Las personas adultas solemos sorprendernos cuando descubrimos las cosas que son capaces de hacer niñas y niños. Es muy común escuchar frases como: ¡Qué inteligente es, maneja el teléfono mejor que yo! o ¡Qué ocurrencias tiene, no sé de dónde las saca! o Es increíble, ¿cómo aprendió eso, si yo no se lo he enseñado?
Es que niñas y niños son personas que descubren el mundo y la vida no sólo a través de lo que les enseñamos en la familia, sino también de lo que sucede a su alrededor: aprenden en la escuela, con los medios de comunicación y los grupos con los que se relacionan. Son muchos factores los que influyen en su educación y no todos pueden ser controlados desde el espacio familiar.
Por eso es tan importante educar a las infancias para que sean cada vez más autónomas y tomen las mejores decisiones en cada espacio de aprendizaje y etapa de su ciclo de vida. Aunque nos sorprenda, las niñas y los niños son seres que en la medida que van creciendo pueden tomar decisiones y formarse opiniones propias acordes a su edad. Darles esa oportunidad los hace más creativos, saludables y les permite enfrentar con éxito los retos que van encontrando por el camino.
Este es uno de los derechos por los que apuesta el proyecto de Código de las familias que está siendo sometido por estos días a consulta popular. En ese anteproyecto se defiende la idea de que niñas, niños y adolescentes (NNA) son sujetos de derecho y no pertenencias de las personas adultas, tal como suscribe la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN), tratado internacional ratificado por 196 Estados.
Ainoa es una niña de cinco años. Antes de ir al círculo infantil, su mamá la invita a escoger la ropa que usará ese día entre tres opciones. La abuela de Ainoa no entiende por qué la madre de la niña hace esto, cuando puede decidir directamente ella qué ponerle y así ahorrar tiempo. Sin embargo, para la mamá de Ainoa ese es un tiempo ganado: es la manera que encontró para que su hija aprenda a ser responsable y tomar decisiones libres de presiones ajenas y que la hagan feliz. Al parecer su alternativa de crianza funciona: Ainoa es una niña realizada, con iniciativa, activa, sociable y muy creativa.
Esa experiencia es un ejemplo de los estilos de crianza respetuosa o positiva que intenta promover el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) en Cuba y el mundo. Se trata de estilos educativos que tienen en cuenta el interés superior de NNA, rechazan toda forma de abuso, abandono o violencia y promueven la autonomía y responsabilidad infantil, según UNICEF Cuba.1
Esta agencia especializada de la Organización de las Naciones Unidas también apunta que este tipo de prácticas educativas favorecen el desarrollo de la autonomía, la identidad, el amor propio y el establecimiento de lazos libres de violencias y sustentados en el respeto mutuo.
De hecho, UNICEF ha reconocido la inclusión de estos principios de crianza respetuosa en el proyecto de Código de las familias en consulta. Destaca su alineación con estándares internacionales contemplados en la CDN, así como con metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible relacionadas con la eliminación de todo tipo de violencias y la promoción de la inclusión social.2
Criar por y para la vida
En su Artículo 5, el nuevo Código de las familias incluye varios aspectos importantes en materia de derechos de las infancias. Algunos son: el derecho a ser escuchados de acuerdo a la capacidad y autonomía progresiva, la participación en la toma de decisiones familiares relacionadas con los intereses de NNA, el libre desarrollo de la personalidad y crecer en ambientes libres de violencias y discriminación. También en el Artículo 7 se establece como principio rector el interés superior de NNA y en el 200 se permite el matrimonio sólo entre personas adultas, de modo que se elimina la posibilidad de contraerlo antes de los 18 años.
Algunas de estas propuestas han enfrentado resistencias entre grupos de madres y padres que ven en ellas un quiebre de la autoridad que pueden ejercer sobre ellos y ellas sus hijas e hijos. Sin embargo, están pensadas justamente para promover relaciones más respetuosas y saludables entre las personas adultas y su descendencia.
Pablo asiste al mismo círculo infantil que Ainoa. Sin embargo, él y ella son muy diferentes. Con apenas dos años les gritaba, empujaba y golpeaba a otros niños. Las educadoras, preocupadas, comenzaron a indagar qué sucedía en su entorno más cercano para intentar comprender el origen del problema y buscar una solución conjunta con la familia. Su madre y su padre solían tener discusiones a gritos frente a él y cuando le llamaban la atención al niño, lo hacían de igual modo. Lejos de la disciplina que pretendían imponerle a su hijo, habían desarrollado en él actitudes rebeldes y agresivas.
Esta familia había asumido la educación de su hijo desde una perspectiva autoritaria, que a su vez se tradujo en una forma de maltrato infantil. Desafortunadamente, el de Pablo no es un caso aislado. Una sistematización de investigaciones realizadas en Cuba sobre el maltrato infantil confirma que este es un fenómeno presente en nuestro país y que permanece invisibilizado por desconocimiento sobre lo que es e implica la violencia; también porque en muchas ocasiones se asume el maltrato físico y psicológico como un método educativo.3
Aquí es importante entender que autoridad y autoritarismo no son lo mismo. El autoritarismo en la crianza de hijas e hijos está relacionado con la imposición de criterios por la personas adultas, un control estricto, muchas restricciones, poca escucha y escaso apoyo emocional. Se ha demostrado que quienes crecen en ambientes de este tipo suelen ser personas agresivas, temerosas y con problemas de autoestima.
Miremos hacia nuestros entornos más cercanos y analicemos: ¿cuántas veces hemos presenciado resistencia y rebeldía como respuesta cuando alguien intenta imponer un criterio? Es la reacción habitual cuando no se manejan razones o argumentos y se intentan imponer ideas.
En cambio, la autoridad se construye cuando los límites y el control se establecen a través del diálogo y los afectos. No significa dejar hacer sin control o rendirse ante caprichos, sino orientar, acompañar, razonar, negociar con niñas, niños y adolescentes y explicar las normas de acuerdo a su madurez progresiva. Sólo así podrán entender los límites y aplicarlos conscientemente, aún cuando no estén presentes las figuras parentales.
Hacia esta dirección apuntan las nociones de responsabilidad parental y respeto a la autonomía progresiva de NNA incluidas en la propuesta Código de las familias cubano. Desde esa perspectiva, la crianza garantiza los derechos de NNA a ser escuchados, a participar en la toma de decisiones en la medida que vayan adquiriendo las capacidades para esto. No significa restarles autoridad a madres y padres, sino construirla sobre la base del amor y el respeto.
En ese sentido, la doctora Patricia Arés Muzio, experta en temas de familias, refiere que en la crianza debe fomentarse más la autonomía que la dependencia, atendiendo a que el desarrollo infantil implica una serie de desprendimientos progresivos que ocurren en el camino hacia a la autonomía y responsabilidad en la toma de decisiones durante la vida adulta.4
El proyecto cubano de Código de las familias tiene en cuenta esas capacidades que van desarrollando los infantes para el ejercicio de sus derechos. Por eso defiende el reconocimiento de NNA como co-protagonistas y no simples receptores de protección o asistencia. También reivindica como principio el interés superior de NNA, para cuya aplicación se hace necesario escuchar las opiniones infantiles y adolescentes.
Desaprender puede ser el primer paso
Esto implica romper patrones culturales que por mucho tiempo han prevalecido en el imaginario de cubanas y cubanos. Roxanne Castellanos Cabrera, profesora y psicóloga especializada en atención a NNA, cita una investigación reciente sobre maltrato infantil en la que se corrobora que las personas adultas en Cuba ven con preocupación que NNA tengan derecho a opinar, pues consideran que esto les puede generar una pérdida de autoridad.5
La psicóloga explica que esto tiene que ver con un modelo de educación vertical que promueve la obediencia. Continúa alertando sobre las consecuencias negativas del verticalismo en la crianza: NNA, cuando entienden que las personas adultas tienen una autoridad incuestionable (esa que se impone, no que se construye), pueden llegar a considerar como normales algunas formas de violencia o maltrato infantil, justamente porque provienen de quienes han aprendido a identificar como figuras de poder que dictaminan lo que está bien o está mal.
Por eso, la especialista ratifica la importancia de empoderar a las infancias a través de la creación de relaciones más repetuosas y horizontales, pues estas son factores esenciales de protección ante situaciones complejas como el abuso sexual, por ejemplo.
En la vida cotidiana, el sentido de posesión sobre hijos e hijas, las maneras verticalistas de educación y la promoción de la obediencia salen a relucir de manera repetida cuando se dice: “Mi hijo es mío y yo lo crío como quiero”; “cuando los mayores hablan, los niños se callan” o “tienes que hacerlo porque lo digo yo”. Detrás de esos pronunciamiento no necesariamente hay malas intenciones. Sin embargo, cuando se traducen en prácticas educativas autoritarias, NNA ven limitado el desarrollo de sus capacidades y esto los afecta a lo largo de sus vidas. También se resienten las relaciones entre los miembros de la familia.
¿Queremos NNA alegres, creativos, inteligentes? ¿Queremos que aprendan a valerse por sí mismos y que tomen buenas decisiones? ¿Queremos prepararlos para la vida? ¿Queremos que haya buena comunicación y armonía familiar? Si estos deseos son parte de las expectativas de vida que tenemos para nuestros hijos e hijas, la mejor estrategia es la crianza respetuosa, basada en el diálogo, la participación y los afectos.
El Código de las familias en consulta contiene algunas claves básicas para que esas aspiraciones se vuelvan realidad. Nos invita a pensar en el bienestar de ellas y ellos, a cuidarlos, a protegerlos, a respetarlos, pero sobre todo a prepararlos para la vida.
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Notas:
1 UNICEF Cuba. Prólogo. En: R. Castellanos. Bienestar psicológico de niños, niñas y adolescentes. Compilación de artículos sobre crianza positiva para madres, padres y cuidadores. Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana. Unicef Cuba. Sello Editor Educación Cubana, pp.5-7.
2 UNICEF Cuba reconoce la armonía que existe entre el Anteproyecto de Código de las Familias y la Convención sobre los Derechos del Niño. 2 de noviembre de 2021. En: Notas de prensa.
3 Martín, R., Ferrer, D.M. y Camero.O. Maltrato infantil intrafamiliar en Cuba. ¿Un problema social o un problema de salud?. En A.Jiménez y Y.Sarduy (Comp. Ed.) (2019). Pensar en las infancias cubanas: coordenadas socioculturales. La Habana: ICIC Juan Marinello y FLACSO Cuba, pp.117-118.
4 En Fariñas, L. Código de las Familias en Cuba: ¿Por qué responsabilidad parental en lugar de patria potestad?. 10 de febrero de 2022. Cubadebate.
5 Castellanos, R. Cultura de la infancia y derechos de la niñez. En A.Jiménez y Y.Sarduy (Comp. Ed.) (2019). Pensar en las infancias cubanas: coordenadas socioculturales. La Habana: ICIC Juan Marinello y FLACSO Cuba, pp.159-168.