización realizada en 1961 con la cual millones de personas aprendieron a leer y escribir en Cuba.
La Isla (11,2 millones de habitantes) importa entre el 60 y el 70 % de los alimentos que consume con un gasto aproximado que supera los 2.000 millones de dólares anuales, refirió Betto citando datos oficiales.
El Estado cubano mantiene desde hace más de 50 años una cartilla de racionamiento subvencionada –conocida como “libreta de abastecimiento–, que aunque ha visto muy menguada su lista de productos, todavía incluye la venta de arroz, granos, azúcar, 80 gramos de pan diarios por persona y 10 huevos al mes a precios simbólicos.
Esta canasta básica se mantuvo con la reforma económica vigente desde el año pasado y algunos de sus productos se venden de forma liberada, aún en medio de la escasez.
Su reducido contenido obliga a los cubanos a comprar la mayoría de sus alimentos, muchas veces en las tiendas estatales y mercados en pesos cubanos, aunque con limitadas ofertas.
La otra opción son los establecimientos de pago en divisa extranjera –que están un poco mejor surtidas– pese a que la mayor parte de las personas ganan su salario en moneda nacional.
La escasez de alimentos y las largas colas para acceder a productos de primera necesidad fue uno de los detonantes de las masivas protestas contra el gobierno el 11 de julio del año pasado.
En respuesta, el Gobierno quitó los aranceles y límites a la importación privada de comida, medicinas y productos de aseo.